53. Bali y Lombok 2015. 7 de octubre, miércoles. Trigésimo día de viaje. De Denpasar a Singapur. Tercera parte.

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Este taxista, que es el mismo que nos llevó desde este hotel a Ubud cuando llegamos es de los de término medio: habla lo suficiente, pero no nos apabulla. Así nos explica que a los extranjeros nos llaman “bule”. “¿Los chinos son ‘bule’?”. Pues no. Parece que los “bule” somos nosotros, los europeos y los australianos.
Y en mucho menos tiempo del previsto llegamos al aeropuerto.
Cuando vinimos no nos fijamos demasiado en él pues nuestro principal interés estaba en salir pronto de allí, pero ahora tendremos que pasar un buen rato aquí y lo veremos a fondo.
Esperamos que abran los puntos de facturación, lo hacemos y conseguimos los tres billetes necesarios pues en esta ocasión el vuelo será como a la venida, pero la escala en Singapur es una verdadera escala o sea con cambio de avión. Volamos con Air France pues esta compañía está unida a KLM, con la que llegamos a Bali, formando un solo grupo. Pero además el vuelo de Denpasar a Singapur lo haremos con Garuda, la línea nacional indonesia.


En la espera hago los cálculos económicos del viaje: para ser la primera vez que visitábamos este país todo ha ido mejor de lo esperado, pues los presupuestos los hago más bien a ojo pero apartado por apartado y en todos hemos estado dentro de lo estimado. Y otro apartado, este no económico, donde hemos estado de maravilla ha sido en “Medicamentos utilizados”: ninguno. ¡Bien!
El aeropuerto es pequeñito pero con todos los servicios y trampas “atrapa-viajeros “, como otros más grandes. Así las tiendas de lujo.


O mejor las tiendas de lujo de las marcas de lujo, que además de escaparates artísticamente presentados, también muestran bellas señoritas en grandes paneles mostrando sus productos. Vaya, mostrando los productos de las marcas de lujo aunque en algunas ocasiones también enseñan “sus” productos, los de las señoritas. Lo que no sé cómo se compagina la moral islámica de un país como este con una fotografía así de Omega, donde se exhibe una joven en una postura indolente y hedonista, que parece más bien de un serrallo de la corte otomana.


Como una compensación a tanta belleza y juventud veo a un grupo de tres septuagenarios en silla de ruedas. Pero no solo me sorprende la edad y su falta de movilidad es que tienen el aspecto de estar bastante machacados. Aquello sí es real frente a la irrealidad de la fotografía y el photoshop.
Además de las tiendas de las grandes marcas también hay un par dedicadas a los productos de la isla. De esas de “compre esa chorrada que se ha olvidado de comprar” o “gástese las últimas rupias que le quedan”. Por cierto que antes de entrar en la zona de inmigración he visto a un empleado (llevaba colgando la etiqueta de identificación, aunque a lo mejor era del precio de la camisa) que ofrecía cambiar euros de los que llevaba una mano llena de monedas por las rupias que te quedaban. Tendría que haberle preguntado por el cambio para ver cómo se ganaba la vida. Pero me ha parecido ingenioso, porque a ti te quedan 60 mil rupias por ejemplo y como no dan monedas en las oficinas de cambio y el billete más pequeño es de 5€ pues no puedes cambiarlas, pero aquel benéfico señor te da 3€: tú ganas y él gana.
La otra opción es ese par de tiendas de productos balineses en las que además han colocado a un joven que toca diversos tambores y similares para darle mayor carácter local.


Lo que pasa es que como estamos en un aeropuerto (y no es Japón) todo tiene que ser escandalosamente caro. Así el famoso café cagado por las mangostas, el café luwak, que en una tienda de café de Denpasar costaba 165.000 rupias los 100 gramos, o sea a algo más de 200€ el kilo (en El Corte Inglés el café normal va de 10 a 12 € kilo) en esta del aeropuerto 37$ los 50 gramos o sea a 650€ kilo. Ese tipo de exquisitez cuesta en ese supermercado de El Corte Inglés a 426€ el kilo. Decide tú donde hacer el primo.
Pero no solo son los productos para “hipster” donde te clavan, algo tan popular como los cacahuetes cuestan aquí más del doble y es como un supermercado una tienda de Gucci. Y finalmente el agua. Una botella de litro y medio que cuesta en el “exterior” 5 mil aquí 24 mil.
En resumen un aeropuerto con el lujo necesario pero mucho más comedido que el de Estambul, por ejemplo.


El vuelo de Garuda se caracteriza porque tiene las azafatas menos agraciadas que he visto en mi vida. Y no es una crítica, solamente una observación antropológica. Nos dan una cenilla que no está mal y en dos hora y media estamos en Singapur.
En el té que nos dan en el vuelo hay una cucharilla de plástico sin ninguna gracia pero que Marisa quiere guardar porque le recuerda algo de la infancia pero no sabe qué. ¡Qué misterios los del cerebro! ¿Cuándo conoceremos todas las relaciones entre el pasado y el presente? Y mientras tanto la vida se nos va. Casi sin darnos cuenta y ¡zas! estamos muertos. Viendo el mapa de la navegación me percato de que cuanta más geografía veo más ganas tengo de ver sitios de nombres sugerente (Makassar, por ejemplo) pero de los que desconozco todo: Manado, Balikpapan, Ambon, Banjarmasin…. ¿Cuándo los visitaré? Marisa y yo hablamos de todo esto y de repente surge la chispa de un nuevo viaje: “¿Y Hong Kong?”. “Claro pero antes hay que ir a Japón y volver a nuestra querida India que ya hace dos años que no vamos”. Y es que no tenemos tiempo y los años pasan inexorablemente. No me daré cuenta y tendré 80 años. Y ¿adónde podré ir con esa edad? Porque no me basta con que me digan que no los aparento, ni que un fotógrafo chino de Singapur me aplauda, porque mi espalda y mis piernas sí que lo notan y quizás mis vísceras, pero como esas no se quejan…

Singapur.
Más bien tendría que decir el aeropuerto de Singapur, “Singapore Changi Airport”, pues no hemos salido de él, aunque creo que te podrías pasar una vida sin hacerlo porque es enooooorme.
La primera sorpresa es que esta ciudad tiene la misma hora que Bali a pesar de estar mucho más al oeste que ella e incluso que Java, que sí tiene una hora de diferencia con Bali.
La segunda es que si tienes que cambiar de terminal, como es nuestro caso, vayas con tiempo porque puede ser complicado y largo.


La tercera es que es lujoso, lujoso y que les encantan las orquídeas. Como a nosotros. Así hay un lugar dedicado a ellas donde además de bellos ejemplares (orquídeas y belleza es casi un pleonasmo) han creado una decoración a base de ellas: hay unos grandes globos luminosos hechos con pequeñas flores de plástico y una enorme construida con pequeñas flores que a mí me parecen naturales. Pero mira, la grande es como un monstruo amenazador y no me gusta nada.


Cerca de ese jardín un enorme árbol electrónico llamado “The Social Tree” del que desconozco el mensaje pero era algo notable también.


Entre paseos y espera se nos hace la hora de embarcar para la próxima etapa: de Singapur a París y esta vez con Air France.

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