27. Japón 2016. 17 de marzo, jueves. Decimoséptimo día de viaje. De Asahikawa a Wakkanai.

by

Hoy amanece un día espléndido. Mira que hemos tenido suerte con el tiempo: ni un día de lluvia.
A pesar de que Asahikawa es una ciudad sin turismo occidental, en el desayuno hay tenedor y cuchara además de los palillos. No he visto a nadie hacer uso de las herramientas occidentales.
Cuando vamos hacia la estación de tren con nuestras maletitas con ruedas me acuerdo de los turistas con maletones por los caminos arenosos de Bali: por la nieve se transita fatal con las ruedas. Afortunadamente las aceras están casi totalmente limpias pero cuando tienes que pasar por un tramo de los de “casi” es francamente difícil pues intentamos evitar los trozos congelados y coger los blanditos y las ruedas no giran. ¿Qué harán los de las grandes maletas?
La estación además de enorme es muy, muy moderna, tanto que tiene un sistema de información de la situación de los coches de un convoy que no he visto más que aquí.


Me explico: habitualmente cada andén tiene marcado en el suelo el lugar exacto donde se situará la puerta de cada vagón con un número de éste y del tren al que corresponde. Si son estaciones con mucho tráfico puede haber varios tipos de trenes que utilicen los mismos andenes y entonces hay varias indicaciones con los diferentes nombres de los trenes. Lo habitual es que estén con caracteres japoneses y latinos pero muchas veces tienes que andar preguntando al personal para saber dónde colocarte. Aquí está solucionado: en el suelo solamente está marcado el número de la puerta y en una gran pantalla te dicen en qué puerta se situará tu vagón en cada tren. La verdad es que si no hubiese sido por una señorita ferroviaria que andaba educando a los incultos como nosotros no sé adónde hubiésemos ido a parar. Además aprovechan el mismo panel luminoso para indicar todas las estaciones del recorrido. Y cuando no hay ningún tren dan mensajes cívicos. O eso me ha parecido a mí. Hoy he visto a varios animales salvajes vestidos de ferroviarios. En medio de dos pantallas un teléfono público y debajo una guía telefónica. ¡Qué envidia! Siempre que veo esos ejemplos de civismo pienso en España, incluidas las “nacionalidades históricas”: ¿Cuánto tiempo duraría en Atocha o en Sans una guía telefónica?


Ahora, al escribir el borrador por la noche los pensamientos matutinos, pienso que realmente no es “un acto de civismo” no destrozar o robar una guía telefónica. Que eso es un acto neutro. Porque cuando mueras y vayas delante del Juez Supremo no podrás poner en tu balanza de actos buenos que “ayer no pinté en la pared de un colegio” o que “hace un año no rompí un banco en un parque público con un monopatín”,….Eso no contará.
En el tren tenemos detrás a una joven con un bebé casi recién nacido y a nuestro lado una pareja de señoras con un perro pequeño en una maleta de perros. Primero pienso en la educación japonesa y en el silencio de los trenes: o los perros están tan bien educados como sus amos o les dan una pastillita para que viajen atontados, pero al rato el bebé llora y el perro ladra. Poco, pero ladra. ¡Jodidos perros!


Desde Asahikawa a Wakkanai el paisaje está totalmente nevado, excepto algún torrente pues los grandes ríos están congelados. También están limpios de nieve las carreteras y los núcleos habitados donde calles y lugares de trabajo suelen estar limpios. Lo que ocurre es que como nieva tanto y hace tanto frío pues van quitando la nieve y amontonándola una y otra vez y de esta manera se forman grandes montones, a veces montañas, de nieve enormes. Por ejemplo en las estaciones. Hoy he visto una que tendría casi 10 metros. Pero el paisaje es espectacular. Lástima que desde el tren no se pueda fotografiar a gusto.


