Pura Luhur Ulu Watu.
Está situado en la punta suroccidental de la península de Bukit, la que está a su vez situada en la parte sur de la isla de Bali, justo debajo de Denpasar.
Según la guía, en el siglo XI un famoso clérigo javanés, Empu Kuturan, construyó un templo en este lugar. Más tarde otro sacerdote, Nirartha, amplió el complejo y se retiró aquí en sus últimos días cuando alcanzó la moksa, algo así como la liberación personal frente a los deseos terrenales. Vaya, visto el lugar no me parece demasiado sacrificio.
Pero lo que es realmente impresionante son las vistas que hay desde aquí. Porque el camino de ronda al que he aludido antes es lo que pensaba encontrar en Bingin: grandes acantilados por los que podríamos pasear contemplando el océano….Pues aquí tienes eso. Y cientos de turistas que deambulan a tu lado, muchos de ellos orientales, vaya más “orientales” que los indonesios. Y también muchos españoles en pequeños grupos.
En la entrada del templo un letrero te advierte de las normas de comportamiento. La primera y más importante: “Paga el ticket de entrada.” Otra que ya he visto otras veces: “Las mujeres que estén teniendo su “periodo” solo pueden llegar hasta las escaleras del templo”. Pues parece que las dos mil o tres mil que había hoy tenían todas “su periodo” pues ninguna ha pasado de dichas escaleras.
Los acantilados son espectaculares y están rodeados de una pequeña tapia que permite pasear por ellos con seguridad.
Pues a pesar de la advertencia de que no se puede pasar y de que es muy peligroso hay imprudentes que atraviesan esa valla y se colocan en el espacio que queda entre el precipicio y la valla por alguna de las puertas que hay abiertas para que se incumpla la norma. ¡Más insensatos!
Así el lugar merece la pena por las vistas pero no por el templo mismo, aunque este tenga una situación excepcional.
En la carretera de regreso un gran anuncio con una cabeza de una señora tipo Romero de Torres que dice “Spanish Experience”. El conductor me explica que es un famoso restaurante español que para nosotros tiene una gracia añadida: está situado en un sitio que se llama “Kabron”, con acento tónico en la o.
Cuando llegamos al hotel volvemos a realizar el rito de bajar a la playa ya de noche para cenar allí en el mismo restaurante que ayer.
El dueño del chiringuito me dice algo así como “Papá, ¿a cenar de nuevo?”. Pues es agradable que te reconozcan pero no me gusta nada que me llamen “papá”, aunque no me importaría tener un hijo ya criado con un restaurante de éxito en Bingin. Pero nada de “papá”.
Regresamos al hotel y allí debajo de un templete sesión de lectura, escritura y un té.
Mañana nos vamos.
NB
Nos quejamos todos los días de las jodidas escaleras para subir y bajar a la playa pues no solo son muy, muy empinadas, sino que el suelo es muy irregular pues a tramos han aprovechado los salientes de las rocas y a veces los escalones son de 40 ó 50 cm de alto.
Pues andas allí despotricando del “arquitecto” y entonces aparece una señora mayor, pero mayor, mayor, subiendo con una botella de butano en la cabeza. Imagino que ahora estará vacía pero seguro que vuelve con una llena.