Esto es lo que podría llamarse un largo viaje. Después de mi fracasado intento de cambiar la fecha del billete y resignado a pasar un día en NJP intento que sea provechoso. Busco un sitio con Internet. Siliguri es una ciudad grande, tiene mucho movimiento, es un centro de comunicaciones importante, pero es difícil encontrar lo de Internet. Así llego a una tienda que la están abriendo en ese momento y mientras espero veo que la calle la atraviesa un canal inmundo. A pesar de que estamos en el centro. Me sigue sorprendiendo la India. Estuve allí dos horas. La posición del teclado me hizo acabar con la espalda dolorida y decidí tomar un descanso y buscar otro sitio con un teclado más ergonómico. Al salir veo en la calle a un hombre cargando grava en dos grandes capazos que luego transporta unidos por una caña de bambú. ¡Eso sí que rompe la espalda! Y yo quejándome. En el paseo veo un transporte que no había visto hasta ahora: entre dos hombres llevan sobre un triciclo un gran cañizo, de unos 4 metros de largo por 3 de ancho, uno va delante y otro detrás. Me preguntaba como lo dirigen: debajo del cañizo hay un niño pequeño andando que lleva el manillar. Veo también unas jovencitas vestidas como de azafatas. Llevan la falda por la rodilla y andan de una forma rara. Luego me cruzo con otro grupo parecido y entonces me doy cuenta que no es que no sepan llevar las faldas o los zapatos, lo que no saben llevar son las piernas. Cientos o miles de años con los saris y nunca han llevado las piernas al aire y ahora no saben que hacer con ellas. Os voy a contar una historia sobre piernas y faldas que me contaron pero que no sé si será verdad, aunque más parece una invención. En la guerra civil española en la zona roja cuando dudaban de que un hombre hubiese sido cura le hacían jugar al fútbol y si cuando le tiraban una pelota a las piernas las cerraba para recogerla es que no, si las abría es que sí había sido. Y eso era porque había jugado siempre con sotana y así abría las piernas para recoger en ella la pelota. Imagino que tendrá un fondo de verdad y que quizás descubrieron por casualidad a alguno de esta manera pero no que lo utilizasen como método habitual. Por la mañana cuando he venido a Siliguri desde mi hotel en NJP el ambiente era limpio pero ahora que es casi medio día ya está muy cargado. Al atardecer debe estar irrespirable. Los embotellamientos son continuos. En uno de ellos un ejemplo de la prepotencia de algunos ciudadanos indios: toda la circulación parada. Llega un coche y le da ligeramente en la rueda a una bicicleta que está esperando. Pues encima el del coche le toca el claxon y le grita enfadado al ciclista. Y éste ni mú. Hay un desprecio total hacia el que se considera inferior unido a un individualismo feroz. Y también una resignación instalada en la forma de ser sobre la propia situación personal. Me voy a comer a un restaurante que me recomienda la chica de Internet. Está muy bien. Pido un plato de arroz y como siempre el camarero insiste en que si no quiero nada más. A veces esta insistencia te hace dudar de si habrás pedido poco. Efectivamente, es un plato que en España sería para cuatro personas. Menos mal que no le he hecho caso. Como es un restaurante de cierta categoría he recordado unas historietas que me contaron una las teresianas y otra Pilar. Las primeras estuvieron en el mejor restaurante de Gangtok y la segunda en el de Darjeeling. Ambas vieron ratas o ratitas paseándose tranquilamente por el comedor. ¿Por qué en los que voy yo nunca las hay? Por cierto este arroz estaba buenísimo y no encontré roedores paseándose. Quizás es que van en el caldo y por eso no me entero Encuentro un sitio de Internet medio vacío pero es que es un 50% más caro. Empiezo a teclear y necesito ayuda. Viene la encargada y en aquel momento aparece una pantalla con información de búsqueda de novias indias. Me resultó bastante embarazoso. Luego comprobé que a pesar de ser más caro tenía una aplicación que no paraba de enviarte pantallas con publicidad y ofertas. Regresé al hotel a esperar la hora del tren y finalmente a la estación. Si un día caes por aquí de paso como yo, creo que si te vas a ir en autobús o jeep la mejor opción son los hoteles de “Siliguri Junction”, pero si vas al ferrocarril es mejor quedarte en NJP que es como un pueblecito más tranquilo y además estás a 5 minutos andando hasta la estación.
