39. Delhi. primer día.

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La Jama Masjid, la gran mezquita de DelhiMi compañero de viaje antes de llegar a Delhi me pregunta si creo que las «inglesas» están casadas. No le pido ampliar la pregunta pero imagino que se refiere a si lo están con un hombre, no entre ellas. Le digo que me parece que no y él me contesta que cree que son monjas. No se lo discuto porque lleva un rato hablándome entre susurros y lo estoy pasando francamente mal. Me dice algo y le sonrío porque no he entendido nada pero es que a veces me pregunta y después de parecer idiota con mi sonrisa debo hacerle repetir la pregunta. Así que las chicas se quedaron en «religiosas».
Ayer la llegada a Delhi tenía que haber sido de lo más fácil. Aunque llegaba un poco tarde ya tenía reservada la habitación en un lugar de peregrinos que tiene mucho encanto. Pero primero mi compañero de viaje en la salida me llevó en la dirección contraria a la mía. Yo creía que íbamos mal y se lo dije, pero como el indio era él le seguí y tuve que dar la vuelta lo que en esta estación es un buen paseo. Si Siliguri dije que era ya la India de verdad esto es la manifestación más extrema. Creo que la salida de la estación de ferrocarril de Nueva Delhi en el lado de Pahar Ganj es el lugar más vivo, caótico, agobiante e increíble de todo el país. Puedes encontrar una situación semejante en Haridwar o en Benarés o en cualquier otro sitio relacionado con la religiosidad hindú pero es en un momento o circunstancia especial o importante. Esta estación es siempre así. A muchos occidentales les horroriza pero yo creo que merece la pena estar allí y verlo. Lo curioso es que si cuando sales vas hacia el sur, a 50 metros parece que estás en un balneario, pero si vas hacia el norte sigue igual de gente y follón, lo mismo que si vas enfrente y entras en Main Market.
Llego al lugar de dormir y el director no sabía nada. El año pasado ocurrió lo mismo pero es que le llamé yo por teléfono y no me entendió, pero este año ha llamado una amiga que hablaba inglés e hindi pero con el mismo resultado. Me dijo que al día siguiente seguro que tendría habitación. Me fui al mismo hotel que estuve el año pasado. Lleno. Se estaba haciendo tarde para los estándares indios y me metí en un hotel cercano. El peor de todo el viaje. No se puede buscar hotel cuando es de noche, estás cansado y con exceso de equipaje. Por la mañana me voy a desayunar a mi lugar favorito, que es un antro pero al que le he cogido gusto. Un croissant de verdad. He decidido prescindir estos días de los huevos después del atracón en el tren. Por el «calostro». Leo la prensa. Como si estuviese desayunando en el Paseo de Gracia. Una noticia sobre el glaciar Siachen. Es un lugar donde se desarrolla entre la India y Paquistán desde hace años la batalla a mayor altura del mundo. Es un glaciar de 70 kilómetros de largo con temperaturas horribles en invierno y con nevadas de 15 metros. Y todo esto con soldados situados entre 6000 y 7000 metros de altitud. Hay un puesto a más de 6500 metros y el 80% de los soldados están por encima de los 4800 metros. Todos los años hay bastantes muertos no por la guerra, sino por las condiciones meteorológicas y la altura. Ahora están en conversaciones de paz entre los dos países y los militares indios ya han dicho que ellos no se irán de allí, que es estratégico. Quizás sea estratégico, pero a lo mejor eso lo está diciendo un grupo de oficiales de estado mayor sentados en una oficina y que nunca han pasado una semana en ese glaciar. Ya sabéis lo que pienso de las estatuas a caballo de los generales, por las batallas que han ganado los soldados con los tenientes y capitanes que además son los que se dejan la vida. En otro sitio leo que va a haber protestas por la visita a la India de dirigentes chinos, promovidas por grupos tibetanos que temen que los dirigentes de este país decidan quitar la categoría de «gobierno en el exilio» al Dalai Lama. Y hablan de que la apertura del paso de Natun, del que os hablé cuando mi visita al lago Tsomgo en Gangtok, y el reconocimiento de la soberanía de la India sobre Sikim fue un premio de los chinos por el reconocimiento de la soberanía china sobre Tibet. Además de la guerra siempre a punto entre India y Paquistán por el tema de Cachemira también hay varios contenciosos entre China e India así que es mejor que sean amigos.
Me voy al lugar de los peregrinos. Vuelve a estar completo. Mañana me dejará una habitación para el equipaje y descansar hasta la hora del avión. Vuelvo a cargar con todo y busco un nuevo hotel. Lo dicho: hay que buscar hotel descansado y a ser posible por la mañana. Así que ahora sí que encuentro uno que está bien. Y me lanzo a la compra febril que es la parte que menos me gusta del viaje pero que es ineludible. Afortunadamente en Delhi sé exactamente donde comprar casi todas las cosas en incluso en algunos sitios me reconocen de otros años. Descubro agradablemente que el metro en la parte central ya se ha acabado con lo que puedo ir por Connaught Place sin obras y además lo podré utilizar para ir a algún sitio. Creo que en esta ciudad, más que en ninguna otra se desarrolla la lucha del turista por su supervivencia. Y entonces ves que esa discusión entre «viajero» y «turista» aquí tiene un claro vencedor: somos turistas. Yo no me imagino a Stanley cuando buscaba el nacimiento del Nilo teniendo que lidiar con los asaltos de los conductores de rickshaws, los mil ganchos que intentan engañarte, la gente que se te pega en plan simpático para venderte la vaca… Me voy a comer a un sitio donde voy todos los años: el buffet de un Nirula. Las mejores ensaladas que como en toda la India. Por la tarde, y con metro por primera vez, me voy a Kaori Baoli, un mercado con muchos puestos de especias en Old Delhi. Me encanta ese sitio y su ambiente. Desde allí andando por Chandni Chowk hasta la gran mezquita pasando por el templo sij aunque por problemas de tiempo no visito ninguno de los dos. En el entorno de la mezquita voy a comprar una figurita de bronce. Un ambiente de las mil y una noches. Calles estrechísimas y de repente en un patio unos leones de bronce de tamaño natural junto a otras figuras enormes. ¿Cómo habrán llegado hasta allí? ¿Y cómo las sacarán cuando las vendan? De regreso al hotel cojo un ciclorickshaw pasando por una calle donde sólo hay tiendas de cosas de papel. Siempre me da pena cuando cojo un triciclo pero también pienso que si no no tienen trabajo. Ceno donde siempre lo hago en Pahar Ganj. Y también sigo el rito con un zumo de granada. Esa palabra en hindi: anar, porque es un zumo buenísimo y no es habitual en España. Voy a comprar unas pastillas de algas a una farmacia. Solo tienen envases pequeños pero a mí me interesa uno más grande. Me dice el farmacéutico que me venderá varios pequeños y que me hará un buen descuento. Es un joven de unos 30 años y está muy nervioso. Después de todo el rollo cuando me va a cobrar me hace menos del 10%. Intento decirle que eso no es nada comparado con el precio del envase grande pero no me deja explicárselo y se pone más nervioso y casi agresivo. Le digo que no y me voy. Sale detrás de mí y me alcanza a unos 30 metros de la farmacia. Que vuelva y que me hará mejor precio, que diga yo el descuento. ¿Te imaginas a un farmacéutico español corriendo detrás de ti por la calle? Me acuerdo de Alatriste en Sikim y no aprovecho la situación. Mañana estaré arrepentido.