9. 3. Argentina 2023. 4 de abril, martes. Séptimo día de viaje. Puerto Madryn. Día 3. Tercera parte.

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Prensa local.
Leo una noticia en un periódico de allí con un extraño titular:

“Basura en Playa Unión: admiten que pesqueros tiran el langostino al mar”.

Vaya, extraño para mí, que me gustan tanto los langostinos.

La explicación: Maximiliano Vega es propietario de un barco de la Flota Artesanal, el “Don Toribio”, y reconoce que el langostino que aparece en la arena es el que los mismos barcos tiran porque sobrepasan la cantidad de pescado permitida y lo que pescan en exceso no pueden ingresarlo a puerto. “El problema desde el punto de vista ecológico es grave y no debería pasar”, afirma Vega, pero “entiendo que es un problema al que no le vemos solución porque además hay una ley de pesca por la cual está prohibido arrojar pescado y desechos al agua”.

¡Qué pena!

De Puerto Madryn a Punta Tombo hay 180 km que se hacen (descontando nuestra parada) en 2 horas y 20 minutos, pues hay una parte del camino que es de “ripio” y también de “serrucho”, que es como llaman aquí a lo que en el desierto del Sahara se llamaba “tôle ondulée” y que nosotros traducíamos como “uralita”. (Ejemplo de metonimia que ahora ya no se entiende).

A lo largo del camino y especialmente en Playa Unión hay ejemplares de tamariz, que aquí llaman “tamarisco”, bastante grandes, nada que ver con los que hay en mi pueblo alrededor de las saladas.

Y otra expresión nueva: “panza de burro” a   lo que llamamos “guardias dormidos”.

Y llegamos a la entrada y centro de interpretación de Punta Tombo.

Se compra la entrada, que no está incluida en el precio de la excursión, pues los nacionales pagan bastante menos. (Unión Europea, ¿cuándo pondréis precios especiales para los turistas argentinos? Me conformaría con el triple).

Extranjeros: 2300

Nacionales: 900

Residentes: 400

El centro de interpretación está bien, pero es demasiado ingenuo para adultos.

Un gran letrero explica que hay 17 clases de pingüinos y nosotros hemos visto dos de ellos, uno en las Galápagos y el de los ojos amarillos en Nueva Zelanda, así que con los de hoy, o los de ayer, serán tres.

A una empleada que hay allí le explico la diferencia entre “echo” y “hecho”, pues se han equivocado en un gran cartel, pero no sé si logro hacérselo entender.

Desde allí nos llevan hasta la verdadera entrada del parque, donde parte un sendero señalizado, del que no te puedes apartar, ni comer, ni fumar, ni tomar mate.

¿Por qué esta última prohibición? Para evitar que “echen” los restos por el camino.

NB

En este letrero es curiosa la traducción al inglés de “mate” donde expresan claramente que lo que está prohibido es el “mate-tea”, para subsanar el equívoco de que lo que se prohibieran fueran las parejas o el emparejarse, en cuyo caso parece que estuviera más dirigido a los pingüinos que a los humanos. Pero dudo que los pingüinos sepan mucho inglés, aunque dado lo mucho que viajan nunca se sabe.

Nos dan las instrucciones para no molestar a los pingüinos y así te encuentras con esta curiosa señal de tráfico: “los pingüinos tienen prioridad de paso”.

Al comienzo nos resulta un poco decepcionante, pues es parecido a lo que vimos ayer, aunque hay algunos más, pero luego no es que haya más, es que hay muchísimos.

El guía nos había explicado que había (no sé en qué año) un millón de ejemplares y que ahora (no en este momento) hay unos 200.000 y que dentro de pocos días cierran el parque porque la mayoría ya se habrán ido.

Ahora (como los que vimos ayer) están mudando el plumaje y así encuentras ejemplares “totalmente mudados” y con su nuevo uniforme y preparados para marcharse en cualquier momento y hasta algunos rezagados que todavía tienen casi todo el antiguo plumaje y entre ambos toda una galería con más o menos plumas viejas y nuevas, que cuando encuentras a una pareja en la que uno haya mudado completamente y el otro un poco o nada parecen dos especies diferentes.

Y en algunas ocasiones se quitan las plumas de unos a otros, no sé si será cuestión de pareja o simplemente de amistad. O como decían antes en los periódicos en la sección de citas: «amistad o lo que surja».

A veces se colocan cara al viento que les va arrancando el plumón viejo que queda esparcido por el suelo.

De vez en cuando un pingüinito (son muy pequeños) en medio del sendero esperando a que tú los esquives cuidadosamente al pasar. Parece que hay señales corporales que indican cierto cabreo por su parte, pero a mí ninguno me las hizo. O no me percaté de ello.

El espectáculo es algo sorprendente, pues en las laderas cercanas sigue habiendo cientos de ellos que de lejos parecen las lápidas en blanco y negro de un cementerio.

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