50. Japón 2015. Vigésimo día de viaje. 18 de marzo, miércoles. Kanazawa. Tercera parte.

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Desde Kenroku-en nos vamos a comer (luego resultará que es cenar) y en el camino encontramos una oficina de información turística. Como siempre muy amables y con un inglés escaso. Les pregunto por el restaurante al que queremos ir pues está un poco complicado. Lo buscan en internet y me marcan el recorrido en un mapa. Sin su ayuda hubiese sido casi imposible para nosotros llegar hasta allí. Y una advertencia: no abren hasta las 5 de la tarde. ¿Pero se puede comer a esa hora? Pues sí, a esa hora se cena.
Para hacer tiempo retrocedemos hasta el “21st Century Museum of Contemporary Art”. Y entonces al llegar allí me doy cuenta que este es el museo por el que volví locas as las jóvenes de recepción del museo de Hiroshima: había confundido las ciudades.

Cuando volvemos camino del restaurante veo que hemos pasado por delante de un vigilante de un aparcamiento tres veces y mirando el mapa y que nos ha mirado con interés. Creerá que somos los turistas más perdidos de Japón.
Pasamos al lado de una escultura que también llamó mi atención en mi primer viaje y que me parece algo notable aunque sea de un autor desconocido para mí: «Wisdom» de Ashraf Gafer.

Cuando llegamos al restaurante tenemos que preguntar varias veces pues está en una callecita con todos los letreros en japonés. Nos señalan una puertecita que parece cerrada. Marisa es reacia a entrar porque “¿cómo vamos a meternos ahí si todavía no son los cinco de la tarde?». Afortunadamente no le hago caso porque una vez dentro hay una cola de 8 jóvenes esperando que sean las 5 en punto y nos permitan el acceso al largo mostrador donde se cena. Entonces me percato de que ya estuve en este lugar en el 2009 y que fue una experiencia muy agradable porque este restaurante no tiene nada que ver con ningún otro que hayamos estado.
En primer lugar todos nos sentamos en la barra (hay unas pocas mesas, que no te las recomiendo, donde se aposentan los que no tienen sitio en la barra) y en segundo lugar porque la comida es muy especial y aunque te proporcionan un menú en inglés no entiendo casi nada de que lo pone allí y en tercer lugar porque todo el mundo bebe cerveza y/o sake. Nosotros tenemos la suerte de que nos toca justo enfrente de donde está la comida que es la especialidad de la casa y que todo el mundo come y además a mi izquierda hay un simpático abuelete (más joven que yo pero abuelete) que además de hablar algo de inglés está encantado de ayudarme y encima a su lado hay una guapa joven a la que le cuenta nuestras cuitas con la elección de los platos y se lo pasan en grande.
Le digo a Marisa que la chica se parece a las modelos de Modigliani y que si se lo puedo decir: “¡Ni se te ocurra!”.

El problema es elegir: tienes delante de ti, si tienes la suerte de estar sentado donde lo estamos nosotros, un recipiente rectangular de acero inoxidable con un par de docenas de manjares desconocidos metidos en un caldo hirviendo. Entonces los clientes dicen: “quiero un ja, un jo, dos chas y un rábano pir”. Por ejemplo. Y nosotros con la ayuda del “amigo” que me decía “fish”, “egg”, “radish”,…pedíamos señalando con el dedo: uno de estos, otro de esos y dos de aquellos. Ni idea de lo que eran pero estaban buenísimos. Y como el “amigo” se estaba bebiendo una botella de cerveza de dos tercios nosotros nos animamos a pedirla de barril. Bueno, la pidió él por nosotros. La joven de Modigliani pidió algo que dijo que estaba muy bueno y nosotros la imitamos. Y alguien pidió unos platitos de tempura y nosotros también. El amigo (ahora ya era amigo sin comillas) nos dijo de la tempura que lo realmente exquisito eran unas hojas que solo las había en primavera y tras preguntarle a la dueña llegamos a la conclusión de que podrían ser las hojas de los rábanos. Y yo pensé que si las hojas de los nabos son las nabizas la de los rábanos serían las rabizas. Error. “Rabiza” existe pero con otros significados como el del célebre ensayo (o quizás novela corta) del Sr. Cela, que leí en mi juventud, “Izas, rabizas y colipoterras”. Pues se llamasen como se llamasen eran algo fuera de serie.

