38. Bali y Lombok 2015. 29 de septiembre, martes. Vigésimo segundo día de viaje. De Munduk a Bingin.

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Observación matutina sobre el hecho diferencial catalán.
Vistos los resultados de las elecciones y teniendo en cuenta mis observaciones sobre hasta donde extender la nueva república ¿por qué el Sr. Más no declara independientes la provincias de Lérida y Gerona que son los lugares donde ha triunfado su propuesta? Y no es una “boutade” aunque lo pueda parecer. Incluso hay antecedentes históricos como la de Paquistán tras su independencia, aunque acabase lo del Paquistán Oriental como el rosario de la aurora. Además desde el punto de vista económico podría funcionar: Gerona (que entonces espero que en el reino de España volvería a ser “Gerona” y no “Girona”, que no hay forma de poder pronunciarlo en castellano) proporcionaría la salida al mar y Lérida la zona franca (y paraíso fiscal) de Andorra, que podrían anexionar con permiso de Francia y el beneplácito de la Santa Sede dada la situación del obispo de Seo de Urgel. Aunque podrían dejarlo como una república tipo San Marino, bajo la tutela de la república catalana.
Hoy en Munduk la mañana es preciosa y la bruma empieza a cubrir los valles.
En el desayuno me percato de que la mantequilla es francesa: “Elle & Vire”.
Mientras desayunamos una señora, que imagino la dueña de la casa, lleva un cestillo con diferentes ofrendas que va distribuyendo por la casa mientras va rezando un poco en cada sitio. Un hecho curioso: en los rezos y ritos del hogar las que llevan el cestillo y hacen todo son mujeres pero en los templos y templetes los que ofician son siempre hombres. Como siempre.
Este hotel habría sido una maravilla si no hubiese sido por el cliente de al lado: ¡jodidos fumadores franceses! Porque desde que te levantas y abres la puerta ya te inunda la peste del vecino. No he visto un país donde fumen más los occidentales.


Cundo me despido del joven de la recepción le pregunto por su nombre: Kutuk. Es algo que les ponen a todos los balineses por lo menos a los hindúes: el número de hijo que hacen. Este era el primero. Imagino que al pasar la lista en clase o en la formación militar añadirán otros apelativos.


A las 9 aparece el conductor que nos va a llevar a Bingin. El coche impoluto y el conductor el balinés menos hablador de toda la isla. Ha respondido con un no o un sí a cada una de mis preguntas y un par de veces que me ha respondido con 3 ó 4 palabras adicionales lo ha hecho con un volumen tan bajo que no he entendido nada. Ha sido el polo opuesto al viudo de Pemuteran.
El recorrido en su primera parte pasa por los lagos de Tamblingan, Buyan y Bratan.
Cuando pasamos por una ciudad, quizás Bedugul, son las 10 de la mañana y es la hora en la que los escolares van a su casa en su jornada partida. Por la calle van unas niñas musulmanas vestidas como monjas de clausura. ¡Pobres infantes! Y no me digáis los multiculturalistas que es eso, una cuestión cultural, porque sus hermanitos no van con la chilaba.
Para compensar vemos en otro pueblo a unas señoras vestidas de balinesas, o sea con puntillas, y con unos preciosos cestos con ofrendas sobre sus cabezas.
Un anuncio en la carreta dice: “Indonesia masa de pan”. Ni idea de que significa pero es muy gracioso.
Luego la carretera se transforma en una vía normal con dos carriles y línea central que el personal respeta pues la circulación es muy abundante. Hay tramos en los que las casas se suceden continuamente pero también pasamos por verdaderas poblaciones. Y siempre todo muy verde, sean campos cultivados, sean bosques. Nadie va andando por la carretera y no se ve ni una bicicleta.
Nuestro conductor impertérrito y adusto no pasa de 60 por hora aunque la carretera sea buena. Tampoco hay ninguna indicación de la ruta a seguir o nombre de las poblaciones que atravesamos hasta que estamos cerca de Denpasar.
Otra característica agradable: el personal no se enfada y no tocan el claxon a no ser que vaya delante un motorista y les parezca que no se ha percatado de la maniobra de adelantamiento.
Y una observación de Marisa: ni bigotes, ni gafas.
También veo que el indonesio se apodera de términos ingleses cuando tiene necesidad de ellos: en una facultad de economía dice que es también de “bisnis”.
Y así llegamos a nuestro destino: Bingin.
La primera sorpresa es que no es una población al uso, sino unas playas debajo de unos acantilados con establecimientos hoteleros en lo alto de ellos.
Nuestra primera selección de alojamiento, una “homestay” que recomienda la guía, está completa. A la tercera encontramos el lugar adecuado.


Nos aposentamos y bajamos a la playa. Y digo “bajamos” porque el camino discurre por una escalera con una fuerte pendiente que llega hasta el mar. Comemos en un restaurantillo con una baranda que da a la playa desde donde contemplamos a los surfistas. Marisa se hincha de hacer fotografías. Es algo muy curioso: en todos los restaurantes colocan una mesa corrida pegada a la baranda que da a la playa y así los comensales podemos verla mientras comemos.


Trabajosa vuelta al hotel donde nos bañamos por primera vez en Bali, aunque sea en una pequeña piscina. No sé si llegaremos a bañarnos en el mar.


En el hotel conocemos a una pareja de Bilbao que nos ponen al día: aquí si no tienes moto estás perdido. Todo está lejos y no hay caminos por los acantilados pues el terreno al lado del mar está ocupado por los hoteles y la carretera trascurre por el interior así que es imposible hacer nada andando. El me ha dado una vuelta en su moto para mostrarme los sitios más cercanos pero todos están lejos para ir a pie, tanto es así que acortaremos la estancia prevista. En el mismo hotel hay unos surfistas vascos que nos ponen al día en cuanto a las mejores horas para hacer fotos: esta tarde antes de la puesta de sol, así que volveremos a bajar a la playa.


Más fotos y bonita puesta de sol.


Acabamos con una cena en la playa. Ponen unas mesas medio hundidas en la arena, vas a una mesa del establecimiento que es como un puesto de pescado, seleccionas lo que quieres, lo pesan, lo tasan y te lo cocinan.
Una cena estupenda: por el pescado, que es un pargo que estaba de miedo, por el lugar que es una preciosidad mientras se echa la noche encima y por la compañía que no podía ser mejor.
Lo que no había previsto es que había que volver a subir y que era noche cerrada cuando lo hemos hecho. Ya sabes que en los trópicos el cambio del día a la noche es muy brusco y además la marea había subido y no se podía andar por la playa y como era dificultoso andar por las piedras hemos cogido las primeras escaleras que hemos encontrado pero era un camino equivocado así que, como en los arrozales de Munduk, he tenido que preguntar en cuatro establecimientos y gracias además a la previsión de llevar siempre una linterna encima hemos encontrado al final el hotel.
Charla con los surfistas, escritura, colada y a dormir.
NB
Durante la cena vemos a una joven occidental con un bebé. ¡Cuánta insensatez!
Ayer vimos a una familia occidental, padre, madre y niño muy pequeño todos en una moto como hacen los balineses. ¡Cuánta irresponsabilidad!
Durante la puesta de sol una señora con agua casi hasta la cintura está recogiendo algo del suelo dentro del mar. En su espalda lleva un niño muy pequeño que se bambolea cada vez que se agacha. ¡Cuánto sufrimiento!

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