Hoy en el desayuno un grupo de orientales gritan como si no fuesen japoneses. Efectivamente, no lo son. Pregunto en la recepción y son chinos de Taipéi, puntualización que me desconcierta. Es como si en Oslo preguntases por un grupo que gritase mucho en el hotel y te dijeran que eran españoles de Madrid. Esos gritos son cosa cultural pero que aquí sorprende aunque quizás allí todo el mundo lo haga.
Hoy cogemos el metro a las 9 y media y resulta ser la hora punta. Según la guía es de 8 a 9:30, pero la hemos cogido de lleno. De todas maneras el personal sigue siendo tan educado como siempre y dejan salir antes de entrar y respetan la cola, acción esta que es posible al estar indicado el lugar exacto donde se situarán las puertas del convoy.
Hoy vamos a visitar el Instituto para el estudio de la naturaleza, Institute for Nature Study o Shizen Kyōiku-en, lugar que no conocemos. Primera sorpresa agradable: mayores gratis. Segunda, que a pesar de lo céntrico que está no hay demasiados visitantes, entre otras cosas porque su aforo está limitado a 300 personas. Tercera: es un parque con flora “normal”. Me explico. Resulta que está relacionado con el Museo Nacional de Tokio y se ha dejado para que la plantas autóctonas vivan en plan salvaje. Así que no esperes encontrar plantas exóticas y árboles de otras latitudes: todo “natural”. De esta manera está dedicado sobre todo a la investigación y a la educación, aunque unos paseantes como nosotros también podamos gozar de sus jardines.
Como muchos parques y jardines de Japón este lugar empezó siendo una residencia de un señor feudal hace 500 años. En 1917 pasó a ser propiedad de la casa imperial y desde entonces se ha conservado en su entorno natural y ahora pertenece al ministerio de educación japonés quien lo abrió al público en general, funcionando como ese instituto desde 1949.
Lo primero que encontramos es un letrero en el que advierte de la prohibición de avioncitos teledirigidos, lo que imagino no debe ser algo normal, y de drones, que dada la fiebre consumista del país y el amor por la fotografía imagino que podría convertirse en una plaga. Me encantan las prohibiciones japonesas que se adelantan a los acontecimientos. Seguro que en España se llegarán a prohibir pero después de varios accidentes y descalabros personales.
¿Qué encontramos? Pues bosques, estanques y marjales. Y todo en tamaño reducido. Piensa que es unas 6 veces más pequeño que el Parque del Retiro madrileño, por ejemplo.
He leído que tiene 1.436 especies de plantas, 2.130 de insectos y 130 de aves. Ya lo he escrito alguna vez. Creo que refiriéndome al número de monjes en los monasterios budistas del norte de la India escribí sobre la poca fiabilidad de los números cuando te dan un múltiplo de 10 o de 100. ¿Ciento treinta especies de aves? ¿Dos mil ciento treinta de insectos?
Cuando he escrito sobre la “normalidad” de sus especies me refiero obviamente a ese aspecto para un japonés pero no para nosotros. Así aquí encuentro el roble konara y el zelkova japonés.
Y como estamos en Japón encuentras acuarelistas y fotógrafos.
En el primer caso te diría que haciendo bellas composiciones florales pues las puedes ver en el acto y en el segundo imagino que serán fantásticas fotos visto el esfuerzo y trabajo que le dedican, que le dedicamos, a cada toma esos abuelitos nipones.
Incluso he visto a uno con un complicado sistema de enfoque para conseguir una foto con macro de una flor.
Nosotros no llevamos las ópticas más adecuadas para el momento pero Marisa aprovecha cualquier oportunidad.
Hay un cuadro informativo con algunas de las especies de aves que te puedes encontrar y ratifica mi idea: nada de pájaros exóticos, ni de aves de brillantes colores. Todos parecen normales aunque sus nombres solo estén en japonés.
Marisa logra “cazar” una bonita garza pero aunque le dedica mucha energía y tiempo a un pajarito este no se deja “cazar”.
