Esta isla es uno de los lugares más visitados del país y su famoso “torii” uno de los puntos más fotografiados de Japón.
Llegamos a la isla y los primero que te encuentras son los ciervos que al principio pueden hacer gracia, pero que son tan pesados y agresivos como los de Nara y se te pueden comer cualquier cosa que asome por tu equipaje. Hoy al final de la tarde hemos visto como intentaban comerse los paquetes, que parecían comida infantil, que habían dejado en un carrito de bebé una pareja de jóvenes occidentales que iban con dos niños. Yo hasta me he puesto de mala leche. ¡Cómo se puede ser tan descuidado!
Se bajan a la arena de la playa y se dejan el carrito con paquetes y se olvidan de todo. La gente que veía lo que hacían los animales han tratado de apartarlos de allí. Luego han colocado los paquetes encima de unas piedras. Pero los animales han ido mordisqueando todo y desde luego babeado todoel carrito. Y yo pensando en aquellos infantes que los negligentes padres iban a meter en el carrito.
En el paseo hay una escultura que si fuese hindú diría que está dedicada al falo de Shiva, un “lingam”, y al “ioni” de su santa esposa. Vaya, una escultura de claro sentido sexual. Pero aquel tenía como título “Un par de huevos fritos”. Te lo dejo para que opines.
También en el paseo un grupo de fotógrafos profesionales tienen montado un chiringuito para los grupos del IMSERSO japonés y similares. Colocan al grupo en dos o tres filas para lo que disponen de unos bancos. El fotógrafo se sube a una escalera y así retrata al grupo con el famoso torii al fondo. Para darle más gracia han medio amaestrado a dos ciervos que a cambio de comida proporcionada por el fotógrafo se colocan educadamente delante del grupo pero sin molestarles con peticiones de más comida.
Lo primero en esta isla es ir a visitar el santuario de Itsukushima-jinja, declarado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1996.
En mi anterior visita, en el 2008, tuve la fortuna de asistir a una ceremonia increíble. Este santuario es shinto y tienen unos ritos muy coloridos y preciosos. Pero hoy no debía ser fiesta o no había alguien allí que pagase el festejo, que la religión nunca es gratis. Menos los animistas. Hoy nos hemos tenido que conformar con el paso de alguna «miko» por los coloridos pasillos.
Pero de todas maneras el lugar en sí mismo es espectacular. Como lo ha sido el despliegue de un fotógrafo de bodas haciendo un reportaje allí. Y es que a mí el montaje de los fotógrafos profesionales japoneses siempre me maravilla: los ayudantes que llevan, las maquilladoras, los estilistas,…
A la novia le clavaban, imagino que de forma indolora, el vestido al suelo. Y cuando hacen la fotografía familiar en la que están incluidos los niños -alguno con su espadita samurái- emplean trucos como sonajeros para que los infantes miren a la cámara.
Marisa aprovecha la coyuntura para fotografiar a los novios y al espectáculo que llevan consigo y yo al fotógrafo que parece un personaje de tebeo y que para no desentonar va con traje que parece uno de los invitados. Y además lleva una Mamiya, creo que con respaldo digital, que es una preciosidad.
En este templo, como en todos, hay unas cajitas donde el personal que cree en la fortuna saca unos palitos que deben tener unos números y con él sacan de unas cajitas numeradas un papel con su futuro. Vaya, todo esto me lo imagino visto el proceso que siguen los crédulos. Y tienen mucho éxito. No, no con el acierto, que no lo sé, pero sí con el “bisnes”.
Encontramos una serie de antiguos barriles de sake, cosa habitual en muchos santuarios sintoístas pero que aquí son especialmente bonitos. Sesión fotográfica.
Después de la larga visita y fotografías mil al “torii” nos vamos a comer.
La otra vez estuve en un restaurante de okonomiyaki, y creo que hoy volvemos al mismo. La gran especialidad de esta isla son las ostras que las ofrecen crudas o a la plancha en cualquiera de los muchos restaurantes que hay en la calle comercial así que nosotros pedimos el okonomiyaki con ellas: deliciosas y a un precio razonable.
Vistamos el “Hokoku-hall”, también llamado “Senjo-kaku”, y de nuevo me quedo maravillado de su estructura de madera. ¡Cuánta inteligencia y cuánto cálculo para levantar una sala así hecha solo de madera!
Al lado una preciosa pagoda de 5 pisos y de difícil fotografía. A mí las pagodas son una de las construcciones que más me gustan, aunque como hubiese dicho mi padre tienen “mucha obra inútil”. El edificio en sí es pura forma y belleza sin ningún sentido práctico, que yo sepa.
Acabamos la visita religiosa en el conjunto “Daisho-in» donde por primera vez encuentro un recinto religioso donde te advierte que puedes visitarlo calzado. Y los cielos no se abrieron, ni cayó lava ardiente encima de nosotros. Marisa se queja porque este recinto merecería por sí solo un día y lo hemos dejado para el final.
Bajamos al mar y este se ha retirado de forma que se puede llegar andando hasta el “torii”. Eso hay que tenerlo en mente si vienes aquí a hacer fotografías. Por la mañana con la marea alta el torii está dentro del mar y creo que es el mejor momento.
Por la tarde, aunque sigue siendo espectacular, está rodeado de barro. Los jóvenes se acercan a las columnas y pegan alguna moneda lo que no sé si tiene algún significado o es una moda.
Un señor se ofrece, sin que se lo pidamos, para hacernos una fotografía con nuestra cámara y le sale fatal.
Nosotros y unos cuantos fanáticos más nos quedamos a ver la puesta de sol y la temperatura baja bastante.
Marisa para conseguir una buena toma se arrodilla y parece una sacerdotisa orando al sol poniente. Vaya, está tanto rato arrodillada que luego no puede levantarse. Y encima está preocupada por los ciervos merodeadores porque de vez en cuando meten el hocico en la bolsa de algún extasiado fotógrafo dándoles un buen susto. Pero allí estoy yo vigilando el territorio.
Hay un letrero que dice que son animales salvajes y que los trates “gently” pero es que son tan pesados y voraces que se merecen un trato menos civilizado. Y alguno de los ciervos comían algas de la playa: encima son macrobióticos.
Volvemos a Hiroshima.
Mañana «la bomba».
18/01/2016 a las 13:43
Respecto del aspecto de esa escultura que parece de granito, lo de que son dos huevos fritos lo considero una fantasía gastronómica que parece indicar que por allí no comen muchos huevos así. En cuanto a lo tuyo, de parecerte un falo y demás, sólo puedo decir que eres un depravado, qué se le va a hacer.
Javier AOS
19/01/2016 a las 10:42
Javier,»depravado» según el DRAE es «Demasiado viciado en las costumbres» y obviamente a mí lo de «demasiado» me viene grande y tarde.
Un saludo