
El desayuno estupendo en este hotel como siempre si solo nos ceñimos a la tortilla («señor camarero, sin picante, por favor»), pero cada vez que intento una prueba del resto de platos indios no puedo comer más que esa pequeña porción que me he puesto de prueba.
Para compensar es el único desayuno donde podemos tomar té que no sea de bolsita.
(Este no es nuestro desayuno, que es un “restaurante ambulante”).
La principal atracción turística de la mañana será la visita a los famosos lavaderos de Mahalaxmi Dhobi Ghat.
Con un taxi (y esta vez sin problemas) vamos hasta allí y la primera sorpresa es que en el mirador que han colocado estratégicamente al efecto para poder verlos hay un numeroso grupo de turistas occidentales que han resultado ser de la “3ª edad” de Valencia.
Y es que es un lugar muy interesante para nosotros, pero no para un indio.
Charlo brevemente con algunos de ellos y han visto la India en 13 días. Desde luego van a toda leche pues aquí los ha dejado un microbús y en 5 minutos se han ido.
Mahalaxmi Dhobi Ghat.
De Wikipedia: “Dhobi Ghat es una lavandería al aire libre en Mumbai. Fue construida en 1890. Los lavadores, conocidos como dhobis, trabajan al aire libre para limpiar ropa y sábanas de los hoteles y hospitales de Mumbai.
El término «dhobi ghat» se utiliza en toda la India para referirse a cualquier lugar con muchas lavadoras. Inspirados por el Dhobi Ghat de Mumbai, los británicos construyeron el Dhobi Ghat en Calcuta en 1902 y existen otros lugares con dhobi ghats en todo el sur de Asia”.
“Durante 18 a 20 horas diarias, más de 7000 personas lavan, friegan, tiñen y blanquean la ropa en lavaderos de hormigón, la secan con cuerdas, la planchan con esmero y la transportan a diferentes partes de la ciudad. Se lavan más de cien mil prendas al día. Algunos de los dhobis más adinerados han abandonado la limpieza manual y ahora han instalado grandes lavadoras y secadoras mecánicas”.
Marisa fotografía a gusto desde arriba toda aquella ropa tendida y luego bajamos a los lavaderos.
Al intentar entrar un hombre nos corta el paso y aunque no acabo de entenderlo del todo lo que dice es que para ir por allí hay que ir con alguien “local” y ese alguien es él.
Se pone farruco y no nos deja pasar. Le digo que me enseñe el carnet de que tiene la potestad de impedirnos el paso o que nos diga donde están las normas. Y también que donde está la policía para preguntar por todo esto. Me indica una dirección sabiendo obviamente que no había ningún policía así que me lo pienso mejor y le digo que no, que vamos a entrar, pero solos y que si quiere que llame él a la policía.
Y como en el soneto de Cervantes, “miró al soslayo, fuese y no hubo nada”.
O sea que era un jeta que afortunadamente no “requirió la espada” (véase el soneto, si no lo recuerdas) y que intenta asustar a los turistas occidentales que van solos por allí, pues los grupos no entran, se limitan a verlo desde el mirador (y es una pena) y le debe ir bien pues cuando salíamos hemos visto que hablaba con una ingenua joven y que esta lo seguía.
Así que entramos y ha sido una visita muy interesante, aunque dadas las características del terreno poco fecundo desde el punto de vista fotográfico.
Es un laberinto de callecitas estrechas con lavaderos que ahora en su mayoría no utilizan pues los han sustituido por grandes lavadoras y secadoras industriales, aunque el proceso del secado se sigue haciendo al sol y con una técnica que me ha parecido genial: no hay pinzas, atan las prendas a la misma cuerda de tender que es doble y enrollada.
Parece que hay gente que todavía lava a mano en aquellas pilas pues he hablado con uno (“hablar” es una licencia poética) que me ha explicado que él lavaba a máquina, lo que estaba haciendo en aquel momento, pero que otro que estaba allí y del del que hablaba con cierta condescendencia era “handwashing”.
Seguimos investigando y damos con una especie de túnel sin casi luz y que pensábamos que era la cocina comunal de aquel entorno, pero que es donde están los “ironing” como me dice otro.
Damos con uno que estaba planchando en aquel momento una especie de mantilla y lo hacia con gran destreza.
Cuando salimos del laberinto vemos un par de pollerías y es que debe ser un barrio musulmán.
Regresamos al hotel y pasamos por un edificio que era un centro de votación el miércoles y que tenía un curioso escudo que el otro día con tanto policía no me atreví a fotografiar con un curioso lema: “Industry and Liberality”. Desconozco el significado, pero tenía un sol radiante y sonriente y dos posibles abejas, una mano abierta y todo coronado por un pavo real. (Información para los estudiosos de la heráldica).
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