Camino de Humahuaca paramos en el monumento al “Trópico de Capricornio”.
No sé si he estado alguna vez en este paralelo, lo busco en internet y veo que pasa cerca de Antofagasta, así que lo he cruzado por la carretera que va de norte a sur en Chile, pero no recuerdo si con parada turística como aquí.
Esta de hoy no tiene nada de especial, yo diría que menos que el que marca el paso del meridiano de Greenwich cerca de mi pueblo, por aquello de poner un pie en cada uno de los hemisferios occidental y oriental.
Pero, vaya, hay que hacerse la foto protocolaria.
Y todavía paramos una vez más en otro “atrapa turistas”: una alfarería. Vaya, a los argentinos puede que les interesase, pero a nosotros nada.
Y de allí, al final del recorrido, el pueblo de Humahuaca, donde un restaurante enorme para turistas nos espera.
El camarero me dice que el guiso de llama está muy bueno y “pico”: la carne más estropajosa que he comido en mi vida.
Nos hemos sentado con un brasileño que luego se quedó en Tilcara a la vuelta, pues desde allí puede hacer excursiones a otros lugares interesantes. Si volvemos aquí, quizás hagamos lo mismo.
Allí, después de comer, nos dan 2 horas libres y entonces descubrimos que en nuestro circuito no estaba incluido el Hornocal que es el lugar por el cual vinimos a Salta especialmente.
No me enfado con el guía porque él no tiene la culpa, pero sí con la agencia (¡vaya estupidez enfadarte con una agencia de viajes!) porque para nosotros “Humahuaca” era el “Hornocal” y su famosa quebrada, cosa de la que nos acabamos de enterar allí.
Y encima, en una de las paradas preguntaron a los viajeros de nuestro autobús que los que fueran al Hornocal debían cambiar de vehículo, cosa que hicieron media docena de ellos.
Le pregunto al guía si tenemos alguna posibilidad de ir hasta allí contratando algún transporte por nuestra cuenta.
Que no. Que no hay suficiente tiempo para ir y volver, pero un “guía local”, vaya uno del pueblo, que se entera de nuestros propósitos, me dice que sí, que buscará transporte y que llegaremos antes de las 4 que es la hora de partida de nuestro autobús.
Hace las llamadas correspondientes y me dice que nos costará 12 mil pesos. Si supiese el interés que teníamos nos podrían haber pedido el doble.
Al poco aparece un niño al volante de un “Hilux” (aquí “jailux”), el “pick-up” grande de Toyota, pues su padre, que es el “titular” no está en el pueblo.
Le explicamos que tenemos que llegar de vuelta a las 4 y nos dice que no hay problema.
Y no lo hubo, pues era un camino de tierra y fuimos como si hubiese sido una autopista de 4 carriles, adelantado a todos y levantado un polvo como de Juicio Final.
Llegamos al Hornocal, lo vemos, nos maravillamos, hacemos las fotos y vuelta a toda leche.
La pena fue el poco tiempo que le pudimos dedicar y que estaba a 4.330 metros de altitud y no llevábamos ropa, que se había quedado en el autobús. Vaya, yo el único con manga corta en aquel lugar (y jodido de frío).
Le pregunto a Cristian la edad cuando volvemos: 20 años. Te juro que parecía que tenía 14. Yo creo que se ponía alguno más.
Pues llegamos antes de las 4.
Luego en el bus nos encontramos con los que sí que habían subido al Hornocal y me dijeron que ellos habían pagado 8.000 pesos más por ese recorrido adicional, así que desde el punto de vista de la pasta salimos ganando, pero no por el poco tiempo que le dedicamos y la angustia de que creíamos que no pondríamos verlo.
En el regreso paramos en un mirador precioso, el de Maimará, pues además de su famosa “La Paleta del Pintor”, por cuyo nombre ya imaginas que se refiere a unos cerros multicolores, tiene un fotogénico cementerio en su base.
Regresamos a Salta, pero pasando por Jujuy paran dejar a unas parejas y así la vuelta fue larguísima: llegamos a las 9 de la noche, más de 14 horas de excursión.
Etiquetas: Argentina, Hornocal, Humahuaca, Jujuy, Maimará, Quebrada de Humahuaca, Salta, Tilcara, Trópico de Capricornio
El sol es... 
01/04/2024 a las 18:25
Está claro que las vistas merecen la pena y en cuanto al frío, tú duro aragonés, amante de la ducha fría, no creo que te afectara para poder apreciar tanta belleza. Pobre Marisina.