La visita matutina ha sido al recinto de Kompira-san, sintoísta, pero al que acuden también los peregrinos del cercano Zentsuji así que después de comer y sin perder tiempo vamos a la estación a coger el tren para ir a Zentsū-ji, población próxima donde está el templo del mismo nombre, el más famoso y grande de los 88 del recorrido por la isla de Shikoku y que hace el número 75. Y además lugar de nacimiento del famoso Kobo-Daishi.
El templo está a algo más de un kilómetro de la estación del ferrocarril y nos vuelve a nevar otra vez.
Es una población nueva de calles rectas y casas pequeñas donde no se ve ni un alma; pero tampoco un papel en el suelo, ni un plástico, ni una lata, ni una colilla, ni una cagada de perro, ni una mancha de chicle, ni una pintada,…¡Madre, quiero ser japonés! ¡Qué envidia cuando ves las macetas con flores en las puertas de las casas y éstas sin rejas con los grandes ventanales a pie de calle! Y esta mañana en toda la subida a Kompira-san tampoco hemos visto ninguno de esos residuos-macarras urbanos.
El templo de Zentsū-ji está dentro de un gran recinto donde además de ese templo principal hay una maravillosa pagoda de cinco pisos, un campanario y un curioso recinto cerrado con tres pequeños monumentos con la siguiente explicación: “Memorial en piedra de los tres emperadores: tres piadosos emperadores, Gosaga, Kameyana y Gouda, pidieron en su testamento que uñas y pelo fueran colocadas debajo del monumento en piedra”. En el letrero, imagino que traducción de uno japonés, no emplea ningún adjetivo posesivo sobre el pelo y las uñas pero espero que fuese del suyo. De todas maneras me parece una extravagancia. Aunque sea “extravagancia imperial”. Hay también un alcanforero impresionante del que un letrero informa que es de la época de Kobo-Daishi, o sea que tiene unos 1200 años. Muchos me parecen.
El templo tiene unos curiosos remates en los tejados que son habituales en muchos otros lugares de culto pero que aquí debido a su tamaño y al color del cielo son más nítidos.
Kobo-Daishi construyó el primer templo en el 807 aunque el actual es de 1699.
Quizás por efecto del mal tiempo los peregrinos no han venido aquí pues creo que en mi anterior visita había bastantes. Afortunadamente cuando nos vamos aparece una pareja disfrazada de verdaderos peregrinos que se coloca delante de la puerta, saca un librito cada uno y rezan sus plegarias.
También llega un grupo numeroso que se pone a cantar dirigido por una señora que golpea rítmicamente unas claves como las que utilizaban mis nietos para aprender música.
Curiosamente estos, como buenos ciudadanos japoneses colocan sus palos del uniforme de peregrino todos juntos pero con distintivos personales.
Algunos de ellos están provistos de unos cascabeles. En un viaje anterior me dijeron que esos cascabeles eran para ahuyentar a los osos. Se supone que eran para los peregrinos que van a pie cuando atraviesan un bosque donde están esos animales. Obviamente aquí y en grupo no hace falta pero debe entrar con el uniforme.
Además hay unas siluetas de madera para que los falsos peregrinos nos hagamos una foto como si fuésemos de verdad. No he podido resistir a la tentación. Sobre todo porque estábamos solos y nadie me veía haciendo el ridículo.
Regresamos a Kotohira y sacamos los billetes para mañana irnos a Hiroshima. A pesar de sacarlos con antelación no tenemos asiento con reserva en el transporte de la isla de Honshu, de Okayama a Hiroshima pero espero que no tengamos ningún problema.
En el hotel nos damos un estupendo baño para quitarnos el frío acumulado durante todo el día, luego una cena increíble, para acabar con la escritura como un señor feudal japonés.
Mañana a Hiroshima.