10. Nueva Zelanda 2017. 23 de septiembre, sábado. Quinto día de viaje. Wellington. Segundo día. Segunda parte.

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Este jardín además de flores mil me sorprende por la cantidad de helechos arborescentes que tiene. Son una maravilla y a veces los confundo con palmeras.

 

 

 

 

 

Seguimos nuestro recorrido por aquellos cuidados caminos del jardín botánico y encuentro otra dedicatoria en un banco: “En memoria de -aquí dos líneas en chino con las fechas de nacimiento y muerte, imagino- descansad y disfrutad del jardín. La familia Huang”.

Claramente los chinos son menos poéticos o tienen menos imaginación en inglés.

Otro banco con placa más críptica:
“En memoria de la tía Valeria (y aquí colocan varios nombres de flores y de personas) Currie, siempre querida por la familia Morris”.
Te dejo la foto para que lo desentrañes tú mismo, pues esa mezcla de nombre personales y de flores me despista.

Mucho más claro y precioso:
“En memoria de Suzanne Megaffin…..Una querida madre, a la que echamos en falta mucho más allá de la palabras”.

Y la querían tanto que la placa está entre dos bancos.

Así llegamos al “Treehouse Visitor Centre”, un pequeño centro de interpretación con una bonita terraza que proporciona preciosas vistas sobre el jardín. Veo allí un periódico del país, no sé si local o nacional y busco si hay información sobre España y efectivamente hay media página dedicada al problema catalán. La primera sorpresa es que está dedicada a una manifestación que ha habido delante de las oficinas de la consejería de economía catalana, pero es que la foto que colocaban con la noticia podía ser de la visita del Papa o de cualquier otra cosa, pues era de una plaza con miles, o quizás cientos de miles de asistentes, pero sin ninguna bandera. La segunda sorpresa es que al “president” lo llaman “Carlos Puigdemont”.
No te puedes fiar ni de los periódicos neozelandeses cuando se trata de Cataluña. ¿Quién les habrá proporcionado esa falsa foto? Quizás los amigos rusos.

Sigues el camino principal y llegas a la parte más alta del jardín donde está la estación de llegada del funicular. Allí una bonita vista sobre la ciudad y parte del jardín.

Cerca se encuentra un punto llamado “The Krupp Gun” porque lo que hay allí es eso, un cañón fabricado por la empresa Krupp alemana y del que una placa informa que fue capturado en el nordeste de Francia durante la primera guerra mundial por soldados de este país a los alemanes y que este y otras armas capturadas fueron enviadas como trofeos de guerra a Nueva Zelanda y que más tarde fue donado a la ciudad de Wellington en honor de los soldados de esta región que fueron a esa guerra.

A mí los militares siempre me sorprenden. ¿Para qué querrían en Nueva Zelanda un trofeo de guerra así? Mejor, ¿para qué querrían un trofeo de guerra?

En descargo de los wellingtonianos tengo que decir que este cañón aparece en la lista de esculturas de la ciudad dentro del Wellington sculpture tours con el número 2.

Cerca del cañón dos observatorios astronómicos. Uno el “Dominion Observatory” está en un bonito edificio de 1907. Lo curioso es que cuando fue construido se llamaba “Hector Observatory” en honor del Dr. James Hector, famoso científico, pero en 1925 se cambió a su nombre actual. «Sic transit gloria mundi». Bueno, no tanto, pues en Canadá un lago, una montaña y un glaciar llevan su nombre.

Una placa muestra la posición exacta del lugar: S 41º 17’ 02.9” E 174º 46’ 05.6”. Esto te permite comprobar tus propios aparatos de medición y ver lo exactos que son. ¡Bravo! El GPS de nuestra cámara da la misma posición redondeada a 3” y 6”.

Con estos datos puedes ver que las antípodas de este jardín están en España a 3 km de Alaejos en la provincia de Valladolid. Curiosamente una de las calles que limita el parque se llama Salamanca. ¿A qué les sonará esa palabra a los wellingtonianos? ¿Por qué tendrá este nombre?

También explica la misma placa por qué este país está cerca de los 180º de longitud, teniendo en cuenta que está 12 horas por delante de GMT. Muy fácil: 12 horas por 15 grados da 180. ¿Por qué 15º? Pues porque la tierra tarda 24 horas en dar un giro completo, o sea 360º, por tanto 15º tardan 1 hora.
Cerca de este observatorio hay otro más moderno, el “Carter Observatory”, donde se realizan demostraciones multimedia de temas tales como “Dinámica de la tierra”.

Muy interesante, pero incomprensible para mí, es un reloj de sol que está situado entre ambos observatorios. La diferencia esencial con otros artilugios semejantes es que este requiere de la acción humana. Un letrero te informa que es un “reloj analemático”. Esta palabra en un principio me deja fuera de juego, pero luego caigo que he visto otro de esta clase en Alfambra.

Reloj analemático de Alfambra (Teruel).

