6. Japón 2016. 3 de marzo, miércoles. Tercer día de viaje. Kioto. Himeji. Parte primera.

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El Sr. Sánchez y los gatos japoneses o el Sr. Iglesias y los gatos japoneses o el Sr. Rajoy y los gatos japoneses.
Resulta que hoy, 3 de marzo de 2016, el Congreso español retumba con los discursos de nuestros líderes y de los improperios y declaraciones altisonantes de algunos de ellos pero mientras tanto aquí, en Japón, exactamente en la dulce y apacible y maravillosa ciudad de Kioto la noticia que aparece en “The Japan Times” (además del “Super Tuesday” americano) es que “Cat cafes likely to keep 10 p. m. close”.

¿Qué ha pasado? Pues que aquí se abrieron unos llamados “cat cafes” (que no sé cómo traducir, quizás “cafés gatunos”) y el gobierno, muy sabio, permitió en 2012 que estuviesen abiertos hasta las 10 de la noche, como una excepción a las leyes de protección animal: dos horas más tarde que las del cierre de las tiendas de mascotas. Y ahora que se acaba el plazo esperan que se prolongue la medida. ¿Por qué? Pues porque un estudio ha demostrado que el nivel de las hormonas del estrés en los gatos de los cafés era igual a las 8 de la tarde que a las 10 de la noche. ¡Para matarlos! No, no a los pobres y sufridos gatos, no, a los que se dedican a esas tonterías en lugar de preocuparse por la salud de los políticos españoles y de su nivel de estrés.

Y a todo esto quizás no sepas de qué va eso de los “cafés con gatos”. Cafés en los que los clientes mientras toman un té pueden mirar y comunicarse con los animales. (Los que han tenido gatos saben que eso de comunicarse con ellos es más que difícil). Son para el personal que ama a los gatos pero no pueden tenerlos en su casa. Y no creas que no se preocupan por los bichos: solo se permiten ejemplares adultos, de más de un año y deben tener espacio suficiente para moverse con facilidad y seguridad.


Lo dicho: viven mejor esos gatos que el Sr. Sánchez, El Sr. Rajoy y quizás que hasta el Sr. Iglesias, aunque creo que a este le gusta tener la bilirrubina subida. El Sr. Rivera tiene controlado el estrés y el Sr. Garzón no tiene.
Ah, y por si eres apóstol catalán: tampoco hay ninguna noticia de tu región, ni siquiera del CF Barcelona, que es lo único que interesa de allí en el espacio exterior.

Pero estamos en Kioto.
Aunque ayer nos acostamos tarde y a pesar de que hoy todavía andamos con los ritmos circadianos jodidos hemos medio madrugado: a las 8 de aquí, o sea a las 12 de la noche en España. Vamos a desayunar rodeados de jóvenes vestidos de jóvenes japoneses, o sea con traje oscuro y corbata, alguna provecta turista del país y un par de occidentales mayores. Y te percatas con aquel desayuno del porqué hay tantos abuelitos: ¿qué pasaría si en lugar de panceta fritita y los huevos fritos con longaniza te tomases un platito con arroz hervido, brócoli hervida y col de piña hervida? Pues que tendríais el tipo y la longevidad de un japonés.
Y más: en lugar de vino y de un carajillo, solo té verde.
Después del saludable desayuno a la estación a la carrera pues hoy queremos ir a Himeji y solo hay un tren cada hora.
El día es estupendo, hace sol, no hace frío ni tampoco calor y de día todo está más claro. Así el recorrido del hotel a la estación es de 15 minutos andando y además pasando al lado de varios templos monumentales.
Delante de la estación de ferrocarril hay una gran plaza y un montón de dársenas desde donde salen muchos autobuses. Pues bien, hay largas colas en muchas de las paradas con jóvenes japoneses; son turistas nacionales cada uno con su mapa, pues desde allí salen los autobuses urbanos que te llevan a los principales puntos de interés. Y es que en esta ciudad hay muchos, muchísimos turistas y casi todos del país aunque veremos más occidentales que en ningún otro lugar, quizás exceptuando Tokio. Y como siempre me admira la rapidez y eficacia de los que te atienden en la renfe japonesa. Y todos son extraordinariamente jóvenes. Tanto es así que al regresar por la tarde a la estación he comprado los billetes para irnos desde aquí el próximo lunes y a la joven que me ha atendido le he preguntado el porqué de esa juventud de todos sus compañeros. Le he hecho una pregunta que ya comenté creo en otro post: que si pasaba como en “Soylent Green“ que cuando se hacían mayores se los comían los jóvenes (en la peli creo que los transformaban en galletas) pero la muchacha no me ha entendido así que ha llamado a un compañero con mejor nivel de inglés. Han tardado bastante en entenderme y cuando lo han hecho se han reído bastante (pero no me han sacado de la duda de si se los comen o no). Marisa me estaba esperando fuera de la oficina, que era de esas de tipo pecera, y me ha dicho que si les estaba preguntando por algún restaurante pues parece que he debido gesticular bastante para explicar lo de los ferroviarios comiéndose a otros ferroviarios.
(Estoy escribiendo el borrador en la recepción del hotel por la noche y acabo de echarle la bronca, pequeña, pero bronca, y por señas, a un japonés maduro que habla por su teléfono como si fuese un nigeriano. Los que cogéis los trenes de cercanías del sur de Madrid ya sabéis a qué me refiero).
Pero vuelvo al comienzo: la joven me ha expedido 6 billetes para dos viajes diferentes en un abrir y cerrar de ojos. Me ha entregado los tiques, me los ha explicado, ha sonreído y me ha dado las gracias cien veces. O más. Y el billete de esta mañana me lo ha dado 5 minutos antes de la salida del tren, al que hemos llegado en una estación enorme. Por supuesto no hay control de pasajeros y equipajes para acceder a él.
Si un joven de estos va a sacar un billete en Atocha creerá que está en otro planeta. Claro que aquí, en España, a los ferroviarios viejos no los transforman en cereales del desayuno. Si algún día les explico la peli a mis nietos les diré que el final del proceso eran cereales del Hacendado.
El tren que va a Himeji es un “shinkansen” que viene de Tokio y va a Okayama y que pasa por importantes ciudades como Osaka y Kobe. Y en una hora te plantas en Himeji.

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