Esta mañana habrá sido la más dura del viaje pues a pesar de que nos hemos levantado a las 8 de la mañana, en España son las 2 de la madrugada.
NB
Pienso que cuando Cataluña sea independiente, España debería pasarse al meridiano que le corresponde, al famoso GMT, y así nos diferenciaríamos de ellos que seguirían en el CET y además a los separados les gustaría más tener la misma hora que París y Berlín que la de Lisboa o Albacete.
Primer desayuno balinés que no sabemos si será el típico del país o no, pues además del estandarizado pan de molde con mantequilla, mermelada y té y café hay también sopa con vegetales, patatas cocidas, arroz hervido, cebolla frita, pescado rebozado y fruta.
Vamos cambiar euros a un banco cercano y a pesar de que es muy moderno es un desastre. En la cola tengo a 11 personas delante y después de 30 minutos tengo a nueve. Cansado y ante la posibilidad de estar todas mis vacaciones en aquella cola decido marcharme y entonces un solícito empleado me dice que tienen problemas con el sistema informático. En estos casos solo dicen “sistema” (lo mismo que en España) y yo imagino que será el “informático”, aunque hay otros muchos, como por ejemplo el linfático, el nervioso, el de recogida de enseres domésticos,… Nos dice que mejor que probemos en otro banco. Pues hemos acertado porque el cambio ha sido mucho mejor.
Volvemos al hotel y de nuevo intento con la recepcionista, mayor que la de ayer noche y con mejor inglés, saber la manera de movernos por la isla con transporte público que no sea el taxi. Imposible. La única opción es ir con dos “bemos” (taxi compartido tipo furgoneta) diferentes, hasta la estación de autobuses desde donde no sabe ni horarios ni si habrá un autobús directo hasta Ubud, nuestro destino. Con nuestro equipaje y nuestros años no parece una buena opción, así que con taxi. Entonces nos ofrecen al conductor del coche del hotel por el mismo precio. Nos vamos con él y en el camino hemos aprendido la verdad sobre el transporte público en esta isla y quizás en todas Indonesia: no hay. Un canadiense que he encontrado en Ubud y que conoce bien este país me explica que antes sí lo había pero que ahora ha desaparecido. Como él vive en Borneo aprovecho para preguntarle si allí es más fácil, pensando en un próximo viaje: “En Borneo mucho más difícil”. Claro que aquí él va en moto y allí tiene coche.
Así durante el viaje, por calles estrechas y carreteras parecidas, entre la capital y la ciudad más importante turísticamente de la isla más turística del país solo he visto un autobús que además era de una compañía de turismo, ningún “bemo”, bastantes coches privados y miles de motos. Conclusión: en Bali todo el mundo tiene una moto. Y esta situación me tiene bastante descorazonado.
Mientras escribo este borrador estamos esperando la cena en un restaurante que me ha recomendado el canadiense. Es un lugar de mucho éxito y las largas mesas están abarrotadas de jóvenes occidentales. Y ha sucedido lo peor que me temía: la joven pareja que tenemos al lado ha terminado su cena y sigue la sobremesa charlando con un extraño indonesio que se les ha pegado y se han puesto todos a fumar. No dispongo de la habilidad de poderme echar un pedo a voluntad o de eructar ruidosamente (ni sin ruido) porque si no lo hubiese hecho. Claramente lo de no fumar en lugares públicos por parte de los occidentales no es una cuestión de virtud: no fuman porque está prohibido, no porque piensen que puede ser molesto para los vecinos. ¡Desconfiad de la buena voluntad de los fumadores!
