
En el Centro Cultural Kirchner, CCK, vemos una exposición dedicada a Maitena, a quien leíamos cuando publicaba en El País, y también una exposición de arte actual con algunas obras muy reivindicativas políticamente.
Pasamos por un pasillo donde el personal lleva una copa de vino en la mano. Le pregunto a una “informante” y me dice que es la inauguración de una exposición de un poeta (no sé si vivo o muerto, pero por lo del vino imagino que vivo) y que la bebida era para la prensa, pero que ahora es para todo el mundo.
Le pregunto si también hay comida y se ríe pensando que quizás sea una broma, lo que me hace creer que aquí en las inauguraciones solo son con bebercio.
La estrella de las exposiciones de este centro es una habitación donde tuvo su despacho Eva Duarte de Perón, pues he visto a varias personas preguntar por ella.
Allí un joven informador nos explica la historia de esta sala: cuando Perón se convierte en presidente de la república, nombra a un amigo suyo director general de correos, pues esa era una de las potestades que tenía, y ese amigo le cede su despacho a Eva para que realice su labor política.
Y entre esa labor estaba responder a los cientos, miles de cartas que recibía y que ahora forman como un tótem.

Esta habitación debe medir 300 m² y me decía el joven que era más grande que la propia del presidente.
Aprovecho para preguntarle si en Argentina se utiliza la expresión de “quien la tiene más grande”, no solo para lo más obvio, sino también para la competición de los propietarios de motos, por ejemplo, e imagino que los de los yates.
Entiende la expresión, pero “no la emplearía con alguien como usted”.
Pues, bueno, tuvimos una breve, pero interesante charla sobre el país y también sobre España, pues conocía Aragón por los Reyes Católicos y estaba muy interesado en saber cosas de nuestro país.
En la extraña sala de conciertos, la “Ballena Azul”, hoy hay uno de música clásica por una orquesta de ciegos. Yo diciendo que aquí no hay ciegos y tienen hasta una orquesta.
Salimos y tenemos delante de nosotros la magnífica plaza de la que no consigo saber su nombre, pues según Google Maps se llama “Plazoleta del tango” y me parece muy poco eso de “plazoleta”.
Y justo enfrente el gran monumento a ”Juana Azurduy” de la que ya escribí cuando llegamos a Buenos Aires.
Desde allí nos vamos paseando, y pasando de nuevo por la Plaza de Mayo, hasta el café La Puerto Rico.
La guía lo recomienda por su ambiente y como anécdota cuenta que cuando el Papa era arzobispo de esta ciudad venía aquí a tomar su café con leche matutino.
Está medio vacío cuando llegamos y efectivamente tiene el ambiente de una cafetería de principios de siglo, del pasado, claro, y es que es de 1887.
Al poco empiezan a llegar parejas que pagan una entrada y nada más hacerlo se cambian de zapatos. ¡Va a haber una clase de tango!
Pero resulta que no es una clase como la que vimos en el Centro Borges hace un par de días, es una clase que la imparte el personaje que menos te figurarías de los 20 o 25 que hay allí: un obeso mórbido de corta estatura que comienza con una explicación de la importancia de la “ortodinámica”.
Vaya, que la gente que van allí no son principiantes, pues sus explicaciones sobre los movimientos y las fuerzas que se deben aplicar son muy complejas.
Pensábamos que íbamos a ver bailar, pero en el tiempo que estuvimos allí solo les hizo dar varias vueltas andando y moviéndose como les enseñó en el espacio que había dejado en medio de la sala. Y solo nosotros y otra pareja estábamos de espectadores.
Por cierto, que la otra pareja debía ser de reciente creación, pues ella pidió varias cosas y todas se las dejó a mitad.
Charlo con el camarero del café y me explica que este lugar es muy importante y famoso y que aquí bailó o cantó, no recuerdo, Carlos Gardel, pero ni mención del Papa.
Realmente muy interesante.
Regresamos andando a nuestro apartamento para preparar la marcha.
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