Y así llegué al esperado tren. Sorpresa. No encuentro mi vagón que es el A2. Me subo a otro de la misma categoría y espero al revisor, el famoso “titi”. Cuando mira mi billete me pregunta si hablo hindi o bengalí. Le da lo mismo, me explica algo que no entiendo. Llama a un mozo para que me acompañe a mi asiento. Me lleva a otro vagón, que tampoco es el mío y además de categoría inferior. Al lado hay dos occidentales que tampoco saben muy bien qué les pasa. Me guardan ellas el equipaje y vuelvo a la carga con el revisor. Que yo he pagado clase 2AC y él me envía a 3AC. Con la ayuda de otros dos pasajeros me explica que mi vagón no estaba disponible y no lo han puesto. Como me sigo quejando me da el asiento de otro revisor que también viaja allí, pero que es el peor del vagón. Como parece que no hay otra opción me quejo pero me quedo. Antes de aposentarme vuelve el revisor y me dice que puedo ponerme en el asiento que compré: no sé si se ha hecho un lío él o el sistema informático ha funcionado y me ha asignado el asiento en este vagón. Conclusión: hay que quejarse y no dejarse vencer en el primer asalto. Ni en el segundo aunque estés cansado. Mis compañeros de viaje son un indio que va hasta la mitad de camino y otro que va a Delhi y que será mi ángel de la guarda sobre todo a la hora de pedir la comida pero que a cambio me hará prestarle una gran atención cuando hable porque lo hace tan bajito que no le entiendo nada a la primera y además me pregunta sin parar. Al rato aparecen las dos jóvenes, una inglesa y la otra irlandesa porque un pasajero que había vivido en Irlanda se ha quejado al revisor y éste les ha encontrado acomodo y se instalan en mi departamento. No he dicho que he luchado tanto por un buen asiento, como el que tenía, porque este viaje de NJP a Delhi son casi 1500 kilómetros. Se sale a las 16:35 y se llega al día siguiente a las 19:45 o sea 27 horas y 15 minutos si no hay retrasos. Charlo un rato con las chicas. Típicas europeas de treinta y pico años. Una de ellas es su segundo viaje a la India y la otra el primero. Están 14 días y me sorprende que hayan ido a Calcuta. Ha sido por un libro. Es bonito hacer un viaje impulsado por una lectura. Su recorrido ha sido Calcuta, Darjeeling y Benarés donde van ahora. Piensan pasar unos días en Risikesh y luego a Delhi para volver a casa. Parece que lo llevan todo organizado. Cuando pasa el camarero mi amigo me ayuda a pedir la cena. Las chicas dicen que ya llevan comida: unas galletas, plátanos y frutos secos. De todas las maneras se desinfectan las manos como si saliesen de una autopsia del CSI como mis amigas teresianas. Es como una ceremonia. Seguro que sale en algún manual que no he leído. Son simpáticas y responden pacientemente a mis preguntas pero algunas las tendré que resolver al regresar a casa porque no saben las palabras inglesas para “izar” y “arriar” una bandera y me cuesta creer que con lo que les gusta ese tema patriótico a los británicos que no existan las palabras. Tampoco lo de “astringente” aunque ahora no he dicho lo de “antonym” porque parece que soy el único en la India que conoce esa palabra en inglés. Antes de la era Internet, cuando me compraba diccionarios, para saber si era bueno buscaba la palabra “bogomilo” y para las enciclopedias “Alcañiz”. En función de lo que decían sabía su grado de fiabilidad y precisión. Ahora en mis viajes lo haré con los anglófonos para saber su nivel de inglés con “astringente, izar y arriar”. Con el indio he hablado del Punjab y de que visité Wagah al año pasado (hay crónica) donde se enfrentan diariamente los ejércitos indio y paquistaní en una ceremonia teatral. Mejor que la guerra, por supuesto. Me enseña en un periódico una fotografía del acto. El pié dice que la India bajará el tono de la ceremonia pero que Paquistán ha contestado que seguirá igual. Y ya cenados nos vamos a la cama. No he dormido de un tirón pero casi. A las siete, más o menos, el tren llega a la estación más cercana a Benarés y a las chicas las coge a mitad de la preparación. Les ayudo a bajar una de las maletas. ¡Cómo puede la gente viajar con esos equipajes! Bajo a tomar un té en el andén. Se me acerca uno de los pasajeros que me ayudaron la primera vez con el revisor. Me ofrece un