26 de marzo del 2011.
Por fin amanece sin una nube. El primer día así de este viaje cuando ya hace 9 que empezamos. Tanta suerte tiene una contrapartida: acabo de percatarme de que he perdido las bolsas que llevo para proteger las mochilas. Es una artilugio del que me siento orgulloso y que además de proteger el equipaje en transportes poco limpios (lo que no es el caso de este país), sirve para dejarlas sin problemas en lugares en que te las guardan y en el viaje de regreso para meter el equipaje que no te cabe. Pues las he perdido, las de los dos. Y además no sé donde. Así que punto final. Pero no puedo dejar de sentirme fastidiado. Otro síntoma de la edad. Como esa famosa “boutade” de “ahora se muere gente que no se había muerto antes”; a mí se me pierden cosas que no se me habían perdido antes.
Hoy espero que sea una de las jornadas más bonitas del viaje: la isla de Akdamar, que también había visitado en 2007.
En Van además de la estación principal de autobuses para los de larga distancia, la “otogar”, que está a unos 3 km del centro, hay varias pequeñas estaciones para minibuses y furgonetas o lugares donde se concentran, como alguna calle, así que hay que tener muy claro de donde sale el tuyo. El que va al embarcadero de la isla de Akdamar sale de la misma a donde llegamos de Dogubayazit, así que es fácil.
El pueblo al que vas se llama Gedas. En la otra ocasión tuve que ir hasta allí y luego coger otro autobús que me llevó hasta el embarcadero que está a varios kilómetros. Esta vez el empleado de turismo me aseguró que el minibús te lleva hasta el embarcadero.
También en mi anterior visita tuve muchos problemas para ir hasta la isla pues solo estábamos un joven japonés y yo y nos querían cobrar el viaje completo, que era de 15 pasajeros, pero hoy compruebo con agrado que viajan varios jóvenes a los que imagino interesados en ver la isla. Y además la sorpresa de que también viaja hoy un pequeño japonés. Entonces tuve la sospecha de que este paraje estaba muy recomendado en alguna guía nipona y lo de hoy me confirma mi idea. Desgraciadamente cuando llegamos a Gedas nos quedamos solos el japonés, Marisa y yo. Además temo que sin nacionales allí se acabe el viaje pero se lo pregunto al chófer (“iskele” es la palabra turca para embarcadero, muy útil hoy): nos lleva a los tres pero nos lo cobra.
En este último tramo pasamos a un grupo de cicloturistas con las bicis muy cargadas. Supongo que son europeos pues no he visto un país menos aficionado al ciclismo que éste, exceptuando a los habitantes de Ammán, pero allí tienen una explicación.
Llegamos al embarcadero pero además de los empleados de 4 ó 5 barcos no hay nadie con la excepción de una pareja de unos 50 y tantos, turcos, con aspecto burgués. Afortunadamente hablan inglés y me dicen que el billete cuesta 7,5 liras pero que tenemos que ser 15 o dividirlo entre todos. O sea que lo mismo que en el 2007. Les explico que he visto a un grupo de occidentales en bici y que seguramente querrán venir. El problema es que ellos tienen que coger el avión al mediodía y no pueden esperar. Entonces en un rasgo de generosidad me dicen que paguemos nuestro billete normal y que ellos pagarán el resto. Da gusto viajar con gente bien situada.
Ha sido una pareja muy maja –no por ese acto sino por lo que he hablado con ellos- pero que han estado en la isla apenas 20 minutos. Nosotros nos hemos quedado a esperar otros barcos que irían llegando a lo largo de la mañana.
El viaje desde el embarcadero ya es una maravilla pues el lago Van está rodeado en muchas partes por grandes montañas, y en este lado está Artos de 3537 m completamente nevado y muy cerca. Además en este lago tienes la sensación de que estás en el mar pues solo puedes intuir donde está la orilla cuando la cierra alguna montaña como ésta cercana o como el Süphan de 4058 m de la que me dice el turco que es la segunda del país después del monte Ararat. Vaya, que el lago es enorme: 3750 km², como la mitad de la provincia de Barcelona.
Y cuando estás cerca de la isla descubres la maravilla de su iglesia.

Desembarcamos y un policía (no sé de qué clase quizás de algo cultural, pues no lleva el clásico letrero de “polis” que llevan todos pero sí portaba una pistola) me pregunta que de dónde somos. Un vigilante jurado que está al acecho se apresura a decirme que él es seguidor de Barcelona demostrando así que conoce la rivalidad entre los dos equipos de fútbol. Le digo al policía que es la segunda vez que vengo a la isla. Se ha mostrado tan sorprendido y le ha gustado tanto que además de darme un efusivo apretón de manos me ha dado un par de besos, pero de esos turcos que te pegas dos cabezazos. Pero suaves.
Subimos a la isla, llegamos a la iglesia y Marisa se queda sorprendida de lo bonita que es. Además en la otra ocasión no pude visitar su interior porque la estaban acabando de restaurar pues al día siguiente la iba a inaugurar el ministro turco de cultura con su homólogo armenio; que era la primera vez que ocurría. Pues la han dejado preciosa. Cuando damos una vuelta por su exterior Marisa aún se queda más maravillada. Y es que es algo fuera de serie. Después subimos a la montaña que está enfrente para contemplarla mejor: si vienes aquí no dejes de hacerlo. Ves la iglesia, un trozo de la isla, el lago, las grandes montañas nevadas cerrando el horizonte. Impresionante.
Mientras tanto han ido llegando un par de barcos con más gente. Yo tenía algo de miedo de que no llegasen más barcos en todo el día y nos tuviésemos que quedar hasta que viniesen a recoger a los vigilantes pues el nuestro, con los dos turcos, ya había regresado a los 30 minutos de llegar.
Cuando estamos acabando la visita nos saluda un grupo joven. Las típicas preguntas en inglés pero que en este caso no eran tan típicas: son los seis cicloturistas que hemos adelantado en la carretera y que son 4 chicos y dos chicas iraníes.¡Iraníes! Se muestran muy interesados en nosotros y uno de ellos nos pregunta que porqué no hemos visitado su país. Le digo que por dos razones: la primera el lenguaje, o mejor el alfabeto. Que no me preocupe que encontraré gente que habla inglés. Le podía decir que en Turquía los que me he encontrado que hablaban inglés eran iraníes. El mismo me dice que en este país muy poca gente habla inglés. “¿Y la segunda?”. Que no me gustan los países donde las mujeres son ciudadanos de segunda. No me entiende muy bien y me dice que Marisa no tendrá ningún problema allí. Le digo si sus dos jóvenes compañeras podrían estar con la cabeza destapada en su país. Que no, que hay que llevar el “hiyab”. Entonces me arremango los pantalones y le pregunto si podría ir así. Grandes risas. Que no.

