28. Japón 2016. 18 de marzo, viernes. Decimoctavo día de viaje. Wakkanai.

by

En este hotel entre otras agradables fruslerías había una bolsita de té que tenía este epígrafe: “buenas noches, buen mañana”. Realmente en inglés suena mejor, pero no lo he sabido traducir: “Good night, good tomorrow”. Formaban parte de un conjunto que se llamaba “Sleep advantage”, pero este té, “Roasted Green tea”, tenía la más bonita explicación de todos.
Y es que era “low-caffeinated”. Es que tengo una amiga que es una fanática del té sin cafeína. Vaya, raya en el sectarismo, aunque si es una secta no tienen líderes, ni pagan cuota. Que yo sepa.
“Low-caffeinated Roasted Green Tea mixed with Brown Rice Tea for the Nighttime”.
“Le recomendamos que goce de un agradable momento con este té bajo en cafeína antes de ir a la cama. Tenga un buen descanso nocturno después de disfrutar con la armonía entre el té verde y el fragante arroz moreno (?)”.
Amanece un día gris pero sin nieve ni lluvia. Hasta ahora hemos tenido una gran suerte con la meteorología, sobre todo si la comparamos con el viaje a Japón del año pasado, en que nos llovió hasta en la “sunny” Kagoshima.


Hoy vamos a empezar nuestra vida de turistas visitando el cabo Soya, donde ya estuve en el 2009. Es el punto más septentrional de Japón y un lugar con un encanto especial, de esos de “ya no se puede ir más lejos”.

El autobús en 50 minutos te lleva desde la estación de autobuses que está al lado de la de tren. ¡Mira que son prácticos esta gente juntando los dos centros de transporte y además colocándolos en el centro de las ciudades! Por cierto que esta moderna estación de ferrocarril también es de las de “fin de mundo”: la vía acaba allí. No hay más allá.
El letrero de la parada de autobús, como todas las indicaciones de la carretera, está también en ruso. Para no ser amigos les ayudan bastante.
Después de lo que les han hecho con las islas Kuriles yo les pondría la información con caracteres cirílicos pero con las letras salteadas: “Daela d oillast”en lugar de “Salida a Toledo”. Claro que no sé si no lo harán pues un “Bus Stop” de 7 letras se ha transformado en 19 letras en cirílico. Quizás diga: “Parada de bus, cara de culo”.


El conductor es una persona amable que conduce con sumo cuidado no pasando de 60 por hora (y vamos por carretera), que viste elegantemente y lleva guantes blancos.


Compruebo que creen que no nevará más pues he visto camiones cargados de nieve por medio de unas palas enormes. ¿En qué lugar echarán la nieve?
A lo largo de la costa han construido un rompeolas con piezas geométricas de cemento a unos 40 metros de la playa. Ni ida del fin pero seguro que para algo servirá que estos munícipes nipones no creo que sean como los del PP valenciano, sin olvidar al Sr. Fraga y su “Monte Gaias”.
Pasamos al lado de varios puertos de pesca y casi todos los barcos están encima el muelle imagino que esperando la primavera.
En la parada de cabo Soya solo hemos bajado dos japoneses y nosotros. Le pido a uno de ellos que nos haga una fotografía. Cuando la veo me percato que llevo casi la misma ropa que en el 2009, y es que mi forro polar naranja solo lo utilizo en Japón y prácticamente no llevo otra prenda.


Tendré que “compararme” para ver el paso de los años. Que si no se nota por delante, que se notará, si lo hace por detrás, o sea en mi espalda. Esta es la del 2009.

El que está igual es el samurái.
Recorremos los diferentes monumentos y subimos a un punto de observación en una colina.

Allí una joven con una cámara con un teleobjetivo enorme y unos prismáticos de observar aves. Pienso que seguro que sabrá algo de los cisnes del lago Onuma; imposible la comunicación. Solo logro entenderle “aigle”: está allí esperado fotografiar águilas que efectivamente hay en aquel entorno.
Quedan restos de un fortín de observación y dice el letrero que fue construido después del tratado de San Petersburgo de 1875 por el que Japón cambiaba con Rusia las islas Sajalin por las Kuriles. Y ahora ya ves, todas rusas. No me extrañaría que les puteasen con los letreros.
También hay una bonita lápida en francés recordando al “compte de La Pérouse” quien fue el primer europeo que navegó por estas aguas en 1787.


De regreso a Wakkanai, y como hemos visto en la carretera un letrero que ponía “Al lago Onuma 1,5 km”, hemos decidido bajarnos allí para ver si por lo menos había un par de cisnes. La verdad es que hemos podido parar donde queríamos porque un amable ciudadano que hablaba un poquito de inglés se ha prestado a ayudarnos.
Llegamos a lago y efectivamente está todo nevado. Hay una “Bird house” donde estuve en el 2009 paro ahora está cerrada. Ya me lo había advertido la empleada de turismo. Y además no hay nadie en aquel entorno para poder preguntar. Así que hemos llegado demasiado tarde para el hielo de Abashiri y demasiado pronto para los cisnes en Onuma. Porque entonces me percato de que en un lago helado los cisnes no pueden alimentarse, ni protegerse de los depredadores.