En este tipo de relojes el que proporciona la sombra para determinar la hora no es un vástago fijo sino una persona que debe colocarse en un lugar determinado de una serie de puntos fijos que hay en el suelo. Otra particularidad es que tiene una precisión de minutos y también que tiene en cuenta el cambio de hora que se hace dos veces al año para ahorrar energía. ¿Cómo? Muy fácil: se mueven unos indicadores de bronce que hay en unas columnas de granito. Como van a cambiar la hora esta noche podría aprovechar para quedarme hasta entonces para ver como lo hacen o venir mañana para comprobar si lo han hecho realmente.

Tengo que reconocer que el de Alfambra es más espectacular, aunque no tiene la posibilidad de cambiar el horario verano-invierno. Ahora bien, a estos neozelandeses les gustan tanto los relojes de sol que han creado una recorrido para visitar todos los de esta zona. Te dejo el enlace por si te animas.

Otra particularidad de este jardín, nueva para mí aunque quizás sea una práctica habitual en todo en el mundo: hay un recorrido para ciegos y así en determinados puntos una placa indica “Braille Trail” con puntos en relieve de ese sistema de escritura y con una plataforma metálica en el suelo con gruesos botones para indicarles que allí está la placa informativa. ¿Tendrán permiso para tocar las flores y olerlas?

 

El último banco dedicado que remarco lo está a un “Keith Robinson” del que la placa dice que ha sido “un querido hijo, marido, padre, abuelo y amigo”. Vivió 75 años, pero entiendo por la dedicatoria que su madre o padre le sobrevivieron. ¡Caray, deberían andar por los 100!

Encuentro una fuente con estanque que hace las delicias de los niños porque tiene cuatro ranitas de bronce echando agua. Me recuerda una fuente también con ranitas de mi pueblo, allí vandalizada y sin agua. De nuevo no puedo evitar las comparaciones. Señor, ¿por qué nos tendrán que tocar siempre los bárbaros y macarras a nosotros?

Pero, por si acaso, en el llamado “Fragant Garden”, o sea el de las plantas aromáticas, un letrero advierte que hay cámaras vigilando y que cualquiera que sea “cazado” robando plantas será puesto en manos de la policía. Por lo tanto, educación y control del personal. Así de fácil.

 

 

 

 

 

 

 

Acabamos la visita en la “Begonia House”, un pequeño invernadero con bonitas flores al lado de la rosaleda “The Lady Norwood Rose Garden”, muy cuidada pero sin una rosa todavía, pues aquí acabamos de salir del invierno.

A partir de aquí puedes regresar por donde has venido o continuar tu camino a través de un bonito y antiguo cementerio, el “Bolton Street Cemetery”, que parece en algunos aspectos una continuación del botánico.
Fue un cementerio durante 50 años hasta 1892 cuando fue cerrado excepto para los que tenían panteones familiares. Al final de los 60 (del siglo XX, claro) se retiraron unos 3700 enterramientos para la construcción de una autovía urbana que la atravesó. Así ahora está dividido en dos partes con una pasarela peatonal. El folleto del botánico remarca que tiene una importante colección histórica de rosas, que tampoco hemos podido comprobar. Sí que es un lugar muy especial, con muchas flores que dan la impresión de que sigues en el jardín botánico y con lápidas muy interesantes, aunque algunas en mal estado lo que le dan un toque de elegante descuido.

Una escultura de un hombre desnudo, sin ni siquiera el comedido remedio de la hoja de parra, tiene una lápida muy combativa: «This monument is dedicated to Henry Edmund Holland Leader of the Labour Party 1919-33 to commemorate his work for humanity. He devoted his life to free the world from unhappiness, tyranny and oppression.»


Ya ves un líder político que murió pobre: el jefe de la oposición no tenía apenas salario.

Otra está dedicada a William Heighton, quien murió en una explosión accidental y que pertenecía al “N.Z. Torpedo Corps”.

Camino de regreso al hotel pasamos por delante del “Government Building”. Lo más interesante es que a pesar de su imponente aspecto está construido íntegramente de madera. Dice una placa que es uno de los edificios de ese material más grandes del mundo y que fue finalizado en 1876. Está construido imitando a un palacio italiano de piedra y realmente es muy difícil diferenciarlo.
En el vértice del frontón de su fachada principal el blasón nacional del Reino Unido con el famoso lema de “Honi soit qui mal y pense».

Viendo aquel magnífico edificio vuelvo a percatarme de que no hay pintadas. ¡Qué gusto!
Vaya, no hay pintadas, ni tampoco policías que lo vigilen. Tampoco los hay en la estación de ferrocarril que vamos luego a fotografiar. Allí una pareja de “pacíficos” obesos van a coger un taxi y me sorprende que puedan entrar, aunque les ha costado lo suyo.

NB

Marisa, ¡ay!, me tiene prohibido fotografiar obesos. Y si lo hago, no los publica.