20. Japón 2015. Noveno día de viaje.7 de marzo. De Kioto a Takamatsu. Segunda parte.

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 Okayama.
¿Por qué hemos parado en esta ciudad? Pues es una gran urbe de más de 700 mil habitantes donde en un principio los turistas no tendríamos nada que hacer si no fuese por su castillo, pero sobre todo por su jardín «Korakuen». La guía dice que es uno de los tres jardines más bonitos de Japón y yo ya lo visité en mi viaje del 2008. Así pues que hacia allí nos vamos.

Koraku-en.
En 1687, el señor feudal Ikeda Tsunamasa ordenó la construcción de este jardín y se acabó en 1700. Un aspecto muy importante es que este jardín ha mantenido su aspecto original hasta nuestros días con muy pocos cambios y además se han podido observar esas modificaciones pues la familia Ikeda mantuvo registro de su jardín con documentos y dibujos a lo largo de los años. En 1884 la propiedad fue transferida al gobierno regional y abierto al público. Aunque sufrió gravemente por inundaciones en 1934 y por los bombardeos en 1945 ha sido restaurado gracias a las pinturas y dibujos que había de él.
Está situado en una isla del río Asahi y a espaldas del castillo de Okayama.
La primera agradable sorpresa es que los mayores tenemos un precio especial. Así que entre el bono de turismo y nuestra condición nos cuesta solo 120 yenes por cabeza. Iba a decir que más barato que el Botánico de Madrid pero es que allí es gratis para los mayores.
Te entregan un mapa para que en función de la estación puedas situar las plantas más importantes. Pero esta vez quien nos va a guiar va a ser la lluvia. ¡Maldita lluvia! A cambio hay poco personal aunque a lo largo de la mañana irá aumentando.

¿Qué voy a decirte del jardín? Pues que en él encuentras todo lo que esperas encontrar en un jardín japonés: varios estanques, algún riachuelo con sus puentes cruzándolo, grandes praderas, colinas y algún pabellón de los llamados «casas de té». Incluso una pequeña plantación de té. Y también árboles muy cuidados y linternas de piedra diseminadas por doquier. Y aunque sea pronto para los cerezos sí podemos deleitarnos con unos 100 ciruelos que han florecido en el «ume grove».

Y para darle más color japonés hasta encontramos unos novios de una boda shinto. Que si a nosotros nos ha jodido la lluvia imagínate a ellos. Eso sí, aquella adversidad no parecía arredrar al fotógrafo. Los novios sonreían a pesar de todo pero creo que era pura fachada para las fotos, pues por lo menos él ponía una cara bastante cabreada cuando no posaba.

Dejamos el precioso jardín y nos acercamos al castillo. Fue destruido durante la segunda guerra mundial y reconstruido en 1966. Tiene una estampa imponente pero nos limitamos a verlo por fuera.

Regresamos a la estación dando un paseo y pasamos al lado de una ventana que por su decoración debía corresponder a un artista. Me hubiese encantado entrar allí.

Encontramos una tapa de registro de hierro muy bonita. Algo tan sencillo puede ser un objeto decorativo interesante o algo anodino como las nuestras.

Luego pasamos por delante del «Okayama Symphony Hall”, un moderno edificio de espectacular diseño.

Llegamos a la estación y nos cuesta encontrar la consigna donde hemos dejado el equipaje. ¿Por qué somos tan torpes? Pues porque hay varias, todas automáticas.
Cogemos otro tren, este más tipo «media distancia», de dos pisos pero como estamos en el inferior sin visibilidad. De esta manera pasamos de la isla de Honsu, la grande, a la de Shikoku, camino de Takamatsu, nuestro destino final. Allí vamos a otro hotel de la misma cadena lo que quiere decir que es idéntico, pero idéntico, idéntico.
En Takamatsu, para acabar el día, una cena estupenda en un restaurantillo de aspecto sencillo pero con una bonita presentación. Y como siempre la duda de qué se come con qué.

Camino del hotel encontramos una de las constantes de las ciudades japonesas: una bonita galería comercial cubierta que por la hora está desierta pero con escaparates preciosamente decorados. En uno de ellos una caja de bombones muy kitsch imitando un escaparate de joyería. O quizás fuera al revés. Pero en cualquier caso solo para los muy enamorados.

NB
He descubierto que los japoneses tienen una forma especial de mostrar una cantidad con los dedos y dado nuestro desconocimiento del idioma es algo que nos ocurre con frecuencia pues muchas veces te muestran de esa manera una cantidad. Hoy ha sido con el seis. Nosotros mostramos una mano abierta con los cinco dedos, generalmente la derecha y la otra mano con un dedo que si eres alemán será el pulgar y si no lo eres será el índice.
Pues bien, los japoneses abren su mano derecha, como nosotros, pero luego colocan delante de esa palma abierta uno, dos, tres o cuatro dedos de su mano izquierda. ¿Qué harán con diez?

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