20. Japón 2016. 11 de marzo, viernes. Undécimo día de viaje. Hakodate. Día 2. Primera parte.

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Nada más despertarme echo un vistazo al exterior: se han cumplido las previsiones y ha debido nevar por la noche y está todo cubierto de nieve. Esperemos que en un país que nieva tanto esto no sea un problema para desplazarnos.


Tras el desayuno nos vamos a sacar los billetes que nos faltan para el recorrido pues hay trayectos para los que no hemos encontrado billetes en vagones de los de “con reserva” y aunque podemos subir en los otros siempre puede haber problemas para encontrar asiento.
La primera visita turística es de nuevo al mercado matutino de pescado. No debe ser habitual la repetición pues un vendedor nos lo ha hecho notar: “segunda vez”.
El pescado y el marisco tienen un aspecto magnifico pero los precios son altísimos: unos trozos de salmón fresco a 4000¥ el kilo. Imagino que por lo menos no serán de criadero.


Uno pregunta por un cangrejo y se lo pesan: 2,34 kilos. Ni idea del precio. Y además no creo que se lleven a su casa un bicharraco así.


Pero el personal sí va probando una concha, un erizo,…aunque el rey de los puestos es uno que tiene un estanque con calamares nadando por allí. El cliente con una cañita pesca uno, lo saca del agua, sus amigos lo fotografían y se lo parten en sashimi en un platito para que se coma la pesca. Que hay cola.


Vemos a un operario (¡qué pena que esa palabra se haya perdido en España! Que no la dicen ni los de IU.) que está pelando las algas kombu. Lo que curioso es que hay dos letreros explicativos: en uno dice que esa alga se puede preparar a mano como hace ese joven o bien a máquina. Luego en otro panel explica como se comen pero es exactamente lo mismo. No logro ver la diferencia excepto en el precio y que además el pelador de algas acabará con la espalda jodida.


En el peregrinar por el mercado vemos a un tatuado de los que no ves en España, sino es en la “Drum parade” (¿todavía se celebra?) . Y Japón es el país con menos tatuados que conozco, aunque en este viaje ya he visto a este bárbaro, al de la pierna tatuada en el hotel y a tres en otro hotel con la cabeza totalmente tatuada.


Hoy veo los meloncicos enanos pero enteros de los que escribí ayer cuando solo los vi cortados: 4500¥, imagino que la pieza. O sea casi 40€. Y eso el pequeño que uno un poco mayor, pero que seguían siendo enanos, costaban 6000¥, unos 50€. Pero, ¿no te gastarías en un regalo para tu ser querido 50€ en un día señalado? Pues aquí comprarías un melón. Claro que si lo haces en España esperaran que dentro de la cucurbitácea haya un diamante, o por lo menos un Iphone.


Claro que una mazorca de maíz cuesta 450¥, unos 4€ y 9 fresas (Número 1, por supuesto) unos 10€. Claro que una vendedora me dijo que eran de Hakodate y con el frío que hace aquí deben ser como un milagro. Que puede que hasta tengan poderes mágicos y curen algo.


Dejamos el carero mercado y nos vamos al “Red-brick Warehouse District”. Marisa hace una sesión fotográfica con las puertas de los almacenes. Allí también hay turistas pero menos que ayer por la tarde.


Pasamos por delante del Higashi Honganji. Lo curioso es que cansados de los sucesivos incendios se construyó con hormigón armado, el primero del país. Y como estamos en Hokkadio y hay nieve por todas las partes, aquí han colocado una pequeña máquina quitanieves para dejar expedito el acceso a fieles y curiosos. Así comprobamos en directo como se forman esos montones de nieve que encontramos por doquier.


Y desde allí nos vamos a la iglesia católica que se conoce aquí como “roman catholic”. La primera sorpresa es que también debes descalzarte aunque ponen a tu disposición unas cómodas chinelas. La segunda es que como estamos en Japón también hay una “estación de sellado”. La tercera es que hay reclinatorios. ¡Reclinatorios!


