1. Japón 2018. Primera parte.

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Tengo pendientes por publicar dos viajes y acabo de hacer otro, uno de 26 días por Japón, con nuestro nieto Hugo, del que no escribiré las crónicas en este blog. Ya sabes, ni fotos de los nietos en las redes, ni crónicas sobre ellos; pero sí me gustaría escribir un breve bosquejo en dos entregas de este país en mi sexto viaje a él.

1. Qatar Airways.
A pesar de sus problemas con los países vecinos, que le obliga a hacer un extraño recorrido, sigue siendo una aerolínea estupenda.

2. Siglo XXI.
Los japoneses parece que pasaron del siglo XIX al XXI y allí siguen.

3. Taxis vs VTC. El futuro.
En Tokio prevén tener taxis sin conductor para el 2020. O sea, pasado mañana. Los tendrán dando servicio, de momento, solo en algunas zonas de la capital. ¡Eso sí será un problema para los taxistas y no los VTC!
En estos casos aplico la sabia sentencia de mi amigo editor: “Mi abuelo fue alpargatero”. (Lo fuera o no).

(Esta foto no corresponde a un taxi actual, ni a los futuros. Simplemente es un coche gracioso y que responde a la pregunta de “Why Are There No Pink Cars?”).

NB
Vosotros quizás no sepáis que existió esa profesión, pero yo tuve un vecino, el señor Vicente, que a su exiguo sueldo de sacristán (y campanero) le añadía un plus, también exiguo, haciendo alpargatas con la ayuda de su mujer, la señora Petra.
¿Conoces ahora a algún alpargatero?
Me temo que a los taxistas de Barcelona no les guste la moraleja.

4. Narita.
El aeropuerto de Narita debería ser el tipo de aeropuerto que los demás imitasen: funcional, sin los estridentes lujos del de Hamad en Doha, ni las “maravillas arquitectónicas” de Barajas (¡qué bien se construye con dinero público!), pero funciona de maravilla. Además, desde nuestro último viaje, hace un par de años, han añadido un nuevo sistema de control corporal: una vez pasas el arco de detección de metales te pones dentro de un círculo marcado en el suelo y te hacen girar 360º. Y parece que es como un escáner que registra todo tu cuerpo (no sé con cuanta profundidad) y muestra a los vigilantes si llevas algo que no debías llevar. Y además con una mejora evidente para los varones: no te hacen quitar el cinturón del pantalón al pasar por el arco. Ni el reloj. Yo, es que llevo los pantalones poco ajustados y lo paso fatal sin cinturón, cogiendo con las dos manos las bandejas con mis enseres y viendo que el pantalón se me está cayendo.


Otra novedad es que el cacheo me lo ha hecho una señorita. ¿Qué pasará si a una señora árabe musulmana se lo intenta hacer un señor?
Y no es una novedad, pero me vuelve a sorprender que la empresa Toto, la reina del sanitario japonés, tenga esa demostración de sus productos en la zona internacional del aeropuerto. Pero para uso público. Que da gusto.
En esta ocasión probé un botón que había visto antes, pero sin la descripción en inglés que aquí sí tenía y que por tanto no me había atrevido a utilizar hasta ahora: “Privacy”. Sí, “intimidad”. Lo aprietas y surge de un altavoz una sinfonía de ruidos como de cañerías, que enmascaran los posibles tuyos corporales. Que hasta los he grabado. Aunque es una pena que no pueda descargarlos en esta web, pero si alguno está interesado se lo puedo enviar.

NB
En un viaje anterior a Japón Marisa presionó una alarma en un baño público y tuvimos que esperar a que apareciese un policía para que lo parase. De ahí mi temor a los mandos desconocidos de esos “establecimientos”.
En otra ocasión tuve que pedirle a un camarero que me indicase el botón de “Big flush” de un inodoro. Y no fue fácil, hacerle entender por señas que me acompañase a los servicios.

5. 11 de septiembre.
Estamos en Japón cuando es el 11 de septiembre. Busco en “The Japan News”, único periódico en inglés que encuentro, información sobre la “Diada”. Me parece imposible que no digan nada. Pues no. Ni una línea. Yo me esperaba la cara del Sr. Torra en la primera página, pero ni en la primera, ni en la última. Es que estos japoneses no se enteran.


Pero parece que sí, pues hay una noticia sobre España de una señora que ha pintado unas esculturas religiosas en Asturias: “Another restoration” con “funky colors”. Y en primera página, luego ampliada en “International”.

6. España.
Me sigue sorprendiendo el interés que muestran los que me preguntan por nuestro origen y lo entusiasmados que se manifiestan al saber que somos españoles. Que incluso me he encontrado a un vigilante de un templo de Kioto que conocía los vinos de las bodegas Torres y que era un ferviente admirador del jamón ibérico y de Sevilla. Y eso que no había estado allí todavía.

El 11 de septiembre dos parejas de jóvenes me piden que los fotografíe con su teléfono. Luego me preguntan que de donde somos y al decirles “Spain” aplauden, y pienso en la fecha que es y en que la mitad de los catalanes nos aborrecen.


El 12 de septiembre “pego la hebra” con un señor mayor mientras espero a Marisa y me dice que ha estado varias veces en España, y que le encanta el país.


Una cajera mayor de un supermercado me dice que ha estado en España tres veces, ocho días en total (no debí entenderle muy bien), y que le encanta hablar español.

Una empleada de una oficina de turismo me dice que está aprendiendo español. Lo hace por medio de Skipe. “¿De Skipe?”. Pues sí, habla con gente de Canarias y de Valladolid. Y es que “hay gente pa to”.

7. El inglés.
He aprendido una nueva palabra de ese idioma. Vaya, he aprendido la pronunciación.
Al llegar a Kioto vamos a la oficina de turismo para preguntar por el mejor día para viajar a Osaka desde allí. Me dicen que al día siguiente no habrá transporte público por un “taifun”. Que se lo hago repetir varias veces hasta que lo escribe: “typhoon”. Claro, es una palabra que conocía, pero que afortunadamente no había tenido que pronunciar, ni oír nunca.
Y es que se acercaba el famoso “Jebi”.


También he aprendido que en caso de fuertes vientos los edificios se pueden mover y es una sensación muy extraña sentir como la cama en la estás sentado se mueve ligeramente mientras en la calle sopla un viento de mil demonios.


Aunque más me impresionó pensar que si en una gran ciudad con grandes edificios que impiden la libre circulación del viento había aquel vendaval como sería en el campo abierto sin ninguna barrera.

Fe de erratas.
Un amable y avispado lector me avisa del título original de esta crónica: «Japón 2108». Me he adelantado 90 años. Claro, que como diría, o podría decir, el tango «90 años no son nada». Pero lo corrijo. Gracias Alfonso.

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Una respuesta to “1. Japón 2018. Primera parte.”

  1. Carmen Valladares Says:

    Una extraordinaria crónica, concisa, con la mirada peculiar del autor y muy interesante, aderezada con la mirada de la fotógrafa

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