En un buen artículo, como todos los suyos, de Alberto Manguel en El País del 10/3/2012, al hilo del comentario de una nueva obra sobre Shakespeare, expresa una vez más dudas sobre la autoría de sus obras.
Me parece mentira, a pesar de las autorizadísimas voces que las expresan y las han expresado en el pasado, que se siga dando veracidad a ese tipo de afirmaciones y, aún siendo lego en el tema, debo decir que no tienen mucho sentido. Todas las dudas sobre si William Shakespeare pudo escribir las obras que se le atribuyen se basan en la «imposibilidad» de que una persona no perteneciente a la nobleza y sin una educación refinada, pudiera expresar la riqueza de sentimientos, la sutileza en el conocimiento de la Corte, de los cortesanos y de las ciudades en las que se desarrollan sus obras. Por ello tienden a atribuírselas a nobles aficionados a las artes y aficionados o diletantes de la escritura. Parece ser que la extrema superioridad sólo puede (o podía) darse en el linaje de la nobleza casi como se atribuye a veces la crueldad extrema (ése sería el caso de Jack el destripador personaje atribuido también a un noble).
Las interpretaciones que no permiten atribuir a una persona «corriente» sutilezas propias de «espíritus elevados» son tan clasistas y ridículas que no hace falta argumentar mucho. En este caso haré una excepción porque acabo de leer un libro en el que sin relación alguna con este tema se da razón de uno de los agravios más hirientes que suelen hacerse a Shakespeare y que también menciona Manguel, el de su tacañería y desprecio por su esposa Anne a la que en su testamento le dejó su «segunda mejor cama» lo que implicaría una profunda desconsideración.
Dice Bill Bryson en su libro «En casa» («At home») que no me canso de recomendar (como todos sus libros pues le considero un divulgador a la altura de Asimov o de Russell cuando divulgaban), que en tiempos de Shakespeare las buenas camas eran objetos muy caros, una cama con dosel podía costar el sueldo anual de un maestro de escuela y que, de tradición en las casas pudientes y la de Shakespeare lo era, la mejor cama solía estar en la planta baja de la casa, reservada para los invitados y para que los paseantes la admirasen si la ventana estaba abierta. Por ello la «segunda mejor cama» era en casa de Anne y William casi con absoluta seguridad la cama marital y la expresión nada más que un guiño de complicidad conyugal. Es difícil de rebatir la opinión de Bryson por lo razonado de su argumentación, por ser Bryson un excelente divulgador preciso y documentado, autor de un libro sobre Shakespeare de excelentes críticas que estoy deseando leer, y porque hay pocas dudas del afecto del autor por su esposa cuando al retirarse del teatro a los cincuenta años volvió a Stratford a vivir con ella, después de pasar separados muchos años, ella en Stratford y él en Londres por la actividad de actor y empresario de él. Cien millas de entonces no permitían viajar con frecuencia aunque se sabe que todos los años William volvía a Stratford a estar con su familia una temporada.
Desmentido el menosprecio de Shakespeare por su esposa, hay razones que hacen muy improbable que las obras de Shakespeare sean de otros autores. Si estos eran escritores, como Marlowe o Bacon que suelen mencionarse ¿qué razón podía haber para que se las regalasen a otro? Si eran nobles y no «podían» expresar públicamente la autoría por no decir en público que ejercían una actividad poco noble como la de autor teatral, o bien eran desconocidos como escritores, lo que no es el caso de aquellos a quienes se atribuye con más frecuencia, o si eran escritores conocidos en su círculo social, aunque fuera como diletantes como en el caso de quien se considera más probable, el del decimoséptimo Conde de Oxford, ¿qué razón podía haber para que al menos no diesen su nombre a los sonetos puesto que ya habían dado su nombre a otros poemas?, ¿qué razón podía haber para no firmar grandes poemas cuando habían firmado ya otros menores? ¿La temática amorosa, la velada pasión homosexual que algunos críticos afirman? Esas no son razones de peso cuando la temática amorosa era la usual en todos los poemarios y cuando la pasión homosexual que unos críticos ven diáfana, otros la consideran una exaltación platónica de la amistad.
¿Porqué no puede ser autor de sus obras un actor y empresario, copropietario del mejor teatro de Londres de su tiempo, reconocido como excelente actor y autor en vida por el público y los críticos de su tiempo, de quien fué patrón el propio rey Jacobo I, el primer Estuardo?