Cuando llegamos a Ubud fuimos al primer hotel seleccionado de la guía y estaba lleno hasta el día 14. Vamos al segundo: lleno pero mañana tendrá habitación libre. Y el dueño, un balinés viejo y pequeño con cara pícara me dice que el de enfrente es muy barato, que vaya allí hoy y que mañana me cambie. Y ha sido astuto porque sabía que si íbamos a uno bueno quizás ya no volveríamos al suyo pero si nos envía al peor de la calle mañana nos tiene de clientes, pues además ha tenido mucho interés en enseñarnos una habitación a pesar de estar ocupada. Y como el conductor se estaba poniendo muy nervioso hemos decidido quedarnos en el “malo” y cambiar mañana. Encima el precio es solo ligeramente más barato que el de Denpasar y eso que esta ciudad está llena, llena, de turistas occidentales y el 95,7% de ellos muy jóvenes.
Para celebrar nuestro primer día nos hemos ido a comer a un restaurante vegetariano que recomiendan la guía y que tiene un nombre un tanto especial: “Sopa”. La primera impresión de la cocina balinesa ha sido buena y hemos acabado con un postre de nombre extraño: ”pastel de fruta de piel de serpiente”. Y para evitar equívocos y para que supieras de qué se trataba había una de esas extrañas frutas, “snake skin fruit”, delante del pastel.
Por la tarde charla con el canadiense de Borneo y su pareja que era de Nagoya. Cuando le dije a ella que yo había estado en esa ciudad japonesa en el 2009 se alegró muchísimo.
Es una pareja encantadora y muy interesada en la danza, pues han venido a Ubud solo por eso. Así nos han recomendado un par de espectáculos y nos han dicho que aunque están dirigidos a los turistas están muy bien hechos.
Un paseo vespertino que nos ha confirmado que esta ciudad está llena de extranjeros, pero muchos, muchos y que es muy incómodo andar por sus aceras pues son muy estrechas y la circulación no para un segundo con los cientos de motos que hay por todos los sitios.
Encontramos una heladería que también recomienda la guía –vamos de recomendación en recomendación- y es realmente buena. Lo sorprendente es que una terrina pequeña de helado te cuesta más que un plato de un restaurante. Allí una joven hace algunas fotografías de los helados.
Para compensar la oficina de turismo ha resultado ser una desilusión: la guía dice que es la única que funciona bien en todo el país y que te proporcionan buena información de la ciudad y del territorio vecino. Pues eso sería antes: hay dos señores detrás del mostrador y el “nuestro” se ha limitado a levantar la vista de la pantalla unos segundos y a darme una lista de espectáculos de danza y de las excursiones de un día que organizan desde allí. Y ha seguido con la vista en su pantalla. O sea que no hay trasporte público, que ellos tienen unos autobuses turísticos que van a media docena de ciudades con unos precios muy altos para el nivel de vida del país y aparte de eso que cogiésemos un taxi. Una mierda de información y un informador jeta. Si eso me ocurre con mi lengua materna se entera de lo que vale un peine,”the price of a comb”.
Viendo la cantidad de turistas extranjeros que hay en Ubud y todos los negocios que medran a su alrededor he recordado lo que me dijo un mallorquín que estudiaba en Zaragoza (¿por qué un mallorquín iría a Zaragoza a comienzos de los 60?): ”Si hubiese una guerra que dejase a Mallorca sin turistas no habría en toda la isla suficientes árboles para ahorcarse la gente”. Pues no sé los árboles que hay en Ubud pero se necesitarían muchos, muchos. Porque a un restaurante sigue una tienda de artesanía y a esta una de plata y después una de tontadas de turistas y entre todas ellas casa de huéspedes tras casa de huéspedes. En la calle un taxista detrás de otro taxista. Y así y así.
Cena en elrestaurante de los fumadores y vuelta al hotel, que la noche balinesa, si la hay, no está hecha para nosotros. Además que todavía no tenemos los ritmos circadianos cambiados como el huso horario.
PD
Cuando pensaba en Borneo como “próximo viaje” ya me imaginaba a Marisa cuando se lo propusiese: ”Borneo, ni hablar”. La única posibilidad es que antes le hablase de lugares como Afganistán, Siria o Paquistán.