Se sale de la T1 y a esas horas de la mañana las carreteras de entrada y salida de Madrid van llenísimas, pero nos lleva nuestro hijo como otras veces por extrañas carreteras y llegamos sin ningún contratiempo. Y sin haberlo previsto nos encontramos en el mismo lugar de la cola de facturación con nuestros amigos Conchi y Enrique, porque esta ha sido otra de las novedades de este viaje: lo hacemos con amigos por primera vez en muchos años, vaya desde el 1983 o por ahí.
La cola de facturación no tiene nada que ver con las de los últimos viajes: es larguísima y algo caótica. Y encima nos toca el empleado de Iberia menos simpático de todos. ¿Por qué algunas líneas aéreas tienen trabajadores así de poco amables? Vaya este no era “poco amable”, era directamente un borde.
Y no es mejor la terminal en su conjunto: la T1 de Barajas es mala, el servicio de caballeros está sucio y el embarque es caótico.
Una novedad es que en el aeropuerto de Estambul nos estaba esperando un azafato que nos conduce apresuradamente hasta el avión, también de las lineras aéreas turcas, que nos llevará hasta Chipre. Y no pasamos por ningún control de equipajes, ni de pasaportes.
El joven que nos lleva por aquellos pasillos parece nórdico, pero es turco. He pensado que será un descendiente de aquellos jóvenes jenízaros del imperio otomano.
En Chipre encuentro con el guía turco. Insisto, turco, que no chipriota.
El sol es... 
09/04/2019 a las 14:45
Qué maravilla, que buen hijo tenéis, jejejeje
18/04/2019 a las 09:01
No lo sabes bien.