Las dudas sobre la autoría, que apuntan también a algunos textos conocidos en vida del autor, nacen en su gran mayoría en el siglo XIX lo que creo que invalida en gran medida su veracidad porque la búsqueda de pruebas y testigos queda vedada por efecto del tiempo y se agranda de forma automática el efecto conspiratorio de todo aquello que parece extraño o poco probable. El hecho de que se conozca poco de la vida de Shakespeare, que ni siquiera publicó sus obras teatrales en vida, no es infrecuente en una época de escasos documentos, en la que la carencia de «copyright» y el hecho de que las obras de teatro tuvieran pocos lectores podía hacer que el autor se desentendiera de la publicación, mínima fuente de ingresos, que le vinieron de su faceta de actor y copropietario del mejor teatro de Londres, el Globe, uno de los primeros teatros en el mundo propiedad de actores. Sus actividades de actor y empresario teatral hicieron de Shakespeare un hombre rico, que invirtió su fortuna en su Stratford natal donde vivían su esposa e hijos.
El hecho de que sus obras en cuanto tales no fueran fuente de ingresos se confirma implícitamente en su testamento en el que no se mencionaban en modo alguno. ¡Qué diferencia con nuestra época en la que hasta los biznietos de los autores se consideran legitimados a cobrar las rentas de los trabajos de sus ancestros e incluso a impedir que los demás los disfruten! Por otra parte, ¡qué bueno que los autores tengan derechos económicos!, aunque toda creación mental se sustente en creaciones previas e incluso los gigantes hayan tenido que subirse a hombros de los gigantes que les precedieron.
El hecho de que figuras importantísimas hayan puesto en duda la posibilidad de que Shakespeare fuera autor de sus obras no me parece raro, pero que entre ellas estén Charles Chaplin y Orson Welles me parece inexplicable. ¿Qué tiene de raro que un actor, que puede y debe sentir otras vidas y otros sentimientos muy ajenos a los suyos, sea un gran autor de ese teatro que encarna? ¿Cómo pueden Chaplin y Welles, de orígenes nada nobles, disentir de esa posibilidad?
Más fácil es que todos los aspectos opacos en la vida de Shakespeare provengan del origen católico de su familia, al menos de su madre, en un tiempo y lugar en que ser católico era poco menos que traidor al igual que los aspectos judaizantes de algunos de los grandes escritores españoles de aquella época también se mencionan como causa de su ocultación o su discreción.
Para ir a lo concreto, las razones más poderosas que me inducen a creer sin fisuras que las obras de Shakespeare fueron escritas por él son tres:
a) ¿Cui prodest?, ¿A quién beneficia? Como en todos los delitos, no veo a quien podía beneficiar, por lo que descarto otra autoría.
b) Las obras «completas» de Shakespeare fueron publicadas en 1623, siete años después de su muerte, por dos actores amigos. ¿Qué razón podían tener para decir que eran suyas si no lo creyeran y porqué nadie en sus momento las impugnó o las puso en duda?
c) Y como ejemplo absolutamente conspiratorio ¿cómo puede dudarse y afirmar como hace Manguel » ni siquiera un retrato fidedigno tenemos de él» cuando en la citada primera edición de sus obras, el llamado «First Folio» figura un grabado con su retrato elegido por quienes fueron sus amigos en vida? ¿Qué razones poderosas pudieron tener sus amigos actores para imprimir un retrato de otra persona que sirviera de diversión y motivo de investigación inacabable a eruditos de siglos posteriores? Y cuando los críticos afirman que quien figura en el famoso retrato «Chandos» que se exhibe en la «National Portrait Gallery» de Londres no es Shakespeare ¿ a qué viene tanta duda cuando todos los pintores que se suponen autores del «Chandos» eran sus amigos, parece que lo pintaron en vida del dramaturgo, y es evidente el parecido con el grabado que se incluye en el «First Folio»?
La navaja de Occam me obliga a cortar estas dudas en pedazos, al menos para mí.
Por fin, para quien no tenga miedo al inglés y esté dispuesto a gastarse 99€ o se los haya gastado ya los sonetos de Shakespeare son gratis.
Etiquetas: Bryson, Shakespeare
09/05/2012 a las 22:09
Muy bien argumentado. ¡¡¡¡Buenísimo!!!! Completamente de acuerdo.
Loor y gloria a los actores que no son todos los que se suben a un escenario pero que en España los hay y muy buenos y no son los más reconocidos por los nobles de aquí que hoy son los pseudointelectuales de la estética del poder que hoy ya no están en el poder político pero que siguen exhibiendo su papanatez