
Un día muy interesante y el último en Buenos Aires y en Argentina. ¡Qué pena!
La primera noticia del periódico argentino me deja estupefacto: “Detuvieron a un «jubichorro»: tiene 83 años y asaltó una inmobiliaria a mano armada”.
Y esta foto indica el grado de preocupación del personal (y miedo) aunque nosotros no lo hemos visto por ningún lugar.
La segunda me deja preocupado: el euro blue a 532-527 y el dólar blue a 495-490 pesos. Y es que ese tope del dólar a 500 les pone muy nerviosos, según leo en la prensa.
Nosotros cambiamos a 500 pesos el euro (siempre vamos a ver a María Alejandra, aunque no sea el mejor cambio) y te pone los pelos de punta: el primer cambio cuando llegamos, aunque fue en una oficina de “cambio oficial” fue de 399 y el de hoy a 500; supone un incremento del 25% y eso en menos de un mes.
Los periódicos dicen que el Banco Central Argentino tomará medidas para frenar las subidas. Lo que no sé cómo lo harán.
Hay que aquilatar mucho los gastos y los ingresos (o sea lo que tengo que cambiar) para no hacer corto, pero tampoco para que no sobre demasiado.
Y además está el (controvertido) tema de los regalitos.
Ya me lo dijo mi hija hace un par de días: “Te queda lo peor, las compras”.
Porque tú eres un abuelo que viajas una vez al año y buscas regalos para tus seres queridos y quedas -o no- cojonudamente, pero eres un abuelito -o sea, nosotros- que viajas 7 u 8 veces al año y todos los años y… pues una situación jodida.
Porque no se trata solo de qué comprar, se trata del “bulto”, dado que viajamos con un equipaje escaso, pero que llena por completo la maleta.
Y menos mal que Marisa en esta ocasión ha dejado en Buenos Aires sus botas (las colocó estratégicamente encima de un contenedor) y eso le ha dejado unos cuantos, pocos, cm³ libres.
Hoy vamos a visitar “La Boca”, famoso barrio de “capital”, porque está “El Caminito” y porque allí nació o murió, no sé, Maradona.
Cogemos un autobús que nos lleva directamente allí y es que la falta de un metro como en las grandes ciudades (lo hay, pero poco útil para las necesidades del turista) hace que haya muchos autobuses, muchos, muchísimos, y que además circulen por canales exclusivos a gran velocidad.
Llegamos a El Caminito pronto, sin turistas, pero ya con los puestos callejeros montados o en trance de hacerlo. Y aquí hay que venir antes de todo eso, por lo menos si quieres sacar estupendas fotografías, pues es uno de los lugares más fotogénicos de esta ciudad o quizás de este país.
Además de todos los tenderetes y grandes sombrillas de los bares y restaurantes, los de este lugar tienen una gran devoción por una serie de personajes que representan con muñecotes como Maradona, Messi y el Papa.
Y son horribles. No he visto una estética tan fea en mi vida.

Para compensar hay unos grafitis notables.
También son muy interesantes las “corralas” que aquí llaman “conventillos”, casas de vecindad ahora transformadas en tiendas para turistas.
En una de ellas hablo con Eva, brasileña que vende fotografías, pero cuyo trabajo de verdad es dar clases de portugués: a 5 € la hora a un solo alumno y “les parece muy caro a los padres”.
También charlo con un par de “Policías de ciudad”.
Cuando al final de la tarde los vuelvo a ver les pregunto por las horas que están de plantón: “12 horas”. Les digo que ”o ganan mucho dinero o les pagan muy poco la hora”. Me contestan sonrientes que esto último.
En medio del tráfago turístico, un joven que vende espejos. ¡Vendiendo espejos de baño por la calle!

Parece un alma inocente en aquel mundo donde una pareja vestida de bailarines de tango hacen el numerito, sin bailar, para que el personal se fotografíe con ellos, o sin ellos con un par de cartelones donde metes la cabeza para simular que bailas.
Después de un primer recorrido vamos a la Fundación Proa.
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