37. De Tashiding a NJP.

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La iglesia de Santa Marí­a de Agramunt, en la comarca de Urgel.Ayer fue casi el día del silencio. O mejor el día del casi silencio. Después de no hablar con los sectarios de la cocacola, ni con el franco-español rarito, sólo hablé un poquito con el guía francés del grupo que llegó al hotel. Un tío simpatiquísimo. Me fui del comedor del hotel para que pudiesen cenar los franceses pero aún era prontísimo así que salí un rato a la calle delante del hotel. Se me acercó un sordomudo y estuvimos charlando un rato. Cosas sin importancia como de la familia y la religión y sobre el tabaco. O sea que en cuestión de conversación no podía haber sido un día más raro. La habitación está justo debajo del tejado y todas las paredes, techo y suelo eran de madera. No paraban de oírse ruidos por el techo. Imagino que debían ser las palomas. Una vez en un viaje por un país asiático en un hotel que también tenía las paredes de madera había un animal que gritaba por las noches. A veces se callaba a base de pegar zapatazos en la zona de donde salían los gritos pero es que nos llegaba a despertar. Nos quejamos al dueño y nos explicó que era un lagarto y que debía estar en celo. Era espectacular y molesto. Y además le debíamos estar fastidiando el noviazgo.
Por la mañana me despierto antes de que pongan el casete hindú de rezos. Hoy lo han puesto más tarde y más bajito. A lo mejor es que ayer era domingo. Desde luego en este pueblo no hubo ninguna actividad que lo hiciese notar. Hablo con un sherpa que llevan los franceses. Ellos son 11 y el guía. Llevan 15 empleados, entre chóferes, cocineros, criados y mozos de cuerda. Imagino que cuando lleguen a París y cuenten su gran aventura a los “mozos de cuerda” los llamarán “porteadores de altura”. Porque a lo mejor han hecho un treking, cosa que desconozco, aunque por el color de la piel no lo parece, pero el resto de los días ya me dirás para que quieren un porteador si no es para que les lleve la maleta. Como a Alfred. Son gente mayor, de 55 a 65 años, con aspecto de clase media acomodada. Su viaje es de tres semanas y desde que llegan a la India los coge el guía simpático, que vive en Delhi, hasta que se van. Me ha dicho que era también un recorrido cultural. Viajan en un autobús de buen aspecto de unas 25 plazas y los empleados en un jeep, aunque imagino que alguno de los criados irá con ellos en el bus. En el hotel les hacían la comida sus propios cocineros y los alimentos también los llevaban ellos. Vaya, como Napoleón antes de ir a Rusia. No me atreví a preguntar cuánto cuesta un viaje así.
El madrugar me ha servido para adelantarme a la cola que se ha formado luego para entrar en el retrete y ducha porque no sólo estaban ellos (aunque han dormido en algún otra casa cercana) sino además los 15 indios. Y yo. Desayuno y me voy a coger el jeep para Jorethang, como dije, etapa necesaria para ir a NJP y a casi todos los sitios. Pensaba quedarme allí y coger mañana el bus para NJP pues tengo el billete de tren desde NJP a Delhi a las 16:35 de mañana y claramente NJP no es la ciudad ideal para pasar un día de espera. En el coche cambio de idea y decido ir a NJP por si puedo adelantar un día el viaje y salir hoy. El recorrido de Jorethang a Siliguri (no van directos hasta NJP) lo hago al lado de una pareja que creía en viaje de novios pero que no es así: él va a un seminario de 4 días a Siliguri y le acompaña su mujer. Ya tienen tres hijos y son de un grupo étnico totalmente nuevo para mí: rai. Y además son cristianos ¿Y qué hablan? Pues rai. Si es que parezco tonto haciendo esas preguntas. Y pienso en los que son contrarios a las diferencias regionales con esta variedad de grupos y lenguas, pero también pienso que en algunas autonomías tampoco les gustaría que hubiesen 20 grupos distintos, que prefieren que se hable algo diferente a los vecinos pero dentro todos lo mismo y si es posible uniforme. O sea, diferentes pero no demasiado.
