Pasó de pobre a canalla sin necesidad de terapia génica. Sólo con sus convicciones.
Todas las mañanas se le aparece en el espejo su difunta madre y le repite cien veces «eres un indecente» en tandas de diez separadas por una pequeña pausa.
Él contesta «no te preocupes, madre, estoy bien. Cuidate» y apaga casi con devoción la luz del cuarto de baño.
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