En la recepción hago una pregunta sobre una hierba que crece en este jardín y que he visto abundante en Hokkaido. Les enseño una foto y buscan la información en internet hasta que dan con ella: kumazasa. Encuentran el nombre en japonés y buscan la manera de trascribirlo a caracteres latinos. Obviamente es la primera vez que alguien se interesa por tan humilde planta. Es curioso el tiempo y el interés que muestran en este país la gente que te debe informar sea en una oficina de turismo, en el ferrocarril o en un museo o similar.
Como te imagino ansioso por saber más de una planta con tan bonito nombre te amplio el conocimiento. Su nombre científico es “Sasa veitchii” y crece en el norte de Japón siendo una gramínea del tipo de los bambús. Sus hojas se pueden utilizar como infusión y así las he encontrado en Amazon (¿hay algo que no encuentres en esta web?) donde dos paquetes de 60 gr cada uno te los venden por 90$, o sea a unos 660€ el kilo. Lo que no explica es para qué sirve esa poción. Así lo que creía una mala hierba no solo tiene nombre (como todas) sino que además es apreciada por sus cualidades.
Antes de abandonar el jardín paso por los lavabos y me encuentro con un cuadro de mandos en el inodoro que por fin es inteligible pues está en japonés e inglés además de los explicativos dibujos, bueno casi todo pues hay 5 botones solo en japonés y sin dibujo los cuales no me atrevo a investigar después de alguna mala experiencia. Sí me sorprende que la descarga del agua, “flush”, tenga tres opciones: “full flush”, “half flush” y “eco half flush”. Así, aunque muy poco ecológico, me decido a probar las tres. ¡Sí que aquilatan estos nipones! En España te conformas con que funcione la única que hay, cuando la hay.
Justo al lado está el “Tokyo Metropolitan Teien Art Museum»,Tōkyō-to Teien Bijutsukan, situado en un palacio con una curiosa historia detrás.
A comienzos del siglo XX se fundó la rama imperial Asaka por el príncipe Yasuhiko. Mientras estaba en un colegio militar fue a Francia en 1922 a seguir sus estudios y allí sufrió un accidente de tráfico. Junto con su mujer, la princesa Nobuko, se quedó en aquel país a recuperarse de las heridas hasta 1925. Aquellos años 20 fueron la época dorada del Art Deco en Francia y la principesca pareja se quedó enamorada de ese tipo de decoración por lo que decidieron incorporarla a su nueva residencia en Tokio. Así le encargaron a un artista francés, Henri Rapin, el diseño de los interiores de las principales habitaciones, aunque el arquitecto de la obra fuese un japonés, Gondo Yokichi, el cual también había estudiado en Europa y era un apasionado de la arquitectura moderna que entonces se hacía allí. Y como resultado de esta conjunción junto con los artesanos japoneses de la época se construyó este precioso palacio en 1933, que hoy es la sede de este museo desde 1983. Fue renovado recientemente y se abrió al público de nuevo en 2014 añadiéndole un anexo por Sugimoto Hirashi.
Así lo que se visita es el interior de esa residencia con la decoración de aquella época, incluyendo obras de René Lalique, quien también colaboró en su decoración y con exposiciones temporales como la que hay ahora de Emile Gallé, maravillosa. Esta tiene un precio especial para los mayores y en la lista de los de entrada gratuita están los que dispongan de un certificado de supervivientes de la bomba atómica. Curioso.
Desgraciadamente no se pueden hacer fotografías de su interior ni de la exposición, aunque también lo comprendo dada la afición que hay en este país por esa actividad y lo pesados que somos algunos al tomar las fotografías.
En resumen una visita muy interesante y más si has ido a ver el “Instituto para el Estudio de la Naturaleza”.
Hay un jardín enfrente del palacio donde sí se pueden hacer fotografías pero no se pueden utilizar paneles reflectores. Curiosa prohibición. Sí se pueden sentar a comer en su césped y así lo hacen pero sin bebidas alcohólicas.
PD
La prohibición más curiosa de Japón la he encontrado en la visita al museo de hoy:
“Use only pencils for taking notes inside the galleries. (Pencils may be borrowed from the reception desk.)”. (Que me ha recordado a Ikea).
Te la dejo tal como la he visto.