
Tras una corta espera en la puerta del alojamiento apareció una furgoneta que iba recogiendo a los clientes por la ciudad para hacer el contratado “Circuito Chico”.
(Obviamente, esta foto es de “relleno”, que es un gancho turístico para que el personal se haga fotos con el can y deje una propina al propietario).
El conductor nos ofrece sentarnos a su lado o al final del todo: “No me harás pasar mucho miedo, ¿verdad?”.
Pues allí nos sentamos con él y fue una feliz idea, pues Hugo, conductor y guía, me informó de muchas dudas que tenía sobre el país, ya que el viaje de vuelta fue un desastre: los 30 minutos de carretera se transformaron en 2 horas por el tráfico que había y así aproveché el tiempo.
El conductor me explica que según el tamaño del transporte el mismo chófer hace de guía, como hoy o Facundo en Puerto Madryn, o se precisan dos personas.
La primera parada es el llamado “Punto Panorámico” y por su situación con respecto al sol te percatas de que es mejor la excursión matutina que esta. Advertido quedas.
La siguiente parada es la base del teleférico que sube hasta el Cerro Campanario y hay una cola enorme, de tal manera que Hugo decide que dejemos esta parada para la vuelta.
Y así llegamos a la que debía ser la última etapa: la capilla de Llao Llao.
En la puerta de la capilla una lista con los actos religiosos de esta Semana Santa que acaba con una proclama: “Ha resucitado el Señor ¡Aleluia! ¡Verdaderamente ha resucitado! ¡Alelluia!”. (sic)
Este tipo de eslóganes religiosos me recuerdan a los patrióticos tipo “¡Viva España!” (a no ser que seas Federico Trillo y digas “¡Viva Honduras!”).
NB
“En septiembre de 2003, durante una visita a las tropas en Irak, Federico Trillo, ministro de Defensa con José María Aznar, saludó a un batallón de El Salvador y se despidió en tono marcial: «¡Viva Honduras!»”.
Aquí lo interesante es la repetición: “¿Verdaderamente ha resucitado?”.
Como si el que lo ha escrito no se lo creyese.
El entorno de esa capilla con el famoso hotel Llao Llao es precioso, así como las vistas del lago.

El chófer dice que hay visitas guiadas al hotel, así que he llamado preguntando por ellas y por la posibilidad de tomar el té allí: no hay visitas y el té a partir del lunes, ahora todo completo, pero es que no te dejan ni entrar en el hotel si no tienes una “reserva gastronómica”.
De vuelta paramos en la base del teleférico del Cerro Campanario y aunque hay algo de cola nada que ver con la de antes. Y aquí llega la pequeña trampa turística: en el “Circuito Chico” parece que está incluida la subida del teleférico, pero no es así y es casi obligatoria porque la alternativa es tirarte allí todo el tiempo en el aparcamiento.
Es un teleférico cortito y con poco desnivel y arriba hay preciosas vistas de todo el entorno.
Charlamos con una pareja argentina de la que adivinamos el origen de él por su cara: polaco.
Tienen un hijo que tiene una novia ecuatoriana que es hija de un canario y, por tanto, con nacionalidad española y parece que a su familia le gustaba que fuese a España a estudiar, pero ella, por amor, ha decidido hacerlo en Argentina y acaban con un “Y ahora los tenemos a los dos en casa”.

Allí el cepillo más rústico que he visto en mi vida, pero que como no hay monedas y los billetes tienen tan poco valor debe ser grande.
NB
Para los robots chinos que me leen y los materialistas poco informados: «cepillo» del DRAE: “Caja de madera u otra materia, con cerradura y una abertura por la que se introducen las limosnas, que se fija en iglesias y otros lugares”.
La vuelta ha sido una caravana continua, aunque yo haya aprovechado el tiempo preguntándole cosas a Hugo. Este incluso ha llegado a mostrarme su cuenta de ahorros donde ingresa 200 dólares cada mes, que es la cantidad máxima que pueden cambiar a la tasa oficial, aunque me explica que además de tener que demostrar que sus ingresos le permiten esos ahorros, vaya, que no proceden de la economía irregular, tiene unos impuestos adicionales a ese cambio.
Porque a nadie se le ocurre ahorrar en pesos y como resultado se gastan el dinero en viajes como este de hoy, aunque para el nivel de vida argentina sea caro.
Cuando llegamos a Bariloche ya se ha acabado el evento más importante de estas fiestas: la barra de chocolate más larga del mundo. ¡Toma Semana Santa!
Buscamos un sitio para cenar y al pasar por la calle veo un letrero con “Hoy plato del día paella”, así que no puedo resistir la tentación. Y ojalá la hubiese resistido: no estaba mal, pero podría ser cualquier cosa. Y encima la cerveza debía ser de esas llamadas artesanas (otra de las especialidades locales) y no nos ha gustado nada.
Menos mal que Marisa sí ha acertado con su elección.
Un día muy interesante.
Hotel Llao Llao.
La guía dice de él que es “el más famoso hotel de Argentina” por su situación sobre el lago Moreno (aquí en este país hay muchos lugares con este nombre y no solo el famoso glaciar “Perito Moreno”) sino también por su servicio y habitaciones.
Y otra de las cosas que siempre te nombran es tomar el té en esta ciudad y especialmente en este hotel, cosa que hemos visto no es posible estos días.
PS
Para los cerveceros: no solo de té vive el turista, que también hay una “Bariloche’s Beer Trail” con un circuito donde te recomiendan una serie de “breweries” y “brewpubs” que no puedes dejar de visitar. Nosotros sí que hemos podido. Vaya, que no las hemos visitado
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