Hoy en el desayuno han cambiado el brócoli por las algas y además han colocado un recipiente como el de la sopa con una pasta marrón muy espesa que no tenemos ni idea de qué es pero que está muy buena. El personal lo mezcla con el arroz y eso hacemos nosotros.
A mi lado un occidental mayor desayunando con cuchara. Es un excéntrico. No, no por ser el único que utiliza esa herramienta, es que habla solo y no para de moverse de un lado a otro.
En otra mesa una señora desayuna con palillos pero que son suyos. Si le dan pocas garantías los del hotel, que la verdad no son desechables como en la mayoría de los restaurantes, pero que están limpísimos, si un día va a un bar de carretera español se morirá de asco.
El desayuno se sirve en la misma recepción moviendo algunas mesas y colocando alguna plegable más. Para beber hay una cafetera con café de filtro, una máquina de agua que está en servicio todo el día con agua fría, caliente y del tiempo, dos jarras de té verde frío, una de vinagre de manzana o algo así, de la que bebe Marisa, y una tetera para té japonés caliente con 8 botones, todos con las instrucciones en japonés: un problema el primer día hasta que logramos hacernos con la tecnología japonesa.
Hoy vamos a visitar el área de Sagano y Arashiyama. Es una zona situada al oeste de la ciudad y a la que se llega fácilmente en un tren de cercanías desde la estación de Kioto.
Esta zona es una de la cuatro incluidas en una información de la oficina de turismo que se llama “Kioto walks” y que te recomiendo que pidas. Además en turismo te dicen el andén exacto donde bebes coger el tren lo que es de agradecer en una estación tan grande como ésta.
Camino de la estación un limpiador de fachadas está situado en una de vidrio donde se refleja el edificio que tiene enfrente y parece que está limpiando ese y no el que limpia realmente. Una bonita ilusión óptica.
El tren va lleno lo que nos sorprende por la hora y día aunque quizás por ser un tren de cercanías no sea tan raro.
La zona que vamos a visitar hoy la define la guía como la segunda más importante después de la de Higashiyama y además para nosotros tiene un interés adicional pues no la conocemos.
En la estación un tampón para el recuerdo: es un aparato fijo enorme que te deja la libreta empapada de tinta roja.
Al salir de la estación un letrero prohibiendo los gatos. Vaya, estaba todo en japonés menos el dibujo de una cabeza de ese animal con el signo encima de prohibido aparcar. Así que estrictamente sería “Prohibido aparcar gatos”, porque el “NO” en la señalética japonesa es con el signo de la cruz de san Andrés, como expliqué ayer.
Luego encuentro un mapa situado al revés de lo que para mí es la convención universal: con el signo del norte hacia abajo. Quizás por eso nos pasó lo que nos pasó.
Se recomienda empezar el recorrido por el puente de Togetsu Kyo (“puente de la luna creciente”) y hacia allí nos dirigimos, con tan mala fortuna de que me equivoco al salir de la estación y nos perdemos. Un amable ciudadano nos pone en el buen camino. Y hemos debido de ser los únicos a los que nos ha pasado eso pues el puente está lleno de turistas y de tiendas para ellos. O sea que desde la estación hasta aquí es imposible perderse. A no ser que tú seas yo.
Alrededor del puente hay jóvenes vestidos de forma tradicional que ofrecen servicios de “hombre caballo”. Es curioso que una actividad que está en lo más bajo del escalafón en la India y prohibida en muchas ciudades de ese país aquí sea una atracción turística. La diferencia es que en la India son los más pobres y maltratados los que lo hacen (o hacían) y aquí son jóvenes apuestos que además van contando el recorrido a los pasajeros que llevan.
En un puesto callejero unos pinchos de algo que debe ser una exquisitez pero para nosotros algo muy exótico: hígado de anguila a la parrilla. Lástima que sea demasiado pronto para probarlo. Además dado nuestro desconocimiento nos lo ponen de buitre y no nos enteramos.
La guía dice que si solo tienes tiempo para visitar un templo veas el de Tenryu-ji y si puedes también el de Gio-ji.
Este es un pueblo pequeño extendido por un bosque y con todos los lugares interesantes diseminados por allí.
Así que vamos a empezar por Tenryu-ji. Este lugar ya estaba ocupado por un templo en el siglo IX de una gran importancia histórica pues fue el primer templo zen del Japón. En 1339 fue construido el actual por el shogun Ashikaga Takauji en el lugar donde el emperador Go-Daigo (recuerda que Kioto era la residencia imperial) tenía una villa, pues un sacerdote tuvo un sueño en el cual un dragón salía de un cercano río. Ahora eso tendría una fácil interpretación: hay que construir una fábrica de celulosa que envenene el río y así moriría el dragón, pero en el siglo XIV el intérprete dijo que era porque el espíritu del emperador estaba intranquilo y que había que levantar un templo para apaciguar al dragón. Tenryu-ji significa “dragón celestial”.
Lo curioso es que ese emperador tuvo una vida muy agitada, nada que ver con la idea de ocio y molicie en la que pensamos que trascurrían sus vidas. Además ese shogun fue aliado suyo en algunas empresas guerreras para convertirse luego en su enemigo. Parece que levantó el templo para aplacar el espíritu del fallecido emperador. Entonces fue designado el primero entre “las Cinco Montañas de Kioto” (los cinco más importante templos zen de la ciudad), categoría que mantiene en la actualidad. Ahora está catalogado como Patrimonio de la Humanidad.
Ha sido destruido por el fuego ocho veces, la última en 1864, por lo que el actual es sobre todo de la época Meiji (1862-1912). Pero aquí más que a ver el templo lo que se viene a visitar es su jardín que es uno de los más antiguos de Japón, manteniendo la misma forma que le dio el abad Muso Soseki quien fue el primer abad del monasterio. Se le conoce con el jardín Sogenchi y también catalogado como Patrimonio de la Humanidad.
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