Y en el camino pasamos por la frontera de Sikim pero no tengo que hacer ningún trámite. Paramos en un pueblecito a desayunar: dos samosas, esas empanadillas grandes fritas rellenas de patata y un té, 10 rupias, no llega a 20 céntimos de euro. La joven pareja que come patatas fritas en el coche me ofrece. Cuando acaban de comerlas se limpian las manos a conciencia con la funda de la tapicería. Del coche. ¿Qué harían mis amigas teresianas cuando suben a un vehículo así? Mira que las echo en falta para preguntarles normas de comportamiento social-higiénico. Visto como se desinfectaban en el restaurante de Gangtok, quizás en el transporte público lleven unos asientos de papel como esos que tiene algunos retretes elegantes para poner encima de la taza pero que no son muy prácticos hasta que pongan algo de velcro porque ahora se resbalan y hasta te puedes caer al suelo si no tienes cuidado. Y con la limpieza de las manos me he acordado de la toalla común del hotel de Tashiding. Seguía allí esta mañana. ¿La cambiarán alguna vez?
Al cabo de un rato de entrar en Bengala el paisaje se ha transformado. Primero han aparecido monos en la carretera, luego camiones. Sikim debe ser el país del mundo con menos camiones y con más vehículos todo terreno. Una vez pasamos un puente recién construido. El viejo que está al lado ya no tiene circulación. En los dos extremos del puente viejo han aprovechado para levantar casitas y así utilizar el suelo que ya tenían hecho. Y así llegamos a Siliguri. Y de golpe ya estás en la India. En la de verdad. Es como un Delhi en pequeño. Y también entiendo porqué al franco-español raro no le gustaba la India y porqué a Anna no le entusiasma. Bajo del coche y tengo encima a una nube de conductores de ciclorickshaw que quieren llevarme a NJP. Comprendo que una situación así agobie a la gente. A mí me cabrea porque no conociendo la ciudad y menos ésta que son tres grandes agrupaciones con tres estaciones de ferrocarril no tengo ni idea de donde estoy porque la pareja del viaje se ha bajado antes y el chófer no habla inglés y solo quiere que me vaya y coja un rickshaw. Lo que quiero hacer en primer lugar es intentar adelantar a hoy el billete que tengo para mañana. Parece muy sencillo y en muchos países sería algo fácil, pero amigo, estamos en la India. Insisto, en la de verdad. Elijo una solución un poco cobarde: entro en una tienda de pinturas donde hay dos señores con aspecto amable. Intento preguntarles, pero han entrado también los de las bicicletas e intervienen en la conversación. Hay que decir que es un establecimiento sin puertas en la calle. Les hago callar y los echo de la tienda. Los propietarios me hacen sentar, hablamos y me aconsejan. Que lo mejor es ir a la estación de NJP a cambiar el billete y que hay autorickshaws colectivos que me llevarán hasta allí. Paran delante de la tienda. Me despido agradecido. Quizás en lugar de decir que soy fresador diga que tengo un negocio de pinturas en honor a aquella gente. Cada vez que paro un motocarro no va a NJP. El buen tendero sale a la carretera y me ayuda en la gestión. Y así llego a la estación famosa. Como todas llena de gente y sin ningún lugar donde preguntar. Hago cola en la ventanilla que creo la adecuada pero que después de 20 minutos descubro que era la equivocada. Voy a la buena. Bronca, pequeña, con uno que se quiere colar. Cuando solo tengo uno delante de mí para que me toque hay cambio de turno de la taquillera. No te lo puedes creer: un gran letrero ya advierte que el tiempo de cambio de turno es de 14:00 a 14:14. Ni un minuto más. Imagino que varios ingenieros de la RENFE india han llegado a la conclusión que son 14 minutos lo que se necesita. ¡Señor, este país no va a cambiar en la vida! Por supuesto tarda casi media hora. Al fin me toca a mí y le explico lo que quiero. Sencillo: tengo un billete para mañana y lo quiero cambiar para hoy si hay plazas. Que por ese billete, o ese tren, o no sé que leches, pero no se puede cambiar. Que vaya al andén número uno y que lo pruebe allí. Llevaba más de tres horas entre las dos colas. Y entonces me ha pasado lo mejor del día: allí estaban Pilar y Robert que iban a coger el tren que yo pretendía cambiar. De verdad que eran las personas que más me he alegrado de encontrar. Pues es que no sé si por