Atravesamos una zona montañosa y vemos ciervos y a veces sus pisadas.
Aunque esta isla no tiene nada que ver en cuanto a densidad de población con las otras tres casi siempre ves alguna casa y cerca de ellas en muchos casos unos invernaderos ahora sin los plásticos protectores. No sé cuando empezarán a cultivar algo. Leí que en la zona alrededor de Ishikawa se producía el mejor arroz de Japón. Quizás sea en estos campos pero ahora totalmente cubiertos de nieve no me los imagino con cultivos de arroz.
Llegamos a Wakkanai y la primer sorpresa es que lo que antes era una pequeña y antigua estación de ferrocarril ahora es un magnífico edificio moderno. La segunda sorpresa la recibimos en la oficina de turismo: este año no hay cisnes. Creo que es que vienen más tarde pero no lo tengo claro. Porque estas era una de las razones de llegar hasta aquí: que Marisa viese el lago Onuma, que yo descubrí en el 2009, y los cientos de cisnes que alberga. La señora de la oficina de turismo no es la de la otra vez. Entonces me ayudó muchísimo y tuvo un par de detalles impresionantes conmigo. La de hoy es amable y sonriente pero sabe muy poco inglés y, peor todavía, no sabe explicar las cosas. Después de la experiencia de Kushiro me parecía que todos iban a ser iguales. Ellos pusieron el listón muy alto. De todas maneras nos proporciona unos horarios de los autobuses y hace un par de llamadas para confirmar alguna información. La verdad es que la pobre no tiene la culpa de que yo no encuentre los cisnes.
Para compensar la decepción primera, el hotel de esta ciudad es el mejor del viaje. Esta vez hemos sido “infieles” a “nuestra cadena” pues aquí no tenían establecimiento y este es una maravilla: lo calificaría como una mezcla de salón de bodas y “Sheraton”, para nombrar la cadena que utiliza como referencia mi amigo Luis: él va siempre a uno “como el Sheraton” o mejor.
Este tiene una vista maravillosa desde nuestra habitación en el piso 10 hacia la zona del puerto.


Aunque son las 2 de la tarde aquí ya empieza a ser un poco tarde para comer, además de que los que recomienda la guía no abren hasta las 5 de la tarde. Comemos un cuenco enorme, pero enorme, de ramen y vamos a seguir con nuestra vida habitual pues no solo de cisnes vive el turista, así que vamos a visitar el cabo Noshappu que es una de las visitas recomendadas y al que no tuve tiempo de ir en mi primer viaje.
Cogemos el autobús para ir hasta allí y como siempre el conductor es de lo más amable. En el camino se suben unos niños que acaban de salir del colegio; tendrán unos 6 años y van solos. Y este no es un pueblo de 300 habitantes, que debe andar por los 50 mil.


El cabo Noshappu es el segundo lugar más al norte de Japón, siendo el primero el cabo Soya, y debe ser un sitio típico de las excursiones de turistas japoneses. Mientras estamos nosotros han aparecido parejas sueltas, muy poca gente pero sí descubrimos el camión más acabado de todo el país.


Damos una vuelta por aquel entorno y en un solar nos topamos con media docena de ciervos. Imagino que pasará como con las cabras montesas de algunos lugares de España: se han acostumbrado a los humanos y no se asustan.


Vemos también a un señor que parece que está recogiendo “kelp”, la famosa alga. Con el frío que hacía estaba metido hasta medio cuerpo dentro del agua. Realmente no hemos sabido si recogía algas o simplemente estaba trabajando como en un huerto marino pues a pesar de lo que hemos esperado no ha salido del agua y no he podido preguntarle.


Regresamos al hotel y nos aposentamos de verdad en él pues cuando hemos llegado al medio día hemos salido muy rápido. Y ahora al estudiarlo a fondo los japoneses no dejan de sorprenderme; en el cuarto de baño hay colocados dos rollos de papel higiénico, uno empezado y otro sin abrir. Sobre este último hay un letrerito que dice: “Queridos huéspedes, por favor utilicen el rollo de papel que está en el primer compartimento adjunto. Esto ayuda a conservar los recursos”.
También hay un papelito, este todo en japonés, donde dice que de 20:00 a 23:00 parece que hay cosas que son casi a mitad de precio. Por la hora deduzco que debe ser la cena. Bajo a recepción a preguntar y la joven solo me dice: “drink alcohol”. Porque en este hotel, a pesar de su categoría, nadie habla inglés.


Tengo una duda con un horario de autobús para mañana, vuelvo a la recepción y me atiende un caballero de porte elegante que podría ser el director del establecimiento y que habla un poquito, pero poquito, poquito de inglés. Creo que es la primera vez que ve un horario de autobuses. Ese es un problema que me suele ocurrir cuando voy a un hotel que no suele tener huéspedes que vayan con transporte público. Ha estado un cuarto de hora conmigo pero no he sacado nada en claro.


Y una novedad para nosotros aunque quizás no para ti cliente de “cheratones”: puedes escoger 5 tipos de almohada de una lista (hay una de pelo de camello, que no sé si creérmelo) y un menú de aromas. Yo pensaba que cuando lo pedías te daban la almohada con el aroma que escogías. Pues no, aparece una joven recepcionista con las almohadas y un carrito con tres vasitos y tres botellitas con cuentagotas. Dice que qué aroma quieres, echa unas gotitas en el vasito, lo hueles, dices que sí y entonces te echa unas cuantas gotitas en un pieza de cerámica que coloca en la mesilla.
La guía para dormir y el té que tienes en la habitación lo dejaré para mañana.

Etiquetas: , ,