A una semana de la independencia.
Imagino que España estará de susto en sobresalto con la inevitable independencia de Cataluña y aquí en este pueblecito, Padangbai, lo único que preocupa al personal es intentar conseguir algo del turista, pues aunque no sea un centro turístico como tal sí somos importantes ya que aquí llegan los transbordadores de Lombok y los barcos rápidos desde las Gili Air y Trawangan. Y este flujo continuo de extranjeros permite un montón de puestos de trabajo en las agencias de viaje, en las compañías de los barcos y en los taxis y microbuses que parten de aquí.
Casi ningún turista se queda aquí pues la mayoría vienen con un billete que además del barco, por muy poco más, incluye el transporte en autobús a los grandes centros turísticos de Bali: Ubud, Kuta, Sanur, Seminyak y algunos más del sur de la isla. Por lo tanto hay pocos hoteles, pensiones y restaurantes y si lo comparas con Senggigi, por ejemplo, esto es como un balneario de la tercera edad.
Hoy nos despedimos sin pena del hotel de Senggigi. Ha sido una lástima pues a pesar de estar recomendado por la guía y de que podría haber sido una maravilla ha resultado ser bastante malo. Sí ha tenido la ventaja, que desconocíamos cuando vinimos, de que está muy cerca del embarcadero de los barcos rápidos. Y una desventaja a añadir a todas las demás: tiene dos puertas de acceso. Y si “Casa con dos puertas, mala es de guardar”, como dijo Calderón de la Barca, aquí lo era doblemente porque en la que estaba al lado de nuestra habitación no había nadie que la vigilase y daba a una callecita. Además nuestra habitación tenía también dos puertas y ambas con cerraduras endebles y fáciles de abrir. Pero afortunadamente no ha ocurrido nada y a la hora prevista estábamos en el muelle de Senggigi desde donde parten los barcos rápidos. En esta ocasión entre el personal que esperábamos eran mayoría jóvenes, pero sí había algunos mayores aunque luego ninguno de ellos ha subido den nuestro barco.
Y estos mayores eran presa fácil de los vendedores de camisetas y abalorios que te ofrecían sin parar su mercancía. Así he visto como a las señoras mayores las atacaban sin piedad mientras los maridos se quedaban a una prudente distancia.
También un par de pescadores con red a mano desde los pantalanes que ofrecían una fotogénica estampa.
Al fin llega nuestro barco y civilizadamente hacemos cola y embarcamos. Es más cómodo que el que nos llevó de Padangbai a las islas y como lleva solo 5 motores de 250 parece que no salta tanto como el otro.
Yo pensaba que íbamos a ir directamente desde Senggigi en Lombok a Padangbai en Bali pero el barco ha enfilado (seguro que no se dice “enfilado”, que en la terminología náutica nada se llama como parece que debía llamarse) hacia el norte y va siguiendo la costa de Lombok pues nos dirigimos hacia Gili Air donde unos bajarán y otros subirán y luego a Gili Trawangan para cruzar al fin desde Lombok a Bali atravesando el estrecho que las separa.
La costa de Lombok que vemos al comienzo del viaje es como debía estar todo hace unos pocos años: playas, cocoteros y barcas de pesca con alguna cabaña aislada. Nada que ver con el follón de Senggigi. Imagino así que todo irá a peor. O sea que “prosperará”.
Cuando llegamos a Gili Trawangan hay un grupo muy numeroso para subir a otro barco y lo más sorprendente es una silla de ruedas varada en la arena. Si esta isla es como Gili Air no sé qué harán con el paralítico.
Y me siguen sorprendiendo las jóvenes –pues casi siempre son chicas o parejas- con enormes maletas de ruedas. ¿Cómo las moverán? ¿Qué llevarán en esos enormes baúles?
En Trawangan los pasajeros acceden a través de la playa, no de un pantalán y para que no se lleven toda la arena de sus pies y sus chanclas al barco, antes de entrar les hacen mojarse los pies en un pozal. Al comienzo pensé que sería una medida higiénica como cuando la encefalopatía espongiforme bovina que hacían pasar al personal por baños desinfectantes. Aquí no, aquí solo es limpieza.
A nuestro lado un barco con 9 enormes motores fuera de borda. Vuelvo a pensar en lo contrabandistas y traficantes españoles.
Nuestro barco lo conducen un par de jóvenes que se van turnando y emplean un sistema de ventilación muy curioso: una caja de cartón agujereada que lleva el aire directamente del exterior al piloto.
En una escala sube una pareja dispar: ella una joven rubia delicada y él el yerno que ningún suegro querría tener: renegrido, con las orejas con unos enorme agujeros, un moño y todo lo que se ve de su cuerpo tatuado, incluyendo una pistola en el cuello. Y yo me preguntaba viendo aquello: ¿Por qué las doncellas sienten tal atracción por el maligno? Quizás lo del dragón de San Jorge era más que una leyenda y la princesa no estaba cautiva.
Así que hemos pasado toda la mañana navegando hasta que llegamos a Padangbai.
Aquí hemos elegido lo que en la guía llaman una “homestay”, donde vive la familia en la casa y alquilan algunas habitaciones. Vaya, como en Ubud. En la que estamos ahora tiene mucho encanto.
Comemos en un pequeño restaurante y en la mesa de al lado hay cuatro jóvenes norteamericanos. Creo que son los primeros que encontramos. Han venido 6 días a preparar viajes de aventura para que luego vengan chicos de su país. Me dicen que ya lo han hecho con los Picos de Europa. Una de las dos chicas es de Raleigh, ciudad que para mí fue un referente muy importante en mi vida profesional.
Vamos a dar un paseo y veo con sorpresa una gran bandera española en una pared. A su lado otra bandera con un círculo en su interior al que le cruza una banda que dice “ordem e progresso”, la de Brasil. ¿Qué hará allí nuestra denostada bandera? Lástima que no había nadie para preguntarle.
Este pueblo tiene una pequeña playa ocupada por barcos turísticos y de pesca. Vemos un grupo que están amarrados unos a otros y que semejan a un ciempiés.
La guía recomienda la “Blue Lagoon Beach” y allí vamos a verla. Es una playita que podrías encontrar en cualquier cala del Mediterráneo. Cuando vamos hacia allí veo a un occidental mayor que se mete por un camino que atraviesa un bosquecillo así que decidimos probar suerte y hacemos lo mismo. Craso error. Llega a unas rocas de difícil acceso y con chanclas de difícil se transforma en imposible, pero es que el bosquecillo de arbustos se transforma en un bosque de cactus. Nunca había visto nada igual. He acabado con un brazo lleno de esos pinchitos enanos que molestan bastante.
Desde allí a un templo cercano que ha resultado ser una preciosidad y al que por primera vez en Bali hemos podido acceder sin problemas y encima estamos solos; no sé si es que aquí es siempre así o es que se habían olvidado de cerrar la puerta. Lástima que se hacía de noche así que mañana intentaremos verlo antes de marcharnos.
Cena estupenda, estupenda en un restaurante. Luego pequeño paseo gozando de la tranquilidad y a dormir.
PD
Hoy hemos intentado de nuevo utilizar el transporte público para nuestro próximo destino y la labor se hace imposible. No hay forma de saber precios ni horarios y es que todo el mundo va en moto.
Un joven nos ofrece transporte y tras el consabido regateo lo contratamos para mañana. Veremos.
Etiquetas: Bali, Padangbai., Senggig