11. Japón 2015. Sexto día de viaje. 4 de marzo, miércoles. Kioto. Primera parte.

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 Hoy vamos a dedicar nuestro recorrido turístico a la parte norte de Higashiyama. Esta zona está situad al nordeste de la estación y la guía para su visita la divide en “Norte Higashiyama” y “Sur Higashiyama”.
En mi crónica anterior expliqué que “Higashi Hongan-ji” se llamó así porque “higashi” significaba el este. Así pues “Higashiyama” es la zona que está al este de Kioto.
Para llegar hasta allí lo mejor es coger un autobús desde la estación de autobuses urbanos que hay en el exterior de la estación de ferrocarril. Por si vas: el autobús número 5 pidiendo la parada en “Eikando-michi stop”. Como habrás sacado un bono de transportes no tienes que preocuparte del difícil arte de las tarifas de autobús en Japón. Y como, ya lo he comentado otras veces, hay mucho turismo nacional verás que también hay otros visitantes con el mismo problema que tú: ¿dónde estará la “Eikando-michi”?
Lo primero que notas es que aquel Japón es como un país rural pero ciudadano. Ya no hay los grandes rascacielos ni las rutilantes avenidas. Son casitas con pequeños jardines primorosamente cuidados. Y algunos establecimientos tienen tantas flores y plantas en el exterior que dudas si aquello en lugar de un restaurante o una mercería no será un vivero donde lo que venden son flores.

Así llegamos enseguida al templo budista de Eikando, antiguamente llamado “Muryojuin Zenrinji”. Vista la gran diferencia y dificultad de pronunciar ambos nombres ya te puedes imaginar que solo los muy fanáticos le deben llamar por el segundo nombre.
Es la sede central de la escuela Seizan Zenrinji de la secta budista de la “Pure Land”.
Aunque este templo fue fundado en el 855 por el sacerdote Shinsho se le cambió el nombre por el sacerdote Eikan quien contribuyó a la restauración del templo.
Un cartel informa que Eikan en el año 1082 estaba aquí durante un periodo de aprendizaje y cuando estaba cantando al alba sus plegarias, la principal estatua de Buda del recinto, la de Amitabha Tathagata, se le acercó y Eikan pensando que estaba soñando se paró de golpe. “Eikan, llegas tarde”, le dijo. Y a mí, con sólida formación católica, esta descripción me dejó como debió dejar Amithaba a Eikan: “like a stone”. Aunque me hubiese gustado más quedarme “like a rolling stone”. ¿Por qué? Pues porque si cada vez que una estatua de un santo, santa, virgen o ángel y no te digo nada de un Cristo crucificado le ha hablado a uno que estaba rezando hubiese que poner una placa en la entrada de un gran templo la epigrafía sería una asignatura de la ESO y aún estarían los lapidarios con las frases del siglo XIII porque además las imágenes católicas no se suelen conformar con un “Josémari, llegas tarde”, son más del tipo de “te dije que no blasfemases y no me has hecho caso por lo que tus descendientes serán pelirrojos y los de tu linaje serán escarnecidos en toda la comarca del bajo Mestrazgo y los olivos de todos tus campos darán acerollas”. ¡Eso sí es una frase de santo y no “Eikan, llegas tarde”!
El templo fue incendiado durante las guerras Onin en el siglo XV y reconstruido en el mismo siglo. Posteriormente se le fueron añadiendo el resto de edificios del complejo.
En la calle en un pequeño restaurante Marisa capta a un par de jóvenes en una ventana. Todo tiene un toque zen: sencillo, simple y precioso. Y con un jarroncito de flores naturales.

Nos encontramos con un árbol florido, precioso, con el tronco muy retorcido y éste cubierto totalmente con una especie de venda. Imagino que será para pasar el duro invierno y que se lo quitaran en primavera; esa circunstancia será otra de las constantes que veremos a lo largo de todo el viaje: el cuidado de los árboles que lleva a que los cubran con una especie de sudario tipo momia.
Pasando entre otros templos llegamos a Nanzen-ji. Comenzó siendo una villa de descanso del emperador Kameyana para su madre y convertido en templo en 1291 siendo poco más tarde considerado el templo más importante de Kioto. Se accede al recinto por la imponente puerta Sanmon, toda de madera y con dos pisos, pudiéndose acceder al superior por una estrecha escalera. Desde allí bonitas vistas de la ciudad siempre que el tiempo acompañe.
A mí de estas construcciones siempre me sorprende el trabajo de diseño en cuanto a la estructura y a lo que tiene que soportar. Es una maravilla técnica.


Al leerlo de nuevo me doy cuenta que la he descrito como “puerta de madera” y realmente es un edificio que permite la entrada en el recinto. O sea que sí es de “madera” y sí que hace las veces de “puerta” pero…total que no sé muy bien como definirla.
Cerca del templo principal se encuentra un acueducto muy interesante hecho de ladrillo del que un cartel avisa que está en reparación.

La entrada al exterior de Nazen-ji es gratuita pero si quieres visitar su jardín debes sacar una entrada. Y es casi imprescindible estando aquí pues en el edifico que lo alberga está el famoso “salto del tigre” y el también famoso jardín zen. Todo esto está en el llamado Hojo, la residencia de antiguo sacerdote jefe de Nanzen-ji.

Y allí estamos sentados un grupo de “peregrinos zen» llenándo de tranquilidad y paz nuestro espíritu contemplando aquellos cantos de río primorosamente rastrillados. Nadie dice ni una palabra pero tampoco rezan en voz baja. Es como una religión sin dios ni oficiantes. O mejor: los oficiantes somos nosotros. Y quizás también Dios.

Además de este contemplativo jardín hay otros preciosos rodeando la mansión. También hay habitaciones con puertas y paredes correderas, algunas pintadas con bonitas escenas.


El conjunto es una maravilla.

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