Aquí, en Córdoba, hay dos polos de interés turístico y a ambos se puede ir andando desde nuestro alojamiento: uno está situado en el centro, cerca de la Plaza de San Martín (¿se podría llamar de otra manera?), que es el centro neurálgico de la ciudad y el otro está situado a un kilómetro hacia el sur.
Decidimos empezar por el más lejano, por el sur, por una razón crematística: la señora de turismo nos ha recomendado que hoy vayamos allí, pues los miércoles son gratis los museos “oficiales”, aunque realmente son muy baratos. Y además allí está el de fotografía que nos interesa especialmente.
Llegamos a un sitio llamado “Paseo del Buen Pastor” y allí, delante de un estanque, un par de jóvenes disfrazadas están haciendo el capullo jaleadas por media docena de amigas.
Descubrimos la razón: “Me recibí. Soy instrumentadora quirúrgica”.
Seguramente debe ser algo habitual, pues excepto las amigas y nosotros nadie les hacía ni caso.
Al final una de las amigas le pidió a Marisa que cuando publicase las fotografías se lo dijera, una desapareció, pero la otra posó encantada.
¿Yo era tan memo cuando era joven?
Pues seguramente sí, pero no me acuerdo. Afortunadamente.
Pasamos luego por una impresionante iglesia, la de los capuchinos, a la que tendremos que volver, pues los museos nos esperan antes de cerrar.
El primero es el “Museo Evita Palacio Ferreyra”.
Es seguramente el más importante de la ciudad, pero al margen de su contenido, el continente es precioso. La guía dice que es el punto de referencia de “Nueva Córdoba”, construido en 1914 en estilo Luis XVI y acaba diciendo que si estás interesado en el arte o en la arquitectura no puedes dejar de verlo.
En la recepción debemos dejar la mochila de la fotografía y tras la consabida pregunta que de dónde somos viene la sorprendente respuesta: “Conozco Zaragoza, aunque no he estado allí, porque soy fan de “Héroes del Silencio” y su líder Enrique Bunbury es de Zaragoza”.
(No me atrevo a decirle que yo no tenía ni idea de todo ello).
Es que no me lo podía creer. Y además era una joven muy simpática con la que charlamos un buen rato.
¡En Argentina quizás no veamos la torre Eiffel, pero mira que hemos hablado con gente!
La misma conserje nos recomienda que visitemos la planta baja, pues allí, entre otras cosas, se explica el origen del edificio y de la familia que fue la propietaria original. Y es que aquellos años, a comienzos del siglo XX, había gente con mucha pasta. Muchísima. Aunque leyendo la biografía de aquellos herederos no les tengas nada de envidia. ¡Unos desgraciados!
Restos de aquellos años fastuosos quedan en los lavabos.
Además de sus obras expuestas, también es notable una gran vidriera.
Es tan “buena” que una aproximación a un detalle muestra su gran calidad.
O este otro detalle.
Y por si eres un fanático de estas obras de arte: sus autores son “Vilella y Thomas”; los he buscado y he encontrado que el primero fue un vidriero catalán, Amadeo Vilella.
Una de las “gracias” de los museos, además de la obra expuesta, es poder fotografiar a los visitantes en “posados robados” y aquí, dada la poca afluencia de visitantes, fue algo especial.
Y este otro “robado”.
Incluso un “auto robado”.
Y un autorretrato.
Y como estamos en Argentina, también bonitos y poéticos letreros como este de la fotografía.
Nos encontramos en una sala una iniciativa muy especial con exposición incluida: “Bordadoras en el museo”.
Hay una bonita colección de sus trabajos, pero lo más interesante parece ser la relación entre todas esas mujeres que se reúnen aquí para bordar.
Te dejo un enlace con más información de esta actividad. .
El sol es... 
01/04/2024 a las 19:30
No soy un robot y me gusta lo que contáis, tanto de palabra como de imágen.
01/04/2024 a las 22:20
Gracias, gracias, gracias.
(Por si eres un robot de los modernos que dicen que no lo son).