Ha sido muy interesante. Ellos recorrían un trozo de Turquía y luego iban a entrar en Siria y desde allí regresar a su país. Me han dicho que escriben su viaje en un blog. “¿En inglés?”. “No, en farsi, pero puedes utilizar el traductor de Google.” Dada mi experiencia con los traductores automáticos de la web no sé como resultará. Aprovecho para hablarles también de este blog.
Cuando me marcho de la isla leo en un letrero que la iglesia fue construida por “the monks of architects Manuel”. Esto lo traduces como “los monjes de los arquitectos Manuel” y parece que es como si los “Manuel” fuesen una familia de arquitectos con un estudio común, como mi amigo Miguel Angel, pero éstos no tienen monjes trabajándoles. Que yo sepa.
Quizás la traducción deba hacerse de otra manera o el que la ha pasado del turco original al inglés se ha equivocado.
En la barca de vuelta vamos el japonés, una familia de turcos y nosotros pues parece que para volver no esperan que haya 15 pasajeros. Nada más llegar a la carretera sale una furgoneta para Van: 5 TL. No lo entiendo. Hemos pagado un 50% más a la venida y además ésta va directa. En el viaje de regreso oigo que los turcos hablan inglés con el pequeño japonés. Vaya, realmente más que hablar balbucea, pero sí que logro entender que el japonés es coreano y los turcos son iraníes. Eso se llama perspicacia.
Al entrar en Van un letrero te informa del número de habitantes, como ocurre en todas las poblaciones: “Nufus: 360.800”.
Al llegar a Van y cuando regresamos desde la parada de la furgoneta nos encontramos en una plaza muy céntrica con una sentada. En el centro mujeres con pañuelos blancos en la cabeza y el resto hombres de todas las edades. Y policías con enormes escudos de plástico. Y un camión con una pala delantera como de máquina quitanieves que aquí imagino que será de “quitasentados”. Debe ser una mani kurda. Todo muy pacífico y tranquilo y sin ningún orador que inflame los corazones, pero con tanta policía por allí te hace sentir un tanto inquieto. Claro que mi forro polar de color naranja me identifica claramente como un marciano en este mundo de trajes y abrigos oscuros. (Marisa, para zaherirme, me dice que parezco un barrendero, los únicos aquí con ese color). No creo que me confundan con un kurdo reivindicativo pero por si acaso nos vamos de allí.
Después nos vamos a visitar el mercado del queso, “PeynirciLer Çarşısı”, muy interesante pero con poca variedad. Nada que ver con la industria quesera española o francesa. Al lado está un mercado de carne y aunque no nos internamos por allí –no acostumbramos a visitar ese tipo de mercados- aparece un sujeto de lo más loco que he visto en mi vida, aunque tenía un aspecto de lo más normal. Llevaba un gran saco de tela blanca, se me acerca y saca del saco una pierna enorme de cordero, por supuesto cruda, y me la quiere vender. Y yo no le había dicho ni una palabra, ni lo había visto. ¿Cómo pensaría que yo me iba a llevar ese enorme trozo de carne? Una risa.
Luego nos encontramos con una riada de gente que venía de la mani que acababa de finalizar. Como Marisa había hecho fotos a los quesos llevaba la cámara colgando y entonces algunas señoras nos han hecho la uve de la victoria y le han pedido que las fotografiase.
Un señor que iba con un grupo nos ha dicho que porqué no se las enviábamos. O eso me he imaginado. He intentado decirle que si me daba su dirección de correo electrónico se la mandaría pero solo decir “internet” se ha alegrado mucho y me ha dado la mano con efusión y un par de besos. A lo mejor esa palabra significa algo patriótico. Pero no me ha dado ninguna dirección.
Todos nos decían que eran kurdos e incluso uno más lanzado nos ha dicho que era “kurdo, no turco”. Al final una abuela que iba más de típica que el resto le ha dado un par de besos a Marisa. Así que todos muy contentos.

Descanso, paseo y volvemos a replantearnos el viaje para los próximos días. De momento mañana nos vamos a Bahçesaray si no hay problemas con las horas pues en toda Europa cambian la hora esta noche, la que va del sábado al domingo. Pero en Turquía lo hacen en la noche del domingo al lunes. No he logrado saber el porqué. Y además parece que solo hay un minibús que va allí lo que me preocupa más todavía.
Veremos.
20110326