
En La Cumbrecita hay una oficina de turismo y allí nos recomiendan un paseo hasta el río en función del tiempo que nos queda que no es mucho.
Así descubrimos que el eslogan de que es el único pueblo peatonal de Argentina o quizás de Sudamérica no pasa de ser eso un eslogan, pues a los 100 metros de la valla de prohibición a la circulación de vehículos se acaba esa característica.
Eso sí, el entorno es muy bonito y las casas, aquí “alpinas” y no “andinas”, son una monada.
Llegamos hasta “la olla”, una poza en el río donde en verano imagino que se bañarán y ahora está con parejas y familias diseminadas por allí.
Regresamos a tiempo al autobús y de nuevo en marcha con parada en Villa General Belgrano.
Mi guía dice que es “una rareza cultural más que una atracción turística en toda regla. Alardea de que sus orígenes son de un asentamiento de los supervivientes no repatriados del hundimiento del barco alemán Graf Spee durante la segunda Guerra mundial”.
Sí, desde hace un tiempo no me puedo resistir a fotografiarme como un turista arquetípico.

También dice mi guía que aquí se celebra la Oktoberfest que atrae a los amantes de la cerveza del todo el mundo.
Recomienda la ”torta selva negra” y el goulash, así como cervezas artesanas y que, a pesar de su aspecto germano, raramente oirías hablar en ese idioma aquí.
Nuestra joven guía se limita a decir que la fundaron unos alemanes y que el nombre actual es porque quemaron una bandera argentina y le cambiaron el nombre por el General Belgrano, que fue el creador de la bandera del país.
Nos da el tiempo suficiente para dar una pequeña vuelta por la calle principal y tomar las especialidades locales en una cafetería: yo, la torta Selva Negra, Schwarzwälder Kirschtorte, y Marisa la tarta Sacher, Sachertorte, que según ella es la mejor que ha comido en mucho tiempo.
NB
Al ver la foto compruebo que no pude tomar la Schowarzwälder Kirschtorte, sino otra que debía ser la más grande de la carta. Que me conozco.
En la parada del regreso al lado del lago compruebo una vez más la nefasta costumbre argentina de colocar pegatinas en las señales de tráfico.
El pasajero ciego está sentado a mi lado y aprovecho para hablar con él, pues no entiendo cómo pueden circular ellos con el estado lastimoso de las aceras de todas las ciudades que hemos visitado.
Resultan ser una pareja de uruguayos y él es “ciego sobrevenido”, pero no sé desde cuándo.
Ha sido una conversación muy interesante y ellos una pareja muy agradable.
Han viajado por España durante la pandemia y vieron (no recuerdo si dijeron “vieron” u otro verbo diferente) el Guernica en el Reina Sofía casi solos.
Un detalle curioso: ella es seguidora de “Revólver”. Me suena el nombre del grupo, pero ni idea del tipo de música que interpretan. Tendré que oírlo.
No ha sido una excursión tan espectacular como las otras que hemos hecho, pero tampoco teníamos más opciones y además la charla con los uruguayos ha compensado otros aspectos, lástima que Marisa no haya podido intervenir.
PS
Poco antes de salir de La Cumbrecita llegan hasta allí una docena de potentes y carísimos Porsche.
Desde luego que cada uno puede tener el coche que quiera, o así, pero estas exhibiciones de super riqueza en sitios donde la gente anda tan jodida con la pasta…
Quizás esto ya lo haya contado, pero lo de la exhibición de los poderosos argentinos en La Cumbrecita, porque se trataba de eso, de puro exhibicionismo, me ha recordado algo que vivimos hace muchos años en Egipto.
Marisa y yo estábamos visitando Lúxor y estaban construyendo o arreglando un paseo al lado del Nilo. En el río había atracado un barco de recreo, imagino que de esos famosos cruceros, donde en la cubierta había turistas occidentales sentados en confortables sillones y bebiendo y charlando con otros como ellos.
En la orilla estaba los egipcios mirando aquel espectáculo, que eso era para ellos, un espectáculo de derroche en aquel entorno muy pobre.
Pensé que cualquier día asaltarían uno de aquellos barcos, y no sé si con violencia o sin ella, para vivir como lo hacían aquellos ricos occidentales.
No lo hicieron allí, pero sí que asaltaron un hotel de lujo, creo que en El Cairo, poco tiempo después.
Y una curiosidad: los obreros que arreglaban el paseo fluvial de Lúxor eran chinos.
Etiquetas: Argentina, Córdoba, Egipto, España, La Cumbrecita









28/03/2024 a las 12:54
2 parte
29/03/2024 a las 17:20
Querida Marisa: imagino que este comentario está escrito en clave y aunque he pedido a Amazon el último modelo de «Enigma» todavía no me ha llegado (problemas de la Semana Santa), así que sigo con el «enigma».
Un beso
29/03/2024 a las 21:36
Cuando yo recibo tus correos sobre el viaje, entro para ver el número que tiene dentro del orden de un día, doy a responder a todos y pongo simplemente el número que ocupa de orden y esa vez debí meter la pata y, en lugar de dar retroceder y volver a mi pantalla de atrás, lo envié.
Aunque no los esté leyendo los trabajos y los dejo ordenaditos para poderlos leerlos bien, una vez en casa.
Un beso para vosotros o para cada uno de vosotros como dice Carmen
01/04/2024 a las 20:22
Y hoy, aquí, confirmo que no me pierdo ni un capítulo. Esta vez, en tu afán de hacerte la foto-turista-típico, te faltan las alas.
Besos a los dos.
01/04/2024 a las 22:15
Es que para hacerme la foto con la «Fräulein» me las he quitado.