Porque además de todo aquello que estaba hirviendo delante de nosotros había cosas en la cocina que sin ser japonés era imposible imaginarlo. Así el amigo me explico que en una pizarra que había en la pared estaba escrito que la especialidad de hoy era el “sashimi” y de esta manera él se comió un plato de gambas crudas con abundante wasabi. A nosotros nos pusieron una de las veces un platito con unos polvos verdes que resultaron ser té verde en polvo con sal y que servían para untar la tempura. Imagínate que estás allí sin ayuda, ¿qué haces con ese platito? También tuve que acudir a él para preguntarle si el caldo que había quedado en el cuenco me lo podía beber. Que sí. Una delicia. Y como él se pidió un sake nosotros también. Te lo sirven en un vaso de aluminio que ha estado al baño maría o bien frío y con una copita para que te vayas sirviendo. ¿Qué cantidad? Pues lo mínimo son vasos de 180 cc que él se bebió solo y nosotros entre los dos. La verdad es que el sake, o ese por lo menos, tiene solo 15º. Como me dijo el japonés: “como un vino”.
En resumen: una cena estupenda y muy divertida.
En la calle vuelve a llover y mañana hay prevista lluvia todo el día. ¡Maldito tiempo!
Dije a mis amigos que este viaje es como los del IMSERSO de lo fácil que resulta. Una amiga, con experiencia en Japón, me contestó que en este país pocos hablaban inglés y que el japonés no hay cristo que lo entienda. (Esta última frase es mía pues mi amiga tiene una hermana monja y no usa el nombre de Cristo en vano, pero me percato de que el mío está con minúsculas y eso debe ser una figura retórica y no una blasfemia). Pues bien, en este hotel le he dado la razón a mi amiga: las paso canutas para abrir la ventana y eso que tiene un montón de instrucciones (en japonés) y que el único botón que hay que pulsar tiene la palabra “push” grabada en él. Hice tanta fuerza que temí que iba arrancar la ventana de su marco y solo era saber dónde había que aplicarla.
NB
El amigo japonés me explicó que no estaba jubilado pues era pobre y necesitaba seguir trabajando. Parecía el lamento de un autónomo que no ha cotizado. Le contesto que un pobre no puede ir a cenar allí todas las noches. Se ríe mucho y me dice que solo viene los miércoles. Pero fuera porque era su día de asueto semanal o por la ayuda del alcohol, fue un señor muy amigable y sonriente. Y muy pequeñito.
Oden.
El nombre del restaurante empezaba por “Oden” así que imaginé que sería el nombre del dueño o quizás el tipo de comida. Acudo como siempre a mi amigo Hiro quien me da la siguiente explicación: «Oden :Name of food. (Dish of various ingredients, e.g. egg, daikon, potato, chikuwa, konnyaku, etc. stewed in soy-flavored dashi)».
Imagino que comprenderás porqué no entendía la carta del restaurante en inglés.
También me deja un par de enlaces a webs para ampliar la explicación. Como verás son componentes de aspecto atractivo pero de origen incierto.
Son de la famosa empresa Kikkoman cuya salsa de soja llegó a España hace muchos años. Están en japonés como es normal, pero buscando he encontrado lo que parecer ser la web corporativa en inglés en la que detallan sus marcas  entre ellas la Del Monte cuya piña enlatada fué la primera que comí en mi vida. Esta marca la compró Kikkoman para toda Asia cuando la empresa californiana cayó en manos de inversores financieros que la vendieron por partes como suelen hacer para rentabilizarlas, porque los financieros son los únicos antropoides que creen que las partes valen más que el todo. Hace años trabajé en una empresa cuyos directivos antropoides creían más en las partes que en el todo. Afortunadamente para los directivos españoles de la multinacional un nuevo presidente norteamericano salvó el todo. Curiosamente procedía de la empresa Nabisco que había sido propietaria de Del Monte.

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2 respuestas to “50. Japón 2015. Vigésimo día de viaje. 18 de marzo, miércoles. Kanazawa. Tercera parte.”

  1. La otra Marisa Says:

    Pérmítaseme una pequeña corrección a una frase a la que respondo por alusiones, en caso de que sea yo la amiga a la que haces referencia sobre la dificultad de entender el japonés. Primero, el corrector te ha jugado una mala pasada y tu cristo aparece con mayúscula, segundo yo no digo esa frase por la reverenda, sino que mi costumbre es decir es «que no lo entiende ni dios» así con minúscula.
    Gracias por recordarme.

    • Angel de Japón Says:

      Querida Marisa:
      «mi» cristo está con minúscula y «tu» Cristo con mayúscula. O eso pretendía. Cuando vuelva a Japón diré lo de «que no lo entiende ni dios».
      Un beso

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