Es curioso porque el paseo hasta allí ha sido algo casi solitario por la mañana, pero el entorno alrededor del museo está lleno de vida. ¿Las multitudes irán a visitarlo cual un Prado tropical? Pues no, que hoy al entrar nosotros a las 11 de la mañana, únicos visitantes, solo habían estado antes dos belgas y seguramente lo han hecho por obligación patriótica, dado que el autor a quien está dedicado el museo lo fue. Pero es que en aquel entorno, el norte de la playa de Sanur, está ocupado por un montón de oficinas de compañías de viajes que venden los traslados a varias islas desde aquí, incluyendo Gili Air, donde estuvimos nosotros.
No hay pantalanes para atracar y las lanchas rápidas llegan hasta la arena desde donde suben los alegres viajeros. Así que toda la vida de agencias, tiendas y chiringuitos es debida a este trajín viajero y no a Le Mayeur y eso que fue un personaje muy interesante y un pintor notable.
Le Mayeur.
Adrien-Jean Le Mayeur de Merpres (9 de febrero de 1880 – 31 de mayo de 1958) fue un pintor nacido en Buselas y que vivió parte de su vida en Bali. Llegó a Denpasar en 1932 (por tanto con 52 años) y quedó fascinado por la vida balinesa y especialmente (este adverbio es mío) cuando conoció a Ni Nyoman Pollok, llamada Ni Pollok, bailarina de la danza típica balinesa lelong de 15 años. Esta chica se convirtió en su principal modelo y más tarde se casó con ella.
Tras su éxito con una exposición de sus pinturas en Singapur se compró un terreno en Sanur y construyo una casa que es ahora la que alberga su museo.
En 1958 enfermo de cáncer regresó a Bélgica donde murió al poco tiempo. Su viuda regresó a Bali y donó la casa como museo al gobierno del país.
¿Por qué Le Mayeur (perdona que omita el resto del nombre) fue a Bali en 1932? No parece que esta isla fuese un destino común en Europa, pero una compañía de viajes holandesa de nombre tan poco comercial como Koningkelijke Paketsvaart Maatschappij, KPM, o más fácil, Royal Packet Navigation Company, proponía destinos así por el encanto del lugar y la amabilidad de sus habitantes. Así este señor de 52 años (casi un anciano para aquella época) emprendió este viaje. Y se quedó allí.
Lo que se visita así es su casa transformada en museo. Para nosotros ha sido la única oportunidad de ver una casa balinesa de cierto nivel aunque ya hayamos estado en varias “homesatys” que nos han permitido ver la estructura, por lo menos la externa, de una casa familiar.
Ha sido una visita muy interesante y que además nos ha permitido comprobar como Monsieur Le Mayeur se pudo volver medio loco al conocer a Ni Pollok.
La pena es que no sé cuánto tiempo durarán sus obras ni la casa pues a pesar de ser un museo está todo muy descuidado y muchas de las pinturas tienen como soporte “grass matting”, o sea esteras vegetales, y aquí los bichos son muy voraces: estamos en el trópico.
Comemos en una tasquita cercana y al acabar vemos como a unos 500 metros más al norte hay un montón de cometas espectaculares y enormes.
Decidimos acercarnos a verlas y Marisa se pega un pequeño tajo en un dedo del pie. Final de la excursión. Es que estos días para poder andar por la playa llevamos chanclas y es un calzado muy traicionero. Afortunadamente hoy acabamos nuestro periplo playero y así Marisa podrá llevar calzado normal y curar la herida.
Vemos embarcar a un grupo de extranjeros en una de esas lanchas rápidas y les obligan a dejar el calzado (un 97,2% chanclas o similares) en una caja de plástico y así embarcan descalzos. Le pregunto la razón a uno de la empresa “naviera”: para no ensuciar el barco. Muy listos.
Voy a comprar una botella de agua y veo con sorpresa que tienen Evian francesa, pero también compruebo por el precio que es para los muy, muy chovinistas: 25900 idr, costando una del país 4000 rupias.
Tras un breve descanso y cura a fondo de la herida volvemos a la playa para recorrer la parte sur como ayer. Quizás por ser sábado hay unas pocas familias de indonesios bañándose. Una de ellas es musulmana y está la madre con el marido y los dos hijos dentro del agua pero con el pañuelo en la cabeza y me surge la duda: ¿cuándo bucean también llevan pañuelo? Se lo tendré que preguntar a mi amigo Ramiro que ha buceado en medio mundo.
También vemos a un grupo de tres occidentales haciendo yoga y componen una bonita figura, lástima que es muy tarde para la fotografía. En un momento determinado se ponen la mano en la nariz como hacíamos de niños para hacer la burla, pero ellas han estado de esta guisa en silencio un buen rato.
¿De verdad creerán que tocándose con el dedo pulgar de la mano derecha la punta de la nariz y extendiendo esa mano consiguen algo relacionado con el cuerpo o la mente? Si es que sí entonces se trata de una religión y te lo crees o no pero es totalmente irracional.
Acabando el paseo vemos que van a fotografiar a unos novios: no he visto despliegue igual. Uno con un flash y cinco más con cámaras. Y no eran los amigos del novio, que eran el equipo del fotógrafo.
Cena estupenda en el mismo restaurante de ayer y al hotel.
Mañana a Denpasar.
PD
Hoy en el restaurantillo de la comida había una occidental joven rubia con un guapo indonesio. Ambos comían con las manos. Ya sé que el amor hace cometer muchas tonterías pero ¡comer con las manos? Sí, los indonesios, algunos, como muchos indios, comen así pero eso no quiere decir que porque sea una costumbre ancestral sea buena y debas seguirla. Y menos en un restaurante. Porque tú vas a la casa de tu amado y su mamá y toda la familia come con las manos y tú no vas a dejarlos en evidencia pidiendo cuchillo, tenedor y pala de pescado pero en la situación de hoy…
Que no, que la humanidad ha avanzado aunque los que asisten a algunos espectáculos bárbaros y sangrientos no se hayan enterado.