
Hoy un día de los “de todo un poco”.
De nuevo desayuno en el precioso jardín y después Kissam, el mozo del hotel, nos ha buscado un coche para ir a Pushkar.
En el camino vuelvo a comprobar lo peligrosa que es la circulación aquí, cosa de la que no te percatas lo suficiente cuando viajas en autobús.
Una de las especialidades de los motoristas es hablar por el teléfono mientras conducen, pero nada de manos libres o bluetooth o mariconadas semejantes: se lo colocan en la oreja mientras se lo sujetan con el hombro.
Todavía no hemos visto ningún accidente, pero cuando lo haya deben ser tremendos pues en primer lugar no lleva casco casi nadie, las señoras siguen montando al estilo amazona y suelen ir sobrecargadas, sea de equipaje o de personas.
Hoy vamos a pasar de nuevo el día en Pushkar, pero hemos decidido ir en primer lugar a la feria de ganado, luego al centro de la ciudad y acabar el día de nuevo en la feria para la puesta de sol.
El chófer no tiene nada claro lo de la “Camel Fair” y no habla ni una palabra de inglés. Marisa echa mano de la técnica y le pone en el traductor lo de la feria de los camellos y menos mal que no lo ha entendido porque sino no sé dónde hubiésemos ido a parar.
Nos deja donde le parece, pues no tiene ni idea del lugar. Le pregunto a un joven con una Nikon (ya sabes lo de la hermandad de los que comparten la misma marca de cámara fotográfica) y nos indica hacia donde debemos dirigirnos porque aquello es enorme y hoy hemos aparecido en un entorno desconocido.
Encontramos de nuevo un caballito de esos blancos, quizás albinos, que tiene un ojo azul y otro negro. El joven propietario nos lo enseña orgulloso de que Marisa lo fotografíe. Y es que esto de la fotografía se ha convertido en un negocio y en una presión terrible. Bien es verdad que no he visto en este país tanto fotógrafo y tanto teleobjetivo como aquí, pero intentan cobrarte por cualquier cosa.
Así Marisa fotografía a un grupo de camellos y un señor que anda por allí me dice que cien rupias. Otro que está con él y que sabe media docena de palabras en inglés me dice que es que él es el propietario. Le contesto que él tiene 20 camellos y que yo no tengo ninguno. La respuesta le deja perplejo y al final echo mano del tema de la edad:
“¿Cuántos años tienes?
-52
-Pues yo tengo una hija de tu edad.
¿Y el dueño de los camellos?
-60
-Pues yo tengo 80”.
Y hasta me ha sacado un paquete de tabaco para que fumase; he rechazado el ofrecimiento y le he dicho que si sigue fumando acabará con cáncer. Creo que no me ha entendido, pero le ha gustado la conversación.
Y como aquí no parece haber edadismo sino respeto por los mayores, hemos quedado amigos, tan amigos que me ha venido a buscar al cabo del rato para enseñarme a su mujer en el teléfono. Le he dicho “hola” y que tenía un marido muy simpático.
Una señora mayor americana hace una foto de los camellos, le pide 100 rupias, le dice que de acuerdo pero que también le fotografía a él. Así que le da un billete de un dólar.
De ahí viene el problema, pero si quieres dar, pues das. Lo que no me parece bien es que hagas fotografías a gente que sabes que posa por dinero y luego no quieras darle nada.
La historieta del día:
Anteayer vimos a un grupo de niñas vestidas de falsas aguadoras con cántaros en la cabeza y que te piden que las fotografíes: “Picture, picture, photo”. Si quieres las fotografías, les pagas y ya está.
Un señor pequeñito les hace una sesión, vaya un montón de tomas con distintas poses y cuando le piden el dinero les contesta en catalán que no, que ni hablar y de una forma bastante desagradable.
Le digo que ya debía saber que esas niñas posaban por dinero y que si en la plaza de Cataluña de Barcelona hay uno vestido de mono y le haces fotos tienes que pagarle. Y me contesta que no, que él le hace las fotos que quiere y que luego no les paga nada. Lo dejo correr, pero como las niñas son muy insistentes entonces siguen a su mujer y esta les contesta muy cabreada y les grita de mala manera. Así que vuelvo a contarle a ella lo de la plaza de Cataluña y que hay que pagarles o no hacer las fotos. Y entonces…
“-¡Yo no he venido a la India para discutir con un español!
-Y encima independentista.
-No soy independentista, pero con gente como tú me haré independentista.”
Y se ha marchado muy cabreada. Pero a las niñas ni una rupia.
La verdad es que ha sido una tontería que me supiese mal que me llamase “español”, pero es que me lo ha dicho como un insulto tipo “¡Yo no he venido a la India para discutir con un idiota!”.
Un señor que tenía dos cobras amaestradas también ha salido como una flecha detrás de un grupo de turistas occidentales que se han ido sin pagar después de haber asistido al “espectáculo”.
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