27. India 2012. Ravangla. Día 2.

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Estanque Dupdhey Cho.


13 de octubre.

Como desde este hotel no hay posibilidad de vistas maravillosas  he dormido de un tirón hasta las 6 y media de la mañana. Desayunamos en el mismo hotel y la dueña nos advierte que solo tiene pan tibetano. Es como un chapati indio pero más grueso. O sea una torta plana redonda de unos 10 cms de diámetro  sin sal, ni azúcar, ni levadura.   Que los tibetanos son muy austeros. Miedo me da pensar como hacen la tortilla de patatas.

En el mostrador hay un letrero que dice “Dry day”. Hace tiempo que en Gangtok estuve  en un restaurante en el  que también era “Dry day”. Me dijeron que era por algo de la luna llena y el budismo. ¡Siempre las extrañas prohibiciones de las religiones! ¿A qué dios del panteón budista le importará si bebes alcohol o no el día de luna llena? Pues como el “ayuno y abstinencia” que formó parte de mi infancia o el Ramadán,o el…Todas iguales de racionales. Pero ¿quién le pide a un dios que sea razonable?

Hoy vamos a visitar un monasterio muy especial pues pertenece a la religión bon. Realmente no sé si es una religión o una secta o una corriente dentro del budismo.  Según la guía era una religión animista  que precedió al budismo en el Tíbet  pero que ahora está totalmente integrada con él. También dice que así como en el budismo todo se hace en el sentido de las agujas del reloj, los bon lo hacen al revés.

Pregunta de concurso: ¿cuál es el plural de bon?

Pues allí nos hemos ido. Por si quieres ir: se coge un “jeep compartido” que, como siempre, sale cuando está completo, que va a Kewzing (se pronuncia “Kiusing”), le dices al conductor que vas al monasterio bon  y te deja en la puerta. Y tienes que decirlo así “bon monastery”, porque si le dices el nombre real del monasterio no lo conoce nadie. Y no me extraña: Yung Drung Kundrak Ling. Que parece de un juego de terror.

Como la espera hasta que salimos es larga   aprovechamos para ver la vida local.

Las tiendas no tienen puertas como las entendemos nosotros sino un sistema de tablones perpendiculares que están sujetos por guías por arriba y por abajo. El último lo aseguran  con un cierre y un candado.  En una de las puertas dos propagandas electorales.

En una dice “Vota por Sangay Diki Bhutia  símbolo poste eléctrico”. Quizás es que el candidato está subvencionado por alguna compañía eléctrica (como un amigo mío sostiene que pasa con varios –o muchos-diputados españoles)  o bien es que ofrece poner alumbrado eléctrico por las calles.   El símbolo de otro es una vela. No sé si éste será algún nostálgico que ofrezca volver a los tiempos pasados.

Cuando hablo con la gente    intento saber su origen. Y si quiero ganármelos y tiene  cara de bhutia les digo:”eres bhutia,¿verdad?”.  Les encanta que lo descubras. Pero hoy el que me ha ayudado a encontrar el coche era gurung y el dueño de una joyería hindú y seguidor de Sai Baba. O sea que dos a cero.

Llegamos al monasterio bon. Es pequeño y una monada. Parece que la providencia guía nuestros pasos: dentro del templo ocho jóvenes monjes (¿novicios?) están rezando y tocando  instrumentos y lo hacen todos al mismo tiempo.  Hay cuatro con platillos, uno con tambor y el último con una caracola. Luego me dice uno que hoy es un día de fiesta especial y por eso están rezando sin parar. Pero luego paran y salen al jardín. Así los jóvenes rezan, dos mayores están charlando con dos laicos y los niños que cuando hemos llegado estaban  en clase (¡tendrías que haber visto el aula!) al acabar se han puesto a limpiar    de hierbas el jardín, a barrer el templo, a quitar la telarañas,…en fin a trabajar.

Una de las diferencias que te permitirá distinguir a un bon de uno de otra escuela  es que los primeros llevan una camiseta azul  y en algunas partes del uniforme budista llevan una trencilla cosida de ese color.

El bon con el que hablo es bhutia y me explica que hay  36 en ese monasterio de los que tres, los mayores, son  profesores; que ése es el único monasterio bon  de Sikim y que solo hay dos más en la India, uno en Simla y el otro en Ladak, que también hay uno en Nepal y en el  Tibet…pues no lo sabe. Total que deben ser cuatro gatos.