ellos mismos, o porque son filobudistas, budistas o mediobudistas pero es que transmiten paz y tranquilidad. Y yo en aquel momento estaba como una moto. Se han quedado con mi equipaje y allí me he ido yo al andén 1 que con ese número debería estar al lado de la entrada y está en el otro extremo. Búsqueda de alguna oficina donde hubiese alguien a quien preguntar. Al final encuentro la misma oficina donde estuve cuando fui a Darjeeling con el “toy train”. Con otros empleados a los que les explico mi problema. El primero después de todo el rollo me dice que se lo explique al segundo que es el jefe y que está a su lado y que por tanto ha tenido que oír a la fuerza toda mi charla. Otra vez lo mismo y me contesta que no se puede hacer nada. Y entonces me lanzo: “¿No me puedes ayudar o no quieres ayudarme?”. Pues parece que eso le ha afectado. Me dice que primero cancele mi billete para mañana y luego vuelva y que él buscará un billete para hoy. Le insisto en que no me gusta devolver algo que tengo a cambio de una posibilidad y entonces me ha salido la vena conservadora y he decidido quedarme como estaba. Además con el tiempo que quedaba y la velocidad de las colas no creo que hubiese llegado a tiempo. He vuelto con los amigos y mi mochila. Pilar me ha premiado con un trozo de turrón de chocolate de Agramunt. ¿Sabéis que en el año 73 ó 74 mi mujer hizo un trabajo sobre la puerta de la fachada de la iglesia románica de Santa María de Agramunt? Era algo sobre la escuela de los constructores de la Seo de Lérida. Me despido de ellos que se van a Benarés. Y me he ido a buscar hotel en la misma zona que cuando vine la primera vez pero esta de ahora mejor. Un poquito. Pregunto y me dicen que por allí hay varios sitios de internet así que decido ir a comer a Siliguri y luego volver aquí a escribir en Internet. Como he dicho cuando he llegado, Siliguri es la India real. Una circulación agobiante y caótica de biccletas, motos, ciclorickshaw, algún coche, peatones… una polución que se mastica. A veces un olor a orines, denso, tanto que parece que más que un olor es algo sólido que puedes ver. No digo tocar porque sería una marranada. Pero también. Cruzando un puente sobre el río hay unos ghats donde nadie se baña pero donde sí hay señores meando. En el libro de Alka Saraogi, que he citado otra vez, el protagonista dice: “había otra cosa que me perturbaba: cuando las mujeres pasean por la calle y tienen ganas de mear, me pregunto adónde pueden ir”. Pues a mí eso es algo que me intriga muchísimo. Tanto como la primera vez que descubrí como lo hacían (y lo hacen) los varones en la calle: se agachan, se abren la bragueta y orinan. Claro que aprenden desde pequeñitos porque si lo intento hacer yo seguro que acabo con todo el pantalón mojado. ¡Y mira que es práctico! Me meto en un restaurante y vuelvo a notar la presencia de la India: la comida es picante, picante. Me ponen agua y pregunto si es “filtrada” que quiere decir que la han tratado y la puedes beber sin problemas. Me dice que sí. Me asomo en la cocina y veo como llenan las jarras directamente del grifo. Regreso a NJP. Busco algún sitio con internet pero no encuentro por ningún lado. Mañana por la mañana en Siliguri.
Paisa. Es un término que casi ya no se usa y menos con los extranjeros pero hoy me lo han nombrado y os lo explico. Una paisa, o un paisa, es un céntimo. Ya nada vale un céntimo pero sí media rupia o sea 50 paisas. Y lo normal es que te digan que dos caramelos, por ejemplo, cuestan una rupia, pero en el envoltorio pone “50 paise only”. Además todavía hay monedas de 50 paisas.
Pregunta budista. Al encontrarme con Pilar y Robert he vuelto a pensar en el budismo pues me han dicho que sí levantaron los trapos de la pared que mostraban a Buda y a las señoritas estupendas (el adjetivo es mío, no de ellos) en posturas comprometidas. He pensado que a lo mejor no era una cosa del sexo tántrico según me dijeron ellos la primera vez que hablamos del tema sino algo del tipo de las tentaciones de San Jerónimo, porque la señorita sí ponía cara de entusiasmo –en las pinturas, que en la escultura no se le veía- pero Buda ponía la cara como un palo. Vaya, que no se lo pasaba bien, aunque a lo mejor lo del tantra es eso, que dura mucho rato pero que no se lo pasan bien. Tendré que investigar.