3. 2. Argentina 2023. 29 de marzo, miércoles. Primer día de viaje. De Madrid a Buenos Aires. Día 1. Segunda parte.

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A bordo del Airbus A330-200.

La bandeja de la comida no ha estado mal, pero nada que ver con la de las líneas turcas, que hasta llevaban (ahora no lo sé) un cocinero a bordo, o por lo menos a un propio disfrazado de tal.

Lo único malo del viaje ha sido la señora argentina que tenía delante y que se ha empeñado en viajar con todo el asiento reclinado hacia detrás, que al final le he tenido que pedir (cortésmente) que no lo inclinara tanto porque no me cabían las piernas.

En los vuelos suelo llevar en la pantallita la información del viaje y cuando aparece la opción de lo que ve el piloto pienso en lo aburrido que tiene que ser tantas horas como si viajase por la AP-2 en la zona de los Monegros. Imagino que le dejará los mandos al “piloto automático” y él se echará una siestecita por lo menos hasta llegar a Brasil.

Una sorpresa: a las 2 de la tarde (hora argentina) una meriendilla que Iberia llama “Tapas”, según la cajita de cartón que la contiene: un sobrecito con aceitunas verdes (¡aceitunas verdes con su caldito!), otro de fuets enanos de Albacete, muy buenos, otro de “picos” y finalmente una tarrina de paté ibérico y una botellita de “tempranillo shiraz” de Albali. Pues ha sido una tontada, pero ha estado muy bien.

Y en este servicio charlo con Pedro, un azafato que lleva 30 y tantos años y que se jubila en un mes. ¡Gente simpática la de este vuelo!

La verdad que tenía un poco atravesados a los azafatos y azafatas de Iberia de otros viajes: parecían modelos que se habían quedado a mitad de camino y que nos miraban a los mortales desde arriba…

Y hablando de dioses: resulta que leo un trozo de la Teogonía de Hesiodo, ¿la conoces? Pues te pierdes. Tendré que recurrir a la web con la esperanza de que alguien haya construido un mapa genealógico.  Porque todo el mundo, vaya “el mundo mío”, nos quedamos en Zeus como origen de todo y resulta que la cosa empezó mucho antes. Así descubro un nuevo epíteto que le adjudican a ese dios: “gravisonante”.

2016. Morella.

NB

Esta es la foto que he encontrado con lo más parecido a los habitantes del Olimpo.

La verdad es que Hesíodo es superior a mis fuerzas y me obliga a echar una cabezadita.

Observación viajera (en una gran turbulencia): hay gente que se pasa el vuelo durmiendo y otra que no lo hace en todo el trayecto.

Lo curioso es que generalmente en los vuelos diurnos el personal suele echar alguna cabezada, pero esos que están 8 ó 10 horas durmiendo, ¿qué harán cuando llegue la noche? Eso me lo pregunto en este vuelo en el que salimos a las 12 del mediodía y llegaremos a las 7 y media de la tarde, pues volamos hacia el oeste.

Y parecida pregunta me hago en los vuelos nocturnos, sobre todo cuando volamos hacia el este (lo que haremos a la vuelta), en los que la mayoría del personal duerme, pero donde siempre hay un grupito, a veces numeroso, que se pasan la noche viendo una peli tras otra. ¿Qué harán cuando lleguen a su destino a las 6 de la mañana?  

La despedida gastronómica ha sido un bocadillo de pavo que no ha estado mal.

Llegamos por fin a Buenos Aires en el tiempo previsto oficialmente, o sea a las 8 de la tarde y no media hora antes, como dijeron cuando salimos. Imagino que las sacudidas (fuertes y abundantes) que hemos sufrido en la parte final del vuelo habrán tenido algo que ver.

La vista nocturna es espectacular.

Los procesos de emigración y aduanas son rápidos y lo mismo la recogida de maletas.

Este aeropuerto parece más bien pequeñito, pero es que creo que esta ciudad está a desmano de todas las grandes rutas aéreas.

Nos espera Alexander (contratado a través de Booking), joven venezolano que lleva ya unos años aquí, pero que piensa emigrar de nuevo por las incertidumbres económicas del país, aunque me comenta que los argentinos no los discriminan y que ya tiene la residencia.

El apartamento que hemos contratado está en un edificio de elegante entrada con portero las 24 horas y quizás por eso esperábamos algo más del alojamiento: una habitación dividida por un medio tabique que deja una zona de estar y cocina separada del dormitorio. En total 23 m² más baño.  Pero hay un problema importante: hay Wifi (aquí “uaifai”) pero no sabemos cuál es la clave y además han dejado el apartamento pelado: limpio, limpio, pero limpio del todo: no hay jabón de ninguna clase, ni papel higiénico.

Roberto, el recepcionista, llama al dueño, pero a pesar de su interés no logran solucionar el problema y además, en mi primer encuentro con el argentino tengo verdaderos problemas para entenderlo.

Así que tras esperar un buen rato a que aparezca alguien con los suministros y las claves del wifi nos vamos a dormir.

Mañana será otro día.

PS

Cuando le dije a un amigo granadino que nos veníamos a esta ciudad me recitó una coplilla que cantaban en los años 50:

“En la entrada de Buenos Aires

Hay un almendro florido

Con un letrero que dice:

¡Jódete y no haber venido!”

Parece que hacía referencia a los que se habían ido después de la guerra a Argentina con ánimo de progresar económica y socialmente, o por lo menos huir de las malas condiciones laborales que había entonces en España y que regresaban al poco tiempo sin haber conseguido ni una cosa ni la otra y quejándose de su mala suerte.

Pues me acordé de la coplilla esta noche.

PS

La única alegría toponímica me la ha dado una ciudad que aparece en un mapa ya cerca del destino y que se llama “Pelotas”.

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