canastillo con papaya. Me acabo de tomar un té con leche pero no puedo decirle que no. Nos ponemos a charlar. Es de Uttar Pradesh y viene de Assam de donde partió este tren. Me imagino que es musulmán por su aspecto y porque lleva una camiseta en contra de la guerra de Irak. Me ha confirmado que sí es musulmán pero lo de la camiseta es porque es izquierdista, del Partido Comunista para ser más exactos. Así por primera vez he hablado de otras cosas diferentes de las habituales de las que hablo con los indios. Del problema de las castas pero no como discriminación si no de favoritismo sobre los de su misma casta. Del problema de la administración pública. Se ha alegrado mucha con algunas de mis observaciones porque parece que coincidían con las suyas. De la corrupción. Del tema de la vida futura y de cómo las religiones impiden el desarrollo de los pueblos. Me ha dicho que en la India hay 15 lakhs de soldados más la policía. Os recuerdo esa unidad de medida india: un lakh son cien mil que ellos escriben 1,00,000. O sea que hay millón y medio. El es ingeniero eléctrico. A pesar de que quiere que vaya a su departamento me voy al mío a escribir un rato. Mi compañero no para de hablarme y preguntarme cosas como si en España se come carne de vacuno. Cada vez habla más bajo y no lo entiendo. Una pregunta le interesa mucho y se la hago repetir varias veces. Es sobre “milec”. Al final entiendo que se refiere a la leche pues me dice que si en España la tomamos de cabra, de búfala o de vaca. No sé el precio de la leche ni el del arroz en mi país. Tendré que mirarlo para el año próximo. Según él, el arroz mejor va a 50 rupias el kilo, algo menos de un euro, la leche de vaca a 15 y la de búfala a 20 rupias. O sea de 25 a 35 céntimos de euro el litro. Pasan ofreciendo té y me invita a uno: 3 rupias, unos 5 céntimos de euro. El tren atraviesa Uttar Pradesh una gran llanura con campos cultivados. En una estación se bajan un grupo de chicos jóvenes que iban en mi vagón, algunos altísimos. Un pasajero me dice que es un equipo de baloncesto. No sé como habrán pasado la noche en esas literas en las que yo quepo justito. En la estación cargan ellos con todos los bultos y cajas. Nada que ver con las estrellas del deporte. Suben unos policías en una estación y buscan entre los equipajes. Mi compañero me dice que están buscando armas y drogas. Buscar pueden buscar, pero encontrar… porque sin perros y de la manera que lo hacen si no llevas el canuto en la boca o la jeringuilla colgando de la vena no creo que encuentren nada. Y lo de las armas da risa. Después de comer pasa el camarero a cobrar. Siguiendo el consejo del pasajero del primer tren he comido huevos al curry para cenar ayer y para comer hoy además de tortilla para desayunar. El “calostro” lo tendré por las nubes. Mi compañero ha comido lo mismo. Las tres comidas 100 rupias, menos de 2 euros. Estoy por quedarme a vivir en el tren. Me explica su fórmula del té: se pone agua a hervir. Cuando lo hace se le añaden las hojas del té. A continuación azúcar y la misma cantidad de leche que había de agua, las especias que te gusten y se le hace dar dos o tres hervores.
El tren.
Afortunadamente después de Benarés se ha quedado casi vacío. En mi vagón al tener aire acondicionado no se pueden abrir las ventanas. Las tiene dobles y aunque las limpian por el exterior en algunas paradas, están tan sucias en la parte interior de la cámara de aire que es como si fuese cristal esmerilado y no se ve casi nada. La clase 2AC en la que viajo, tiene dos alturas de literas, o sea 4 por departamento, más dos en el pasillo que son más estrechas y peores. Los indios suelen estar largos en el asiento la mayor parte del viaje así que si no quieres hacer lo mismo intenta coger la litera de abajo y cuando quieras la transformas en banco para sentarte y así si él quiere echarse largo se subirá a su litera. De todas maneras el viaje en tren resulta más cómodo y tranquilo que en el autobús. Y conforme vamos atravesando Uttar Pradesh el sol va bajando y nos aproximamos a Delhi. El agobiante, caótico e imprescindible Delhi con su estación de tren que es un ejemplo amplificado de todo él.
Un viaje largo, tranquilo, con conversaciones, pensamientos, escritura, música, lecturas…