Aprovecha que estamos allí para poner un montoncito de folletos sobre los bon que parecen hechos a ciclostil de mi época estudiantil. Y no puedo por menos que comprarles uno.

Me he olvidado preguntar si ellos no van a Ralang a ver al lama sabio.

Desde Rabongla (en las carreteras “Rabong”) hasta el monasterio ha sido una larga cuesta abajo pero decidimos volver andando. La guía lo sugiere y que en el camino te pases a tomar un té en un restaurante estratégicamente situado  en la carretera con unas vistas que en un día claro, no hoy, deben ser espectaculares.

Allí paramos y conocemos al dueño, un calcutano que nos ha cantado las excelencias del establecimiento y lo que se ve desde allí. Desde luego, sin haber visto las habitaciones, el emplazamiento es excelente. El problema es que tienes que ir con coche propio.

Cerca de allí vemos una iglesia cristiana y un grupo de adultos, que yo imagino feligreses de esa parroquia, limpiando las escaleras de acceso. Por lo visto aquí los cristianos están en inferioridad numérica y no tienen  docenas de monaguillos o de seminaristas para las labores de policía. Como llamaban en la mili, y también en el DRAE,  a las labores de aseo y limpieza.

Desde el restaurante hay unas escaleras  (600 me dice el calcutano) que llevan, cuesta abajo, a un monasterio budista, el Doling Gompa. Como no tenemos referencia de él y como la subida será una putada y como además todavía andamos algo quebrantados desde el regreso de Samdruptse dudamos pero al final nos decidimos. Y merece la pena.

Se atraviesa un bosque muy denso, como todos los de aquí, con una vegetación exuberante y unos árboles impresionantes.  De vez en cuando salen del camino principal unas sendas  que se internan en la espesura y también de vez en cuando aparece alguien que sale del bosque cargado como todo el mundo por aquí: un gran cesto a la espalda sujeto a la frente.  Al final llegamos a un estanque, el Dupdhey Cho, rodeado de banderolas blancas.  Un lugar con una atmósfera muy particular.

Llegamos al monasterio y como ayer no hay nadie. Imagino que están oyendo al lama de Ralang.  Así que no podemos ver el interior pero vivimos una situación muy especial: estar en un lugar así, en medio del bosque, y estar totalmente solos.

Cuando regresamos al camino para coger el duro ascenso nos encontramos a uno que va andando por allí y que nos dice que hay un camino para regresar a Ravangla sin subir las escaleras.  Nos metemos por donde nos ha indicado y nos encontramos un molino de oración hidráulico pero a pleno rendimiento.  Había visto alguno cuando estuve en el valle de Yumthang pero este es el más bonito de todos.  Marisa le dedica una sesión fotográfica.

Y es que no hay nada para ver bien un país como ir andando, pero sobre todo para hacer estupendas fotografías.

Al final del camino llegamos a una carreterilla  pero que es diferente a la que hemos venido. ¿Hacia adónde ir?  Estamos totalmente perdidos. Al rato viene un coche, lo paro, le pregunto la dirección y seguimos. Al conductor del automóvil le habremos parecido unos excéntricos: andando por allí y sin saber hacia  donde ir.

Pasamos al lado de una casa y están haciendo unos fritos muy especiales y artísticos. Me explican que es que se va a celebrar  una ceremonia de inauguración de esa casa, que son buthias, que será una ceremonia budista y que aquellos son platos especiales para la ocasión: jeero y khabje. A pesar del interés que he demostrado no han tenido a bien dejarme probarlos.

Al final llegamos al hotel a las 4  de la tarde. Si comes a esa hora y el restaurante cierra a las 7, ¿a qué hora cenas?  Afortunadamente es el mejor restaurante de todo el viaje y encima con un jarrón  de flores frescas en cada mesa.

Cuando acabamos de comer, y para compensar, una niebla que no se ve. Nos falta visitar una gigantesca estatua de Buda que han construido de 41 m de alto y donde quieren que cuando esté acabada sea un centro de meditación y rezo . Está a unos 2 km del centro y allá vamos. Está todo cerrado, no sé si por la hora o porque no está inaugurado todavía, aunque la ha bendecido (¿te lo imaginas?) el Dalai Lama. Cuando llegamos es de noche y una densa niebla cubre la estatua. Lo que veo me gusta más que lo de Siva de ayer en Namchi.

Cena y a dormir  porque en el hotel no hay luz eléctrica por un problema.

Mañana a Tashiding.

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