Y la cuarta es que hay un viacrucis cuyas enormes figuras son de bulto redondo. Creo que es la primera vez que veo algo semejante. Bueno debe ser la segunda vez pues también estuve aquí en el 2009 pero entonces no me debieron sorprender.


Me pregunto qué supondrá para un budista o un fiel shinto ver esas figuras dolientes. Creo que deberían hacer una encuesta entre los visitantes con preguntas tales como
¿Qué le parecen esas figuras trágicas?
-Después de la suerte que ha corrido nuestro Dios, ¿usted se apuntaría a una religión así?
-Solo si es español conteste a la siguiente pregunta: ¿Cree que todos los españoles deben pagar el mantenimiento y sostén de la religión católica y de sus profesionales sean los paganos de la religión que sean?
Bueno eso es un ejemplo pero se podría hacer un buen estudio de la agonía del Señor que se muestra en este viacrucis y el alma japonesa.


La iglesia es típicamente una construcción de aspecto occidental. A mí me recuerda a la de las monjas de mi pueblo donde tuve la fortuna de asistir de los 3 a los 7 años. Además como es de origen francés hay un gran fresco en la entrada con una humilde joven rezando a la virgen rodeada de agua y con una multitud de lisiados y sus acompañantes. Así que imagino que en japonés dirá “Lourdes” en algún lugar.
Seguimos nuestro camino y veo unas jaulas metálicas donde el personal coloca las bolsas de basura. Sé que tienen ese fin pero están todas vacías.


Buscamos unos lavabos y en esta ciudad es algo que tienen muy pensado; hay mucha información en las calles con señales de direcciones y distancias y con planos de esos de “You are here”. Pues bien en esos planos están localizados todos los servicios que hay en esa área incluidos los sanitarios. Y aquí el más próximo está en un templo. Efectivamente hay una puerta con esa indicación mas una montaña de nieve impide el acceso. Pero tengo la suerte de preguntar a un señor que habla inglés: es que vive en Carolina del Norte. Resulta que adjunto al templo hay un cementerio y él va con un ramo de flores para su madre recientemente fallecida a los 107 años. Aunque va solo con chaqueta se queda sorprendido de que estemos de viaje por Hokkaido con el frío que hace. Pero es un señor muy amable y entra en una tienda de flores –ya sabe, donde hay muertos hay flores- para preguntarle al dueño. Que sí que está en el templo. Y entramos y habla con un monje y efectivamente está allí. De nuevo gente amable y servicial.


Más tarde encontramos otro templo este con la máquina quitanieves aparcada en el patio. Ha abierto una brecha para poder subir las escaleras.
El día está cada vez más frío pero tenemos que acabar nuestra vista turística y seguimos camino del llamado “cementerio de los extranjeros” aunque debería llamarse “cementerios” pues hay varios y separados y además cerrados. Contrasta eso con los japoneses que están siempre abiertos, vaya, que creo que no tienen ni puerta.
Vuelvo a encontrarme con el monumento a las putas pagado por su proxenetas, claro que eso era en 1864.


Cuando volvemos al hotel nos topamos con una parte del puerto con naves abandonadas y Marisa fotografía ampliamente sus oxidadas puertas. En el camino unos registros metálicos en el suelo con bonitos diseños pero menos que los de Matsumoto. Uno es de la iglesia ortodoxa y otro de un calamar. ¡Bendito sincretismo! ¡Hasta puede que haya una iglesia de los cefalópodos! Así que volviendo al tema de lo que sentirá un budista japonés al entrar en aquella iglesia católica: puede que crea que como siempre aparece una paloma, cuando le digan que es un avatar de Dios Padre quizás también piense que hay una secta de adoradores de palomas.


Llegamos de nuevo a nuestro punto de partida matutino el “Red-brick Warehouse District” y también encontramos a turistas japoneses comprando cosas de turistas japoneses.

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