26. Nueva Zelanda 2017. 1 de octubre, domingo. Décimo tercero día de viaje. Christchurch. Segundo día. Tercera parte.

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Pensábamos hacer un montón de cosas esta mañana, pero se nos ha ido el tiempo sin darnos cuenta, pero si tardamos más en el museo nos quedamos sin comer. Todos los restaurantes que nos interesan y que recomienda la guía cierran a las 4 de la tarde.

 

 

 

 

 

Pasamos por la plaza de la catedral y aquello es una fiesta: gente por los jardines comiendo o simplemente retozando, carpas con músicos, furgonetas con comida…


Al fin encontramos un restaurante con una fachada tirando a…bueno algo raro, pero un acierto: hemos comido bien por un precio razonable en un ambiente muy agradable.


Es un lugar con unos techos enormes, como una nave de un almacén, con grandes mesas de madera que a esta hora tan tardía para ellos estaba casi vacías.


Han entrado dos jóvenes a comer y una de ellas era una de las chicas más gordas que he visto aquí, pero es que además llevaba los brazos tatuados (claro, si llevas tatuajes en los brazos debes llevar ropa sin mangas), algún hierro en la nariz, el pelo azul y una especie de lazo rojo en la cabeza. Como para no llamar la atención. Pero no publicaremos su fotografía.

En la barra un dispensador de cervezas de barril con 8 grifos. No soy bebedor de cerveza, pero no había visto nunca nada igual.

En el recorrido por este barrio que está al sur de la plaza de la catedral te das cuenta de lo que debieron suponer los terremotos del 2010 y 2011. Muchos edificios en obras, algunos antiguos abandonados y los famosos conos marcando las calles. Algunos de estos edificios tienen las paredes medianeras al aire y con unos enormes dibujos en ellos, algunos francamente notables.


Como estamos muy cerca de la nueva catedral nos vamos a visitarla.

Transitional Cathedral.
Que este es su nombre oficial “Catedral de transición”, aunque todo el mundo la conoce como “The Cardboard Cathedral”, o sea “la catedral de cartón”.

Durante el terremoto de 2011 la torre de la catedral anglicana se hundió y quedó muy dañado el resto del edificio.


Unas semanas después alguien del personal de la catedral leyó un artículo sobre un arquitecto japonés, Shigeru Ban, al que se le calificaba como “emergency arquitect”, aunque también se le nombra como «disaster architect». ¿Tú contratarías a alguien que fuese “un desastre de arquitecto”? Pues ellos sí.

El Sr. Ban había construido una iglesia de cartón en Kobe después de un terremoto. Y no de cualquier manera, pues esa iglesia 10 años más tarde la desmontaron y se la llevaron a Taiwán.
Pues bien, Ban fue a Christchurch vio lo que querían y en dos años tenían la nueva catedral en pie, aunque la construcción duró solamente 11 meses.

Está hecha de cartón, madera de la zona y acero, con un suelo de cemento pulido y un techo de policarbonato. Tiene los más altos estándares en seguridad anti-terremotos y diseñada para que dure 50 años. Y no es pequeña: caben 700 fieles.

Lo de 50 años se les puede quedar corto pues hay una controversia sobre la antigua catedral. Hay quienes opinan que debe levantarse una nueva en su lugar y quienes defienden que se restaure manteniendo algunas estructuras dañadas como muestra y recordatorio de lo que pasó.

NB
He leído que el Sr. Ban realizó el diseño “Pro bono publico”, “para el bien público”. O sea “de gratis”. Como el Sr. Calatrava.

Es una construcción que tendrían que visitar todos los arquitectos del mundo. Sus tubos de cartón no son solamente un elemento estructural, sino que también los son decorativos. Así, por ejemplo, la columna que sostiene la pila del agua bendita.

Cuando llegamos está ensayando un coro acompañado de un órgano y lo hacen muy bien. ¡Lástima que su edad vaya de los 67 a los 145 años! En dos días este grupo desaparecerá.
Marisa hace fotos del interior con ese respeto que te da la religión y los lugares dedicados al culto a los que hemos ido a colegios de monjas.

 

La verdad es que le he preguntado a una sacristana por el tema fotográfico y me ha dicho que a la iglesia sí, pero al altar no, porque estaban los del coro.
Ha entrado un grupo de chinos y como estos no han ido a un colegio de monjas y el Libro Rojo de Mao no debía decir nada al respecto, los 3 ó 4 fotógrafos del grupo se han metido por todos los lados y han hecho fotos donde han querido. Al final Marisa ha olvidado sus enseñanzas escolares y se ha unido a Mao y a los chinos.

Cuando vamos a salir otra sacristana me interpela y me da un folleto de la catedral. Y es que nos deben observar y si un turista emplea un promedio 7 minutos nosotros estamos unos 57 y eso les debe sorprender.
– “¿De dónde son?”
– “De España”.
– “¿Allí hablan inglés?”
– “No, español”.
– “¿Y usted lo entiende?”
Imagino que la pregunta es por el folleto, pero cometo el error de contestarle.
– “Pues en Nueva Zelanda tengo muchos problemas porque hablan muy rápido y se comen algunas letras”.
¡Joder con la sacristana! Me ha empezado a hablar como si yo fuese un marciano y además idiota: despacio, despacio y casi sílaba a sílaba. Como habla el Sr. Lambán, presidente de la región (¿o a partir de hoy habrá que decir nación?) aragonesa: “Duuu-yuuu-laaiik-deeee-chaaarch?”.
Que he salido corriendo.

Por cierto, que en esta catedral tiene los cepillos más grandes que he visto en un templo cristiano, aunque nada comparables a los de los budistas. Lo gracioso es que han aprovechado los retazos de la estructura y son partes de esos tubos de cartón.

Regresamos al hotel pasando por la plaza de la catedral (la original) donde están recogiendo los restos de la fiesta que había habido en ella. Quedan unos estupendos trozos de hielo que imagino formaban parte de alguna escultura de ese material. ¿Arte efímero?

¿Qué pasará en Cataluña?

PS
Un joven se prepara una hamburguesa en la cocina del albergue. Pero no una hamburguesa cualquiera: ¡la madre de las hamburguesas! Tanto que le pedido hacerle una foto, aunque he tenido el fallo de no fotografiarlo a él.