
Salimos de la iglesia del Paseo del Buen Pastor y nos vamos a dar una vuelta por ese “Paseo”.
Una exposición fotográfica sobre tela en uno de los pasillos con un bonito título (estamos en Argentina), “El bosque está adentro” y con una poética y bella descripción de la exposición.
Y para no ser menos, una cafetería de ese complejo tiene toda esta escritura en su entrada, con lo que no sé cómo se llama, pero es bonito: “BIENVENIDOS A pasear el alma”.
Pero no todo iba a ser tan idílico: una columna en el jardín tiene un letrero que dice “Marcas para recordar” y luego describe una fuga de un grupo de mujeres que estaban presas aquí en 1975 por sus ideas políticas y como “Nueve de ellas están desaparecidas, fueron asesinadas en diferentes ciudades del país…” y otras columnas tienen fotografías de esas mujeres.
Estando allí aparece un pick-up tocando el claxon con una joven disfrazada como las de anteayer, pues estamos en el mismo lugar, aunque esta no ha parado en el estanque.
Y desde allí nos vamos al norte, que es donde se concentra el mayor número de puntos culturalmente interesantes y empezamos por el primero, la “Manzana Jesuítica”.
La guía dice que es semejante a la de Buenos Aires, allí llamada “Manzana de las Luces”.
Wikipedia sí da una detallada información.
“La Manzana Jesuítica, fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 2000. En dicha manzana se encuentran el Colegio Nacional de Monserrat que todavía funciona, la sede del antiguo rectorado de la Universidad de Córdoba convertido en museo, la Biblioteca Mayor de la Universidad Nacional de Córdoba, la Residencia, la Capilla Doméstica y la Iglesia de la Compañía de Jesús que aún hoy ofrece misa y es una de las iglesias más importantes de la ciudad”.
Hay que pagar una entrada, aunque la iglesia es gratis y al entrar en ella te caes de culo.
Bueno, como dice Wikipedia, “aún hoy ofrece misa” y eso es lo que nos pasó y además con bastantes fieles, no como en España en los 50, pero muchos más que allí ahora.
La web del turismo de esta ciudad dice: “Es característica la sobriedad de la fachada, aunque el interior deslumbra con la exótica forma de su bóveda, similar a la quilla de un barco invertida realizada en madera de cedro paraguayo dorado a la hoja donde la mano del nativo quedó plasmada en el decorado barroco americano. Es un paseo obligado para los turistas que llegan a la ciudad desde todo el planeta”.
Y no solo eso, además han creado un pódcast que se puede oír en Spotify y del que te dejo el enlace.
Y es algo impresionante.
Lo que queda por ver de esa “manzana” es el “Museo Histórico” que forma parte de la universidad.
Para nosotros, al margen de la iglesia, el resto no tuvo demasiado interés y encima la señora que nos vendió las entradas volvió a la carga de la peligrosidad de esta ciudad.
Están muy preocupados con el robo del celular, pero nada con una epidemia de obesidad que seguro que provoca más accidentes (y no te digo ya muertos) que los robos callejeros y no he visto a nadie que nos diga que no comamos más empanadas, ni que no bebamos todos esas bebidas saborizadas (cargadas de azúcar) y no te digo nada de las cervezas de un litro de los restaurantes.
No sigo.
Desde allí regresamos a la zona del alojamiento para comer y tomarnos un ligero descanso antes de reanudar la dura vida del turista.
Vamos a un pequeño restaurante al lado de casa que nos recomendó el dueño del apartamento, pues según él come allí todos los días y efectivamente era “bueno, bonito y barato”. Una de las mejores comidas de todo el viaje y además la camarera me ha confirmado que come allí nuestro anfitrión.
Y el último detalle, el nombre del sitio: “Cientovolando”.
Y no te digo lo que nos costó porque te irías a vivir allí, sobre todo después de ver la foto del postre.
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