Ahora hay una nueva torre de observación a unos 500 metros y han limpiado de nieve la pista hasta allí.


También está cerrada pero resulta estar situada en el punto por donde sale el agua del lago y ¡hay cuatro cisnes en el río! Están bastante lejos y además es imposible para nosotros andar por la nieve (lo que tiene ser áptero), aunque nos hemos podido acercar lo suficiente para tomar alguna fotografía.


No les hemos debido parecer gente de fiar, así que primero han salido del agua y se han colocado en fila uno detrás del otro. Imagino que eso se deberá a algún comportamiento de seguridad y el de delante es el más vivo o el más cauteloso pues es el que decide cuando levantar el vuelo, que es lo que han hecho al intentar aproximarnos un poco más.


Y se han ido a posar a unos 200 metros de la “Casa de las aves”, dentro del lago. Y además han aparecido una docena más volando en formación y se les han unido.


Nos hubiésemos quedado un rato más, pero es que ha refrescado y nos teníamos que ir a coger el autobús de vuelta; no hemos visto los 2300 ejemplares del año 2009 pero sí algo más de una docena. Más tarde la empleada de turismo a la que he ido a ver me ha enseñado una fotografía de un periódico donde decía que en abril habrá 300 cisnes. Bueno, eso he entendido que mi japonés y su inglés no daban para más.


En la carretera no teníamos claro el punto de la parada del autobús pues es un cruce sin ninguna vivienda cercana en aquel páramo nevado.


Decidimos irnos andando hasta el pueblo más próximo y allí me aproximo a una casa, hago señas a su habitante y el amable señor sale y me muestra el sitio exacto de la parada y comprueba en una lista la hora de la llegada. Falta un buen rato pero no hay nada más que hacer que esperar.


En el hotel investigamos un poco y encontramos una especie de capilla con un crucifijo presidiéndola; parece que es para bodas. Pregunto en recepción si es para bodas cristianas y me dicen que no, que es para todos los que se quieren casar aquí, sean cristianos (debe haber media docena en este pueblo, como mucho) o budistas. O sea que es la moda social lo de casarse a lo occidental. En el hall de entrada hay una gran habitación llena de trajes de boda y me confirman que es para alquilarlos. ¡Sabia decisión! Si lo compras es para disfrazarte para un día en tu vida y te cuesta un pastón, y encima luego tienes que guardar el traje (los de ambos) que deben ocupar un gran espacio en tu Pax de Ikea. Bueno eso es algo que me pregunto al ver tan magno acontecimiento en España: ¿Qué se hace con los trajes de boda? ¿Dónde se guardan en esos pisos donde ni cabe una tele de 50”? Y no te digo nada si la unión te ha salido rana y tienes que ver durante toda tu vida el traje de “día más feliz de mi vida”. (Después del de la primera comunión).


Damos una vuelta por el centro y vemos un ciervo grandote y cornudo comiéndose la corteza de algunos arbustos raquíticos de un jardín. Y me extraña que con lo que cuidan las plantas, aquí que hasta el más birrioso de los arbustos está atado con cuerdas para que no se rompa con las nieves, nadie espante al feroz herbívoro. Claro que tampoco pasa nadie por la calle. Y yo no me atrevo pues no sé la política municipal al respecto. Sí se libran los arbolitos que en lugar de atarlos los han cubierto con unas mallas azules.
Nos acercamos para ver una extraña construcción que hay en la parte interior del rompeolas. Es como…pues no sé con qué compararlo pues no he visto nada igual en mi vida, tanto que regreso a la oficina de turismo para preguntar para qué sirve. Me saca un díptico de la ciudad donde dice que es un rompeolas para proteger el puerto de “los fuertes vientos y las grandes olas del estrecho de Soya”.
El Kita Bouhatei Dome tiene 427 m de largo, 13 de alto y 70 columnas y lo construyeron a la imagen de la arquitectura clásica.


Pues además hemos visto que los andarines de Wakkanai lo usan como circuito: no hay en toda la ciudad un tramo tan largo sin nieve para poder andar.
A su alrededor grandes montones de nieve con extrañas manchas rosas.


Acabamos el día en un restaurante ruso que recomienda la guía. Cuando salimos son la siete de la tarde (los restaurantes abren para la cena de 5 a 10) y no hay nadie. Pero es que nadie: a lo largo de un kilómetro por la parte más céntrica de la ciudad solo hemos encontrado a unos que estaban arreglando el tendido eléctrico.
Vuelta al hotel, internet, escritura y a dormir temprano que mañana hay que madrugar.

NB.
En la carta de un restaurante encuentro la descripción de lo que me dijeron que eran tripas de pescado y que a pesar de su aspecto repugnante yo desayunaba con tanto gusto: “Squid shiokara” o sea “calamar adobado en una pasta viscosa”. La “pasta” está hecha de las tripas fermentadas del calamar. Una delicia.

PD
Esta mañana aunque no hemos podido “cazar” a ningún cisne como queríamos, Marisa si lo ha hecho con un bonito bimotor que por un efecto óptico parecía que iba con las hélices paradas.

Etiquetas: ,